Jesús A. Garcia-Rojas
Analista de Política Internacional
Con la caída del Muro de Berlín -1989- y el colapso económico y político del régimen comunista soviético, ese mundo mediatizado por la rivalidad soviético-americana se transformó en unipolar y los Estados Unidos quedaron jugando solos, como potencia triunfadora y dominante.
Fukuyama escribió ‘El Fin de la Historia’ ante la pérdida de vigencia de cualquier debate acerca de los modelos en pugna hasta entonces. A partir de allí y hasta nuestros días, el mundo ha experimentado una etapa de relativa paz, crecimiento económico y estabilidad política. Sin embargo nadie estaba quieto. Cada pieza, cada actor de ese tablero de ajedrez global que es la geopolítica se ha estado moviendo en función de sus intereses y amenazas. La guerra convencional se transformó en terrorismo, tan tecnificado como cruel. Europa, cuya hegemonía finalizó con la Segunda Guerra Mundial, luce pálida en la periferia. Un nuevo escenario es evidente. La correlación de fuerzas ha cambiado. El centro gravitacional del poder mundial se desplaza ineluctablemente desde el Atlántico Norte al Pacífico Sur. Los americanos sienten un aliento vigoroso y potente que les sopla en la nuca y que viene de China.
En Chevy Chase, cerca de la estación Van Ness-UDC de la línea roja del Metro, está el famoso café-librería ‘Politics and Prose’, equivalente a ‘La Casa del Libro’ de Madrid. Ubicada en el 5015 de Connecticut Avenue, es lugar frecuentado por la crema de la intelectualidad washingtoniana. Una ordenada fila de lectores esperaba para comprar y hacer firmar el libro de moda: ‘Destined for War’ (Destinados para la Guerra) escrito por Graham Allison, analista político, asesor del gobierno americano y profesor en Harvard. En la portada un texto-llamada: ¿Puede Estados Unidos y China escapar de la Trampa de Tucídides? y el famoso diplomático Henry Kissinger agrega: «La Trampa de Tucídides identifica un reto cardinal en el orden mundial».
Tucídides, un soldado ateniense y cronista de su tiempo, es considerado el padre de la Historia como disciplina científica. Describió la Guerra del Peloponeso en un libro memorable. Atenas y Esparta se enfrentaron hace 2.500 años y al respecto deja caer el siguiente comentario: «Lo que hizo la guerra inevitable fue el surgimiento del poder de Atenas y el temor que éste fenómeno causó en Esparta».
En el libro del profesor Allison, el elemento central es China, su meteórico y multidimensional crecimiento nunca antes visto en la historia y cómo está impactando y creando confusión en el orden internacional y particularmente en Estados Unidos, país que ha sido el principal arquitecto y guardián de ese orden. La idea del surgimiento de otra potencia tan grande y fuerte, o incluso mayor, puede ser interpretado como un asalto o sorpasso que amenaza con desplazar a la potencia dominante actual. El libro se pasea por los últimos 500 años e identifica 16 casos en los cuales un poder emergente amenaza con desplazar a otro poder ya establecido. Doce de esos casos terminaron en guerra. Solo en cuatro oportunidades triunfó la paz. Por cierto, el primero de éstos cuatro casos que no terminó en guerra, fue la resolución de la rivalidad entre Portugal (amenaza) y España (poder establecido), con la intervención del Papa Alejandro VI, sus ‘bulas alejandrinas’ y el Tratado de Tordesillas en 1494.
Dimensionemos el impacto del crecimiento de China. En 1978, su población era de mil millones de habitantes y el 90% de ellas vivía por debajo del umbral de pobreza extrema (ingreso menor a 2 dólares diarios). Hoy, 40 años después, menos del 1% viven en esa condición. ¡En solo 40 años! Hace 25 años, China no aparecía en las Grandes Ligas de los países mas poderosos. Hoy está en primer plano y en algunas áreas ya ha sobrepasado a los Estados Unidos. China es el principal socio comercial de la mayoría de países asiáticos. Es la potencia con mayor presencia en África. En Latinoamérica la pisada china abruma y, a raíz del pretencioso onanismo diplomático de Trump y su multilateralismo eunuco, Europa comienza a acercarse en busca de refugio bajo la sombra amarilla.
Dificil de creer, difícil de ignorar
El crecimiento indetenible de uno. La reacción del otro. Aderezado con elementos como el patriotismo exacerbado, la arrogancia y la paranoia, conforman un coctel tóxico que podría llevar a esos actores a la mayor colisión de la historia y dar cumplimiento, una vez mas, a la ‘Trampa de Tucídides’, expresión acuñada por el profesor Allison y definida como la peligrosa dinámica que sucede cuando un poder emergente amenaza con desplazar a otro poder ya establecido, como Esparta amenazó con desplazar a Atenas; Alemania a Gran Bretaña y, hoy, China a Estados Unidos.
A la luz de los hechos, el líder mas competente y ambicioso en el escenario internacional de hoy, es el presidente chino Xi Jinping y no hay secretos en relación a lo que él quiere. Cuando se convirtió en Jefe de Estado hace seis años lo dijo, especificando objetivos y plazos: «En 2025, China debe dominar el mercado de las 10 empresas tecnológicas mas grandes del mundo, mercado automotor eléctrico, robots, inteligencia artificial y computación; en 2035, ser líder en todas las áreas de innovación, avance tecnológico y exploración espacial; en 2049, para celebrar los 100 años de la creación de la República Popular China, ser, sin lugar a dudas, el país numero uno del mundo, incluyendo unas Fuerzas Armadas que él llamó de combate y triunfo», valga decir, superioridad militar evidente y clara. China va muy bien en el cumplimiento de esos objetivos. Václav Havel lo describió así: «Todo ha sucedido tan rápido, que no hemos tenido tiempo ni siquiera para asombrarnos».
Es un halo de esperanza la reciente elección de Joe Biden, pues el mundo de hoy exige a sus líderes imaginación, creatividad, sentido común y coraje para hallar la manera de gestionar esa y cualquier otra rivalidad y evitar una guerra que nadie quiere y cuyas consecuencias catastróficas todos conocemos. Que no se cumpla el supuesto de la ‘Trampa de Tucídides’ también depende de estar informado de la historia.
George Santayana, filósofo español, nos dejó estas sabias palabras: «Solo aquellos que se niegan a estudiar y conocer la historia, están condenados a repetirla».
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