Pablo Paillole
Artista
Cerramos 2020. Si hubiera que resumir este año con una palabra, sería el ‘esperpento’. ¿Quién lo diría? Resulta que el 2020 es el centenario de aquel peculiar género literario caracterizado por su deformación grotesca de la realidad.
El Esperpento se forjó como género literario con ‘Luces de Bohemia’ (1920). Fue el pionero el dramaturgo gallego Ramón María del Valle-Inclán quien, empleando su caricaturesco sentido del ridículo para contar las tragedias de sus personajes, retrató el contexto socio-político de la Restauración Borbónica (1874-1923) en España. Sus protagonistas, el escritor Max Estrella y su ‘perro fiel’ Don Latino de Hispalis, deambulan por un Madrid absurdo, pobre y hambriento. Basta con mirarse en los espejos cóncavos que cuelgan a día de hoy en el céntrico Callejón del Gato para transportarnos un siglo atrás… ¿o no?
Tal vez nuestro Madrid actual, azotado por la pandemia, no sea tan dispar respecto al decadente paisaje urbano que dibujó en su día Valle-Inclán. Con esto en mente, cabe preguntarse ¿en qué se manifiesta hoy el esperpento? ¿Cuánto hemos aprendido de la literatura y cuánto nos queda por aprender? Para averiguarlo, me propuse buscar vestigios del esperpento en el Madrid actual, y comprobé que no se tarda en encontrar el rastro de la deformación valleinclaniana paseando por la ciudad o encendiendo la televisión. En la pequeña pantalla podemos apreciar – con el mismo sentido del ridículo que Valle – cómo nuestros inútiles políticos manejan la partitocracia española con la alternancia heredada de Cánovas y Sagasta durante la Restauración.
Las frases sentenciadoras de los hipócritas personajes de Valle-Inclán resuenan en 2020 como lo hicieron hace un siglo: «¡Está España buena!» afirma irónicamente el librero – estafador a la par que católico – ZARATUSTRA (pag. 55); «En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero», denuncia EL PRESO catalán (pag. 100); y «los ricos y los pobres, la barbarie ibérica es unánime», se lamenta el ciego escritor MAX ESTRELLA. Según Joaquín del Valle-Inclán, nieto del dramaturgo, ‘Luces de Bohemia’ es «un grito de protesta y denuncia contra una sociedad cuyos valores han desaparecido y que ha convertido el mundo en ‘un esperpento’: el absurdo comentario de un borracho.» Conviene recordar que hoy en día, muchos de los gritos de protesta tradicionalmente literarios se han rendido ante los ciento cuarenta caracteres del formato Twitter.
Resulta evidente que el 2020 nos deja un sinfín de escenas esperpénticas; la mayoría a través de pantallas digitales, todo hay que decirlo. Haciendo memoria, pienso en las niñas de dieciséis años que agredieron a ciudadanos latinoamericanos en el metro. Les escupían y gritaban frases xenófobas sacadas de contexto provenientes de ‘La que se avecina’. Pues esto no fue más que una vulgar anécdota, comparado con la imagen del icónico Palacio de Hielo de Madrid convertido en una morgue improvisada para almacenar a los miles de fallecidos diarios durante el pico de la pandemia. A pesar de todo, una amplia mayoría de dirigentes políticos nos demostraron con acciones su falta de responsabilidad, respeto y empatía al proyectar sus intereses por encima de nuestras necesidades reales en los momentos más críticos del siglo XXI hasta la fecha.
También he recopilado mis propias imágenes esperpénticas, ya sea en forma o contenido. De todas ellas, me quedo con la estatua de Cibeles mirando fijamente (como no podría ser de otra manera) el monumento en recuerdo de las víctimas de la pandemia. Se trata de una pieza circular de acero negro sobre la cual prende una llama que parece deformar a lo lejos la icónica Puerta de Alcalá al puro estilo Valle-Inclán: una metáfora perfecta. Por su parte Cibeles, la diosa de la tierra, la fertilidad y el renacer, parece observar estas llamas muy reflexiva. Resulta que ha visto a España quemarse y renacer de sus cenizas en muchas ocasiones, ¿tal vez demasiadas? Durante la guerra civil española, la Cibeles asomaba impotente la cabeza entre toneladas de escombros que se colocaron estratégicamente a su alrededor para evitar su destrucción por los bombardeos. También observó inmóvil el desfile de la victoria franquista y, con una mirada expectante, la inestabilidad e incertidumbre que se respiraba durante la Transición. Hoy ella respira más tranquila porque ya está curada de espanto. Como Valle-Inclán, tal vez tenga algún consejo que darnos de cara al año nuevo.
Mientras tanto, a pesar de todas las lecciones que nos lleva dando la literatura desde hace tanto tiempo, en España siguen faltando acuerdos y sobrando egos. ¿Quién lo diría?
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