<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>La Embajada de España en Bogotá asumió la representación diplomática de la colonia japonesa residente en Colombia durante la Segunda Guerra Mundial, después de que Estados Unidos obligara a cerrar la representación nipona en el país en represalia por el ataque a Pearl Harbour.</strong></h4> Según recoge un estudio del profesor <a href="https://thediplomatinspain.com/wp-content/uploads/2020/07/3054-10266-1-PB.pdf" target="_blank" rel="noopener noreferrer"><strong>José Ángel Hernández García</strong></a>, de la Universidad de La Sabana (Bogotá), una parte importante de la colonia japonesa en Colombia se concentraba en la finca El Jagual, en el Departamento del Cauca, y estaba formada por personas procedentes de la isla de Kyushu, que llegaron al país sudamericano a lo largo de los años veinte y treinta del siglo pasado gracias a una iniciativa del propio Gobierno japonés para paliar el excedente demográfico. Los recién llegados eran básicamente agricultores que, por su gran laboriosidad, fueron muy bien acogidos por la población local, con la cual, por otra parte, apenas se relacionaban. En 1940, la colonia estaba asentada prósperamente y mantenía muy buenas relaciones con sus vecinos colombianos. Con el estallido de la <strong>Segunda Guerra Mundial,</strong> Estados Unidos y Reino Unido empezaron a presionar al Gobierno neutral de Eduardo Santos para que extremase la vigilancia sobre los ciudadanos de Alemania, Italia, Japón e incluso España (país neutral pero cuyo régimen franquista mantenía buenas relaciones con las potencias del Eje) residentes en Colombia, a los que se consideraba una <em>Quinta Columna</em> de las potencias del Eje. La vigilancia sobre los ciudadanos y la Embajada de Japón comenzó en 1939, al poco de comenzar la guerra, pero el verdadero punto de inflexión se produjo en diciembre de 1941, cuando los aviones japoneses atacaron en <strong>Pearl Harbour</strong>, en las islas Hawai, la principal base naval norteamericana en el Pacifico, lo que condujo a la entrada de Estados Unidos en la guerra. En estas circunstancias, Colombia (en coordinación con Estados Unidos y otra decena de países del entorno) decidió romper relaciones con Japón, expulsó a la representación diplomática del Imperio del Sol Naciente y detuvo y concentró a todos los japoneses en un hotel de la ciudad de Fusagasugá, en Cundinamarca. Por ese motivo, <strong>el embajador japonés decidió buscar un país amigo para que se encargase de defender los intereses de sus compatriotas en Colombia y eligió a España</strong>. El ministro plenipotenciario de la Embajada de España en Bogotá, <strong>Gonzalo de Ojeda y Brooke</strong> (hijo de Emilio de Ojeda, embajador ante la Santa Sede y ministro de Asuntos Exteriores en 1906, y padre de Jaime de Ojeda, embajador ante la OTAN entre 1983 y 1985 y en EEUU entre 1990 y 1996), asumió oficialmente la protección de los intereses japoneses el 30 de enero de 1942. Para garantizar la viabilidad económica de esta misión (España estaba prácticamente en ruinas tras la Guerra Civil), Japón hizo llegar remesas de dinero al Palacio de Santa Cruz, la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid. <h5><strong>Filipinas y el fin de la protección</strong></h5> En 1942, el Imperio de Japón conquistó las islas <strong>Filipinas</strong>, antigua colonia de España y donde residía una importante colonia española. En 1945, durante la campaña norteamericana de recuperación del archipiélago, las fuerzas japonesas desarrollaron una estrategia de tierra quemada y de uso de escudos humanos que incluyó, en febrero de 1945 (y con el general Douglas MacArthur a las puertas de Manila), el asalto del consulado español, donde asesinaron a cerca de 60 refugiados, y la masacre de casi cuarenta franciscanos. Las noticias causaron un gran revuelo en España, cuyo Gobierno había empezado, además, a bascular en favor de los Aliados, que ya se anunciaban como el bando vencedor en la Guerra. <strong>El 11 de abril, el Consejo de Ministros español decretó la ruptura de relaciones con Japón y el 24 de marzo ordenó a la legación española en Bogotá que pusiera fin a su labor de protección de los ciudadanos japoneses en Colombia. </strong>“Muy señores míos, pongo en conocimiento de ustedes que por orden de mi Gobierno, esta legación ha cesado en la protección de intereses japoneses en Colombia”, escribió Gonzalo de Ojeda a los japoneses internados en Fusagasuga. Tras unas fallidas gestiones con Suecia, Suiza asumió finalmente la representación de los intereses japoneses en Colombia. De Ojeda se libró así de una responsabilidad que había empezado a afectar a su salud (su expediente personal informaba de que había sufrido hasta cuatro infartos “por la altura y la protección” de los ciudadanos japoneses, italianos y alemanes, aunque él mismo reconoció en una carta a su hermana que la protección a los japoneses “era la que menos trabajo me daba”). En 1946 concluyó su misión en Colombia y fue destinado, curiosamente, a Tokio (ya bajo ocupación militar estadounidense), también como ministro plenipotenciario.