<h6><strong>Luis Ayllón</strong></h6> <h4><strong>La editorial Sial Pigmalión acaba de publicar el libro “Muchas vidas y un destino”, que recoge los relatos de 19 diplomáticos sobre sus experiencias en distintos puestos en el extranjero. Los coordinadores de la edición del libro -y autores de sendos relatos-, Jorge Hevia y Enrique Criado explican a The Diplomat que pretenden con esta obra.</strong></h4> <strong><em>Jorge Hevia</em>:</strong> En una reunión en que participábamos varios diplomáticos comentamos la posibilidad de poner de manifiesto en un libro algunos aspectos de la vida diplomática que no son tan conocidos, ni tan reconocidos, por la opinión pública. Es posible que la sociedad tenga una imagen bastante clara de lo que es hoy en día la Carrera Diplomática, como la tiene de los militares o de los funcionarios en general, pero siempre hay una serie de tópicos que no se corresponden con la realidad. Por eso, pensamos en pedir a algunos compañeros que cada uno contara alguna anécdota personal, en la que se pusiera de manifiesto la dureza, la complejidad, la tensión a la que muchas veces, tiene que hacer frente un diplomático profesional. Y dejando la puerta abierta a contar alguna situación original, insólita, que también son muy típicas en nuestra carrera y no se dan en otras profesiones. Siempre, dejando claro que no se trata de un ejercicio de lamento o de protesta, sino de intentar reflejar todos los aspectos de nuestro trabajo. <em><strong>Enrique Criado</strong></em>: Es lo que llamamos en la presentación del libro “la cara B de la Carrera Diplomática”. Porque existe una cara A que es la más conocida, sea justa o injusta. Nosotros queríamos alumbrar ese lado más oscuro, o bien la parte más de servicio público, la parte más insólita, y quitarle solemnidad a nuestro trabajo. <strong><em>The Diplomat</em>: ¿Por qué la imagen que tiene mucha gente en la sociedad española de los diplomáticos está asociada a actividades frívolas o a una continua presencia en cócteles, etcétera?</strong> <em><strong>EC</strong></em>: Creo que hay dos o tres razones. La primera, empezando por la autocrítica, porque ha habido compañeros que es eso lo que les ha gustado alimentar; es decir se asociaban determinadas situaciones de privilegios con un prestigio. La segunda, es que es una imagen que vende, en los medios de comunicación, en la literatura, en el cine…; se incide en los aspectos glamurosos y no en los momentos en que una persona está calladamente haciendo papeles tras su escritorio. La tercer es que, hasta ahora, no nos hemos tomado la molestia de explicar que somos un cuerpo de funcionarios como cualquier otro, que se dedica a trabajar, a veces, en condiciones muy complicadas. <em><strong>JH</strong></em>: Hay mucho tópico y mucho lugar común, también sobre otras profesiones, como los periodistas, los políticos, los empresarios… Hay que luchar contra esa imagen que, a veces tiene algo de verdad, pero que muchas veces es injusta porque es una caricatura de una profesión. <strong><em>TD</em>: Pero, como comentaban, ¿no tienen algo de culpa los propios diplomáticos?</strong> <em><strong>EC: </strong></em>En dos libros anteriores que escribí, siempre intenté quitarle hierro a la Carrera Diplomática y demostrar que somos un cuerpo más al servicio del ciudadano, con la idea de restarle solemnidad y un poco de tontería a nuestro Cuerpo. Mi frustración es que eso defrauda a la gente, porque parece que añoran que se fomente esa imagen, como si hubiera cierto anhelo del diplomático lejano. Nuestro afán es todo lo contrario: acercarlos a la realidad, como personas y como colectivo. <strong><em>TD</em>: La realidad es que ha habido diplomáticos que han escrito libros autobiográficos, memorias, etc, que iban en esa línea…</strong> <em><strong>EC</strong></em>: Es cierto. Y hay un público que espera eso y al que nuestro libro va a defraudar, porque va a demostrar que somos un grupo de gente más aburrido de lo que se imaginan, haciendo un trabajo más callado de lo que se imagina y con muchas más lentejas que caviar. <em><strong>TD</strong></em>: <strong>¿Con que problemas se encuentra un diplomático destinado en el exterior, que no son percibidos desde fuera?</strong> <em><strong>EC</strong></em>: Hubo una serie de televisión que se llamaba La Embajada, en la que el embajador llegaba en un vuelo privado para tomar posesión de su puesto. La primera en la frente. El embajador vuela como todo el mundo, en un avión comercial, en turista y según llega, a él o a cualquier otro diplomático de la Embajada, le toca hacer frente a una burocracia muy complicada, porque tiene que hacer coincidir los engranajes de la Administración española con los de la Administración del país al que va. Y luego, a nivel personal, tiene un coste tremendo para las parejas y para los hijos o incluso para los padres. Todos hemos vivido la situación de estar preocupados por unos padres que envejecen lejos del lugar donde tú estás o temer no llegar a verlos con vida; unos hijos a los que cambias de colegio constantemente; una pareja, cuya carrera profesional arruinas a medio plazo. El coste familiar es muy grande. Y esto, aunque hemos dicho al principio que no queremos llorar, lo hacemos todos con mucho gusto, pero también conscientes de lo que nos vamos dejando por el camino. <em><strong>JH</strong></em>: Es una carrera muy vocacional. Eso explica muchas veces, por ejemplo, que el diplomático no tenga muy fácil la salida a la empresa privada, porque es un generalista. Pero es lo que la gente quiere hacer, le gusta lo de estar en contacto con otros mundos, aunque es verdad que es una carrera muy sacrificada para la familia. No es fácil compatibilizar eso. <strong> </strong> <strong><em>TD</em>: En estos momentos en que los jefes de Estado y de Gobierno, los ministros de Exteriores, los mandatarios en general, están casi en permanente contacto por teléfono o las redes sociales, ¿son todavía necesarios los diplomáticos? ¿Qué hacen hoy los diplomáticos en una embajada?</strong> <em><strong>JH</strong></em>: En primer lugar, hay que decir que las Embajadas no son tan caras como se piensa. Muchas veces son solo una oficina con un grupo de gente bastante reducido y que hace toda una serie de funciones que no se pueden hacer en las redes sociales. Están al servicio de España y aseguran unas relaciones que tiene muchas veces un contenido enorme y justifican la presencia de ese aparato administrativo compuesto por la Embajada y una serie de agregadurías, que asegura esa relación fluida. Y luego, se encuentran al servicio también de la comunidad de españoles que están en esos países. Por ejemplo, el cónsul en Paris tiene una oficina de 18 o 20 personas y una comunidad española de 180.000 personas, que es más de lo que tiene Soria, donde el Estado cuenta con mucha más gente para atender a su población. Además, por mucha comunicación fluida que haya, siempre se necesitará funcionarios profesionales que hacen esa labor de acercamiento entre los dos países. <em><strong>TD</strong></em><strong>: Tal vez ha cambiado un poco el objetivo de los diplomáticos. Antes podría ser más político, mientras que ahora puede que predominen los aspectos económicos, culturales…</strong> <em><strong>EC</strong></em>: Las funciones han cambiado, pero en esencia es lo mismo. Lo que ha cambiado es el contexto, es el mundo. Un diplomático está para servir a su país, a sus ciudadanos y a sus empresas. Eso era válido hace cien años, o hace cincuenta, y lo es ahora. Se puede preguntar si en los tiempos de Twitter es necesario el diplomático, si funciona suficientemente bien Twitter como para prescindir de los diplomáticos. Pero, ya hemos visto qué cantidad de malentendidos se producen en las redes sociales. Y el diplomático es una persona que vive al pie del cañón en el país que sea y que permite ser los ojos, los oídos del Gobierno en ese sitio, y tener las texturas de donde esté. Las funciones siguen siendo las mismas, pero es que ha aumentado el caudal de relaciones, porque ahora mismo, donde se la juegan las empresas españolas, ya sean las del Ibex o las pequeñas y medianas, es fuera y no en España. El turismo también supone un porcentaje del PIB tremendo. Y todo eso que se ha multiplicado, lo hacemos con el mismo número de diplomáticos que había a principios de siglo, con lo cual, el trabajo del diplomático no ha ido a menos, sino que ha ido a más. Cierto que no será tanto de hacer de enlace entre el ministro español y el austriaco, por ejemplo, cuando estos se ven entre sí más que los propios diplomáticos, pero siempre hará falta un intérprete a pie de obra de que está pasando en ese sitio. <em><strong>JH</strong></em>: Además, el diplomático ya no es la oreja que Felipe II tiene ante Isabel I de Inglaterra. Hoy en día, un embajador que está al frente de una Embajada y de un equipo se tiene que dedicar a muchas cosas, no al limitado mundo de la visita del Rey aquí o allá, sino a temas económicos, culturales, deportivos. etc. Y eso es lo que hace, no sólo indispensable, sino fundamental, la existencia de una diplomacia que se dedica a reforzar los lazos entre los países. <strong><em>TD</em>: ¿Con que problemas se enfrenta la Carrera Diplomática en estos momentos?</strong> <strong><em>EC</em>:</strong> Hay una serie de problemas compartidos con el resto de la Administración; en muchas ocasiones falta de adecuación de los medios a los fines. Por ejemplo, en el Ministerio de Asuntos Exteriores, falta personal administrativo distinto de los diplomáticos, mientras que los objetivos cada vez son más ambiciosos. No siempre hay el acompañamiento necesario para estar en todos los frentes en los que queremos estar, porque faltan medios humanos, etc. El número de diplomáticos es razonable, porque cada año se suelen incorporar el mismo número de personas que se jubila, pero sí se nota una ausencia de personal que, por distintos motivos, prefiere prestar servicio en otros Ministerios antes que en Exteriores. <em><strong>JH</strong></em>: Yo diría también que, como el diplomático se mueve en el mundo internacional, los problemas que afronta ese mismo mundo, de cambios vertiginosos, de una intensidad espectacular en los intercambios de todo tipo, No es lo mismo que había hace 50 o 100 años. Con lo cual, toda esa estructura que se montó y que ha ido creciendo, debería estar hoy a la altura de la intensidad de esos cambios que se producen en todos los campos de la vida internacional.