El deporte profesional está cogiendo un cariz desde hace décadas, en el que mucho de los agentes involucrados no lo ven como una actividad física, sino más bien como un auténtico negocio.
Como cualquier actividad mercantil, lo que se busca es maximizar el beneficio generado en su desempeño, pero ello, en la primera división del fútbol español alguna de las decisiones que se toman no van en favor del deporte en sí, sino de aumentar más el beneficio generado.
Hay que partir de la base que la asociación que compone LaLiga como conglomerado es una empresa, como podría ser otra dedicada a otra actividad laboral cotidiana. Como en cualquier mercado la competencia es máxima. En el caso de la Liga Santander, esa rivalidad viene protagonizada por otras competiciones del viejo continente, especialmente la Premier League inglesa, la Serie A italiana y la Bundesliga alemana.
Las actuaciones de todas ellas van en el camino de diferenciarse respecto a sus otros torneos para así conquistar a millones de aficionados al fútbol de otros lugares del planeta, que les encanta disfrutar de su disciplina elevado a la máxima expresión.
Por ello, el tema de los horarios de la celebración de los partidos cada jornada, es uno de los principales conflictos que se hacen patentes entre lo económico y lo deportivo. Esta disonancia es difícil de cumplir satisfactoriamente en los dos polos, por lo que es necesario decidir cúal de ella se potencia más, y en una economía de mercado como esta, es claro la que se ha elegido por parte de los dirigentes.
La infinidad de horarios y de días en los que se disputa cada jornada en la liga española, ha hecho que la afición que acuda a los estadios pase a un segundo plano, poniendo más en valor que equipos como Real Madrid, FC Barcelona o Atlético de Madrid – los tres equipos favoritos para ganar la Liga – puedan disputar sus encuentros en horarios acordes para que el cambio horario permita a aficionados asiáticos, americanos u oceánicos, hacerse fieles de la liga española y sumarse a este fenómeno fan que no tiene límites.
Lo cierto es que la competición española está perdiendo recorrido con respecto a la Premier League, de ahí las medidas más drásticas que se están implementando en las últimas temporadas.
El aumento de las audiencias exponencialmente cada curso, hacen que los derechos televisivos muevan cantidades ingentes de dinero. Cifras mareantes que repercuten posteriormente en todos los agentes económicos involucrados en este producto, que cada vez ofrece mayores beneficios.
La dicotomía entre deporte y economía es muy difícil de aunar al mismo tiempo. El ejemplo de la Liga Santander es nítido, pero es aquí donde surge una cuestión, ¿es conveniente convertir una disciplina deportiva en una actividad económica al uso?