The Diplomat
La Embajada de Azerbaiyán conmemoró ayer con un webinar los terribles sucesos del Enero Negro que ocurrieron el 20 de ese mes de 1990 y que dejaron tras de sí la muerte de alrededor de 300 personas.
El tercer secretario de la Embajada azerbaiyana, Magsad Huseynov, dirigió el acto, que fue presentado por el especialista en la región, profesor y escritor Jesús Gil Fuensanta. El profesor destacó cómo los logros y la evolución de Azerbaiyán en los últimos tiempos han sacado del olvido las catástrofes de este tipo que ha sufrido el país y en la actualidad “a Azerbaiyán se la tiene mucho más en cuenta”.
Ante la pregunta de si existía el temor por parte del pueblo azerbaiyano de las injerencias de grandes potencias que rodean su territorio, el conferenciante señaló que “Azarbaiyán ha firmado muchos acuerdos de colaboración y políticos con organizaciones internacionales que avalan su importancia a nivel mundial, lo que hace que sea un Estado muy fuerte y con entidad propia”.
La disputa del Alto Karabaj fue uno de los mayores desencadenantes del «enero negro», ya que en 1988 los armenios aumentaron sus actividades para separar el área del Alto Karabaj de Azerbaiyán, y en diciembre de 1989 el Consejo Supremo de la República Soviética de Armenia decidió anexar el Alto Karabaj a Armenia. Azerbaiyán reaccionó ante la decisión con multitudinarias manifestaciones en Bakú. Los azerbaiyanos acudieron en masa a la Plaza Azadliq protestar contra el gobierno soviético y contra las crecientes demandas de tierra de los armenios.
Las continuas manifestaciones perturbaron la gestión soviética y se tomó la decisión de desplegar el Ejército en Bakú. La gente bloqueó los caminos de entrada de la ciudad y cerró el frente de las unidades militares en Bakú. Primero, el 19 de enero de 1990, el proveedor de energía de la televisión azerbaiyana fue bombardeado por la inteligencia soviética. En las horas de la tarde, 26.000 soldados del Ejército soviético ingresaron con vehículos blindados a Bakú desde cinco direcciones. El Ejército soviético entró en la ciudad y le disparó a los civiles desarmados, que intentaron detenerlos. Tanques y vehículos blindados pesados pasaron sobre las personas, mientras se abrió fuego a las ambulancias y autobuses de pasajeros. Esa noche, 130 civiles perdieron la vida en Bakú. El Ejército soviético continuó la masacre en otras ciudades como Neftchala y Lankaran, al sur del país, y un total de 147 civiles murieron el 20 de enero. Unas 744 personas resultaron heridas en los incidentes, mientras que unas 400 fueron detenidas por el Ejército soviético.