Néstor Laso
Profesor asociado en Derecho de la Universidad Europea del Atlántico
El 2022 es año de elecciones a Presidencia y a Congreso en Colombia. Ya se empiezan a detectar evidentes movimientos estratégicos en los cuarteles de los diferentes partidos políticos y precandidatos, que posiblemente tengan su ebullición en la segunda mitad del presente año.
Desde el Viejo Continente, al otro lado del océano Atlántico, se comienza a ver con cierta preocupación el desenlace electoral del año próximo, en el país iberoamericano. Y más si tenemos en cuenta que uno de los principales outsiders es el izquierdista Gustavo Petro, quien no le hace ascos al madurismo, en la línea de otros gobiernos de la región que no solo no están dispuestos a que en Venezuela se agiten vientos de libertad sino que al contrario, con su apoyo tácito o expreso apuntalan y consolidan a la dictadura chavista.
A ello hay que unir, la entente que Gustavo Petro y su Colombia Humana han tejido con su homónimo político en Europa, en concreto en España, Pablo Iglesias y su coalición Unidas Podemos. Un Pablo Iglesias, cuya salida abrupta del gobierno español a poco más de un año de haber asumido la Vicepresidencia, no solo es bendecida por Bruselas, con una UE que siempre ha estado vigilante de la deriva radical que el Gobierno de Pedro Sánchez podría tomar si aceptaba las imposiciones del Vicepresidente.
Hoy se puede decir, que es el propio jefe del ejecutivo español, sus ministros socialistas y el propio PSOE, quienes de momento respiran con no tener que aguantar los caprichos del aliado de Nicolás Maduro en España.
Un Gobierno español, cansado con que Pablo Iglesias les hiciese oposición ad intra del propio Gabinete, bien agitando a las calles, como se vio en el episodio del activista ultraizquierdista Pablo Hasél, a quien el propio Gustavo Petro, lo calificó de “poeta” criticando su entrada en prisión, a pesar de los múltiples delitos por los cuales fue condenado o bien tratando de promover proyectos legislativos y medidas imposibles de llevar a la práctica, como la llamada Ley de Vivienda que legaliza a los llamados okupas, haciendo él mismo dejación de sus labores de ministro en el área social en medio de la pandemia, dimitiendo de sus responsabilidades para presentarse a las elecciones autonómicas madrileñas y tratar de evitar así la desaparición de su partido y de su propia carrera política.
Un estilo el de Iglesias, provocador, hasta el punto de que no dudó el mismo día que anunció su candidatura a la Comunidad de Madrid, de tildar a los partidos de centro derecha y derecha de “criminales” y por tanto despreciando a los casi once millones de votantes de PP, VOX y Ciudadanos, empezando a llamar a tomar las calles y a la anarquía, en clara sintonía con el argumentario habitual que Petro utiliza en Colombia.
En Europa, hay temores fundados de que si Gustavo Petro accede al poder en Colombia, buscará miles de disculpas para que su mandato se extienda más del cuatrienio preceptivo, invocando claro está el bien de Colombia, justificando la medida de que o es él o el caos, en claro endiosamiento como vulgar dictador que se precie.
Preocupación alimentada por las manifestaciones a la periodista colombiana Vicky Dávila, directora del multimedia Semana, en una reciente entrevista en donde Petro transmitió esa sensación de pretender enrocarse en el poder, si es elegido. Eso sí, no dudó en expresar que si prosperaba un proyecto de ley de una serie de congresistas que pretendía alargar el mandato presidencial de Duque para hacerlo coincidir con el de los mandatarios locales, sacaría una vez más a sus huestes a las algaradas habituales, en las arterias principales de las ciudades colombianas. Ese proyecto de ley, nunca fue avalado ni por Duque ni por Uribe ni por el Centro Democrático, como colectividad política.
La izquierda, como es habitual, critica infundadamente lo que después acogen como premisa y forma de actuación propia. En román paladino, lo ancho para ellos y lo estrecho para los demás.
De ahí que en países como el Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y demás de la Europa liberal-conservadora, e incluso en la España no podemita, se esté empezando a ver como un futuro problema la posibilidad de que una Colombia tradicionalmente democrática pueda girar hacia el eje de influencia chavista.
Motivos de preocupación no les faltan. En Bruselas todos recuerdan el triste episodio acaecido en el Parlamento Europeo, en octubre del 2020, donde Petro con apoyo del Grupo Parlamentario GUE/NGL de la Extrema Izquierda europea (comunistas, verdes y radicales de izquierdas), sorprendentemente, tiró piedras sobre el desarrollo económico y la confianza inversionista internacional en Colombia, es decir contra el bienestar del país en general y la creación de puestos de trabajo para sus connacionales, al solicitar a los países y partidos políticos integrantes de la Eurocámara, la suspensión de los acuerdos comerciales entre la UE y Colombia, en claro ejemplo que a Petro no le disgusta fomentar la destrucción y la anarquía, con tal de justificar su ascenso al poder, del que Europa no tiene dudas que va a tratar de que no se limite al periodo presidencial de cuatro años.
Afortunadamente, la Eurocámara derrotó la propuesta de los minoritarios aliados en Europa de Petro y la izquierda colombiana, por un contundente resultado de 541 eurodiputados en contra frente 136 votos favorables a esa perniciosa suspensión pretendida.
Por ello no es baladí que desde diversas atalayas tanto europeas en general y españolas, en concreto, haya empezado a verse con cierto interés y esperanza, la idea de que en Colombia se fragüe una amplia coalición de centro derecha que impida que la anarquía y la pobreza que el social-comunismo de Petro abandera impere en el país cafetero, impidiendo su victoria en las urnas.
Varios amigos Congresistas españoles y Eurodiputados, conocedores de mi profunda vinculación con Colombia y Barranquilla, me están haciendo últimamente la misma pregunta: ¿quién es Alex Char? Si bien para ellos todavía es un tanto desconocido, ya comienza a sonar su nombre en Europa, como ejemplo de buen gestor político en su etapa de Alcalde de Barranquilla y como posible candidato a la Presidencia de Colombia que se enfrente a las políticas radicales de izquierda.
En los círculos políticos y empresariales europeos agrada que Alex Char sea una persona joven, pero con experiencia exitosa de gobierno, curtido en mil batallas y que puede ser el líder de esa amplia coalición antes referida que tanto necesita Colombia. Es demócrata, liberal, de centroderecha moderado, que cree no solo en la propiedad privada y en la libertad de empresa, sino también en el respeto y protección de los derechos humanos y sociales en general.
Se valora su espléndida labor como primer mandatario en la ciudad de Barranquilla, a la cual ha transformado y modernizado. Son reconocidos sus logros en materia de infraestructuras, movilidad, transporte, así como en la resolución de los problemas endémicos de acueducto, poniendo fin en gran parte a los famosos arroyos que anegaban de agua la ciudad con las lluvias, o su exitosa gestión en la atracción de inversión empresarial internacional en el distrito, con el consiguiente incremento de puestos de trabajo y calidad de vida para sus habitantes, etc.
A ello hay que unir, que Barranquilla y por ende el departamento del Atlántico gozan habitualmente de una gran estabilidad política, gracias al apoyo popular que obtiene su movimiento político en las diferentes citas electorales, no solo en su territorio sino también en toda la Costa Caribe colombiana, donde su influencia política es notoria, cuando no simplemente apabullante.
Desde que el cartagenero Rafael Núñez, quien promulgó la constitución colombiana de 1886 y fue el autor del actual himno de Colombia, ocupara el solio de Bolívar, ningún costeño más ha llegado a la Presidencia de la República. Alguno en estos años, lo ha merecido, pero la dinámica política, de rivalidad cachaco/costeña, posiblemente lo haya impedido.
Destaco sobremanera a una personalidad política que en las últimas décadas ha podido merecer la Presidencia o Vicepresidencia de la nación, me refiero al sabanalarguero Carlos Rodado Noriega, quien fuera ministro, gobernador, embajador y congresista constituyente, entre otras dignidades. El cual ha dejado impronta en las diferentes posiciones que ha desempeñado. Destaco su labor como gobernador, habiendo sido elegido el mejor del país durante su mandato y como embajador en España, pues su gestión llena de acuerdos y convenios favorecedores de la diáspora colombiana en España, todavía están vigentes.
Europa espera con optimismo que ese gran acuerdo de exalcaldes de Bogotá, Medellín y Barranquilla y de exgobernadores y fuerzas liberales, conservadoras y cristianas, fructifique.
Un acuerdo ambicioso que para su consecución y posibilidades de éxito necesita de la bendición y dirección del expresidente Álvaro Uribe y de su partido político, el Centro Democrático, el más importante actualmente en el país. Solo con Uribe como impulsor y aglutinador de esa amplia opción política puede tener éxito la misma, pues todavía el 40% de favorabilidad del Gran Colombiano, va a ser necesario y decisivo para evitar que la anarquía, la demagogia, la pobreza y la falta de libertad lleguen a Colombia en el 2022. Esa coalición sin los muchos votos, que todavía atesora Uribe estaría condenada al fracaso.
En Alex Char estaría la cabeza visible de esa gran coalición por la libertad y la democracia. Él ha demostrado su saber hacer y logros contrastados y que tanto necesita Colombia. En Europa ya lo empiezan a entender así.