Embajador José María Liu
Representante, Oficina Económica y Cultural de Taipéi en España
Mientras la comunidad internacional se defiende de la inesperada amenaza que ha supuesto la Covid-19, de consecuencias todavía impredecibles, un nuevo virus tanto o más peligroso que aquel se extiende por el mundo sin control, amenazando la salud democrática del planeta. Su origen es en este caso claro y evidente: la promulgación, por parte de China, de la Ley de Seguridad Nacional impuesta en Hong Kong, que supone un duro golpe a las libertades y un claro intento de acabar con cualquier atisbo de democracia no solo en la ex colonia británica, sino en todo el mundo.
Como ocurre con la Covid-19, las consecuencias de este virus antidemocrático no se limitan a una única zona del mundo, sino que se trata de una pandemia de consecuencias impredecibles, que amenaza no solo a los hongkoneses, sino a la salud democrática del mundo entero. Y de manera especial a la de Taiwán.
La naturaleza vaga y amplia de la Ley de Seguridad Nacional permite al régimen chino aplicar severas sanciones a prácticamente cualquier persona de manera arbitraria, lo cual acaba definitivamente con el compromiso de dotar a Hong Kong de un alto grado de autonomía hasta 2047. El artículo 38 de la ley estipula que se aplica a los delitos cometidos por personas fuera de la región, incluso si esas personas no son residentes en Hong Kong. Se trata de una Ley pensada para ser aplicada en general a cualquier actividad que el régimen considere como secesionista, con respecto a cualquier territorio que sea reclamado por Pekín. Ello supone, claramente, una llamada de atención al resto del mundo y, sobre todo, una alusión directa a Taiwán.
Durante más de medio siglo, Taiwán se ha mantenido firme como un baluarte frente a los intentos de China de socavar la democracia, el derecho internacional y los derechos humanos. La supervivencia de un Taiwán democrático que ocupe la primera línea de defensa ante la expansión hegemónica de China ha sido y sigue siendo crucial. Pero China pone ahora atención en limitar todo lo posible la capacidad de Taiwán para relacionarse con Hong Kong, y exige que los funcionarios taiwaneses de las Oficina de Taiwán en Hong Kong firmen una declaración de “una china” para poder permanecer en la excolonia, una manera de presionar claramente a Taiwán para que cierre su consulado de facto en la ciudad.
En respuesta a la Ley, Taiwán ha elaborado un Proyecto de Ayuda Humanitaria a Hong Kong y ha creado una Oficina de Servicios e Intercambios Taiwán/Hong Kong que proporciona la ayuda necesaria a los hongkoneses que la soliciten.
Taiwán se siente cada vez más amenazado en todos los frentes. En las últimas semanas, China está intensificando cada vez más el envío de aviones militares cerca de Taiwán, lo cual se ha convertido ya en un hecho prácticamente diario, en lo que parece ser claramente un aumento de su amenaza de usar la fuerza para tomar la isla. Nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Joseph Wu, ha sido muy claro al afirmar con rotundidad que la sociedad internacional tiene la obligación de mandar a China una señal suficientemente clara para evitar su escalada hegemónica. Si no, China considerará que puede hacer lo que quiera en cualquier parte del mundo.
La Ley de Seguridad Nacional muestra claramente que la fórmula “un país, dos sistemas” prevista por China para Hong Kong ha fracasado rotundamente. El uso de un gobierno autoritario por parte de China para pisotear la democracia y los derechos humanos evidencia que la autocracia y la democracia son incompatibles, y que lejos de detenerse, China se encamina hacia un inevitable choque ideológico que agrede los valores del mundo libre.
Los hechos nos están demostrando que el mundo se enfrenta a una nueva pandemia y, como tal – bien lo sabemos ahora, por los acontecimientos que desgraciadamente estamos viviendo con la Covid-19– necesita de la implicación de toda la comunidad internacional para ser erradicada.
Si la sociedad internacional no adopta contramedidas, Pekín tratará de extender su sistema autocrático todavía más y reorganizar el orden internacional a su antojo. La proclamación de esta Ley de Seguridad Nacional es la gota que colma el vaso, y desde Taiwán pedimos a la comunidad internacional que reconozca la verdadera naturaleza de este régimen autocrático y participe en una oposición concertada antes de que sea demasiado tarde.
Al defender la libertad y la democracia de un pueblo, estamos inherentemente defendiendo la libertad y la democracia de todos los pueblos del mundo. No adoptar las medidas necesarias en este crucial momento, tendrá un coste incalculable para Hong Kong, luego para Taiwán y, finalmente, para todo el mundo.
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