María Muñoz
Analista de Artículo 30
En agosto de 2020 el expresidente estadounidense, Donald Trump, anunciaba que Emiratos Árabes Unidos e Israel llegaban a un acuerdo de normalización de relaciones. Al mismo tiempo, Sudán confirmaba que se encontraban en conversaciones muy avanzadas con Tel Aviv. Posteriormente, en septiembre Bahréin hacia público que había alcanzado un acuerdo particular con Israel. De este modo, el 13 de septiembre tuvo lugar en Washington DC la ceremonia de la firma de los Acuerdos de Abrahram, uno de los eventos más importantes de los últimos años en el ámbito de las relaciones internacionales.
Los pactos suponen un impulso sin precedentes para la paz en la región con un gran impacto en todos los actores implicados. Hasta el momento, sólo Jordania y Egipto mantenían relaciones diplomáticas con el Estado judío. Sin embargo, estos acuerdos de paz van un paso más allá con el fin de extender las relaciones entre los países firmantes a todas las capas de la sociedad (cultura, educación, tecnología) y se plantea como un acuerdo para el entendimiento mutuo.
Desde el punto de vista diplomático, puede definirse como la operación más brillante que haya tenido lugar en un escenario de Oriente Medio con mediación norteamericana. Washington supo aprovechar las dinámicas existentes en la región para instaurar un nuevo esquema que reorganizase los equilibrios, frenando así las aspiraciones expansionistas de Irán y la presencia de China y Rusia.
El enfoque estratégico se fundamenta en sacar de la ecuación a Palestina. Hasta el momento, para firmar cualquier acuerdo de normalización era imprescindible contar con su aprobación. De este modo los países árabes son liberados del compromiso con la causa palestina, eliminando así la posibilidad de que se vete cualquier tipo de pacto. Esto no quiere decir que se abandona dicha causa, pero sí que se deja en un segundo plano.
El inevitable acercamiento hacia Israel deriva de dos tendencias. Primero, por la disminución de los compromisos globales de Estados Unidos en la región durante los últimos años y la desilusión después de la euforia de las Primaveras Árabes. Por otro lado, para los países del Golfo, la caída de los precios del petróleo y escasez de recursos les ha forzado a diversificar sus economías e interesarse por las capacidades tecnológicas de Israel.
En cuanto a la nueva presidencia de Biden no se prevén grandes cambios de estrategia en la región. Sin embargo, en este aspecto sí que conviene resaltar el creciente posicionamiento de China en Oriente Medio. Estos pactos se han convertido en “tratados marco”, sentando las bases para futuros acuerdos. Por esa razón, países como Omán, Sudán y Marruecos han mostrado ya su interés por seguir la misma línea de negociaciones con Israel. Particular atención se debe prestar al caso de Marruecos ya que sus intereses y su agenda diplomática afectan directamente a España.
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