Embajadores de Luis XIV, primeros ministros de Felipe V

Eduardo González

 

“Es necesario que el embajador de Su Majestad sea ministro del Rey Católico; que, sin tener el título, ejerza las funciones; que ayude al rey de España a conocer el estado de sus asuntos y a gobernar por sí mismo”. Las instrucciones de Luis XIV al conde de Marcin, su representante en Madrid, concluyen con un contundente: “Nada debe quedar oculto en España al embajador de Francia”.

 

La implicación de Luis XIV en el conflicto sucesorio español formaba parte de un proyecto hegemonista cuyo punto de partida era la unión de las dos coronas borbónicas, la francesa y la española, en la persona de su nieto Felipe de Anjou, futuro Felipe V de España e incluso presumible futuro rey de Francia.

 

En ese contexto, el celebérrimo Rey Sol optó por disponer de todos los mecanismos necesarios para controlar directamente tanto la vida privada como la política de Felipe V. Y dentro de esos mecanismos, los agentes más fiables de Versalles fueron sus embajadores, en particular Henri d’Harcourt, el conde de Marcin, el cardenal César d’Estrées y Michel-Jean Amelot, verdaderos primeros ministros del primer Borbón español, como ha estudiado con sumo detalle el historiador José Manuel de Bernardo Ares.

 

El caso de Marcin es particularmente significativo. El nuevo embajador se presentó en La Zarzuela en agosto de 1701 con el encargo expreso de Luis XIV de reformar a fondo el sistema de gobierno en todos los órdenes: “la guerra, el comercio, la administración de las finanzas y la justicia”. Para ello, una de sus medidas más importantes fue impulsar el Despacho, una especie de consejo de ministros que ejercía de verdadera delegación de Versalles y entre cuyos miembros figuraba, y muy destacado, el propio Marcin.

 

El otro gran ejemplo fue Michel-Jean Amelot, embajador entre 1705 y 1709, el cual, sobrepasando hasta el infinito las labores que le correspondían, participó muy directamente, siempre a instancias de Luis XIV, en la puesta en marcha de las reformas institucionales, administrativas y económicas que permitieron la configuración de una monarquía centralizada y unitaria al estilo francés, contrapunto de la monarquía compuesta y fuertemente descentralizada que imperaba con los Austrias.

 

Su caída en desgracia le llegó con los desastres bélicos de 1709 en la Guerra de Sucesión, cuando Luis XIV dejó a su suerte a su nieto y éste optó por apartar a Amelot del poder y relegarlo a las funciones propias de un embajador.

 

 

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