Francisco Villacampa
Especialista en terrorismo internacional y profesor de Derecho Internacional Público de la Universitat Abat Oliba CEU
El 11 de marzo es el Día Europeo de Conmemoración de las Víctimas del Terrorismo en recuerdo a las víctimas de los atentados de marzo de 2004 en Madrid, que costaron la vida a 193 ciudadanos y en los que varios miles más fueron heridos. Cada año, desde 2005, la Unión Europea reconoce a las víctimas de las barbaridades terroristas.
Las víctimas del terrorismo ocupan un lugar muy destacable en las políticas que tiene la Unión Europea contra el terrorismo. La institución europea ha establecido un sólido marco jurídico para respaldar y proteger a las víctimas en toda Europa mediante, entre otros instrumentos jurídicos, la Directiva sobre los derechos de las víctimas y la Directiva relativa a la lucha contra el terrorismo. Asimismo es oportuno apuntar la creación, en enero de 2020, del Centro de Asesoramiento de la UE para las Víctimas del Terrorismo con el objetivo de asistir a los Estados miembros y a las organizaciones nacionales de apoyo a las víctimas mediante directrices y actividades de formación.
El aniversario del terrible atentado llega en un momento en el que el terrorismo yihadista continúa siendo una de las principales amenazas para la seguridad internacional. No se debe preterir que los terroristas yihadistas mantienen la capacidad de llevar a cabo, dirigir o inspirar atentados. Este peligro se hace patente con frecuencia en numerosas áreas geográficas del planeta como el Sudeste asiático, Oriente Medio, Sahel y el Cuerno de África.
En los territorios señalados operan numerosas organizaciones yihadistas relacionadas con alguno de los dos bloques en los que está dividido el yihadismo: por un lado Al Qaeda y por otro Estado Islámico. Si bien en estos momentos están divididos, sobre todo por la discrepancia de sus principales dirigentes con respecto a la estrategia a seguir para alcanzar sus objetivos, no es descartable que en el futuro puedan fusionarse. Si ello sucediese, la capacidad del yihadismo global para perpetrar atentados megaterroristas aumentaría considerablemente.
También se debe apuntar que no es sólo el terrorismo de cariz yihadista el que amenaza la estabilidad de las sociedades. Las acciones terroristas protagonizadas por grupos de extrema izquierda y extrema derecha son cada vez más habituales. Los últimos ataques inspirados en el racismo y en el supremacismo blanco son un claro ejemplo de la preocupación que generan estas organizaciones.
Pese a esta última tendencia, se debe reiterar que el principal foco de inquietud sigue siendo el terrorismo yihadista. En lo que concierne a Europa, en los últimos años, la mayoría de los atentados han sido perpetrados por personas radicalizadas en sus propios entornos, sin necesidad de acudir a territorios bajo control de organizaciones terroristas. En este sentido, cabe destacar que desde 2019 se puede dar por finalizado el desplazamiento de ciudadanos europeos a lugares de conflicto. En estos momentos, el peligro radica en los combatientes terroristas retornados y, en los que no han logrado retornar pero tienen intención de hacerlo. También representa un desafío la salida de prisión de aquellos que cumplían condenas por delitos relacionados con el terrorismo yihadista o que se han radicalizado en el propio centro penitenciario. Para evitar esto último es capital seguir potenciando las políticas y estrategias de prevención de la radicalización y del extremismo violento.
Las consecuencias de la COVID-19 también han impactado en la actividad terrorista. La crisis sanitaria ha originado una merma de recursos en la lucha contra el terrorismo para priorizar en la contención de la pandemia, al tiempo que las restricciones impuestas por motivos sanitarios pueden haber “limitado” las actividades de las células yihadistas.
© Todos los derechos reservados