<h6><strong>The Diplomat</strong></h6> <h4><strong>La Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES) ha lamentado la renuncia de Estados Unidos a asumir el liderazgo internacional en la lucha contra el COVID-19, una actitud que podría tener un efecto “muy negativo” en la credibilidad de la relación transatlántica y beneficiar a China ante la comunidad internacional, a pesar de haber sido el origen del coronavirus.</strong></h4> <strong>“Una de las características que distinguen la pandemia del coronavirus de otras crisis globales es que, por primera vez, Estados Unidos no ha asumido el papel de liderazgo mundial en la respuesta”</strong>, advierte un estudio del <strong>Grupo de Análisis FAES</strong>, publicado ayer y titulado <em>Estados Unidos, la OTAN y el COVID 19. La potencia indispensable que no ha comparecido.</em> <strong>“A diferencia de lo que ocurrió con el surgimiento del SIDA, de la gran recesión de 2008 o del virus del ébola en 2014, Estados Unidos ha abdicado de esa responsabilidad y lo que ha prevalecido en su Administración ha sido cómo encajar lo que supone esta crisis de salud pública en el paradigma del <em>America, first</em>”</strong>, prosigue. <strong>“Con ello, la relación transatlántica ha sufrido de nuevo un efecto muy negativo en su credibilidad, lo que hace más necesario, pero no más fácil, seguir apostando por su continuidad y su fortalecimiento”</strong>, añade. Respecto a las vías para mantener y reforzar la <strong>relación transatlántica</strong>, la FAES recuerda que, el pasado 23 de marzo, las Fuerzas Armadas españolas solicitaron ayuda oficialmente al Centro de Coordinacion de Respuesta a Desastres de la OTAN y el Ministerio de Defensa remitió una lista especificando las necesidades urgentes en material sanitario y de protección personal para el Ejército español y la sociedad civil. “Aunque la OTAN no dispone de stocks centralizados para distribuir inmediatamente entre los países aliados, procedió a urgirles a responder a los requerimientos españoles”, advierte la fundación. Aparte, el presidente del Consejo Atlántico, Frederick Kempe, instó el pasado 14 de marzo al presidente norteamericano, Donald Trump, a “invocar nada menos que la cláusula de seguridad colectiva de la Alianza Atlántica, plasmada en el famoso artículo 5 del Tratado fundacional de Washington, que prevé una respuesta colectiva frente a un <em>ataque armado</em> contra uno de los aliados”. A juicio de Kempe, la activación de esta cláusula por parte de Trump hubiera supuesto “un poderoso gesto de liderazgo internacional norteamericano en un momento de cuestionamiento y debilidad del vínculo transatlántico”. En su análisis, la FAES reconoce que “se antoja discutible la idoneidad e incluso la eficacia de combatir una epidemia global como la del COVID-19 invocando una cláusula de seguridad colectiva, prevista para responder mancomunadamente a un ataque armado de un tercero contra un aliado”, lo cual, “evidentemente, no es el caso en la pandemia de coronavirus que asola muchos países, miembros o no de la Alianza”. No obstante, añade, en la Alianza “se podrían invocar las consultas políticas, recogidas en el artículo 4 del Tratado de Washington, con vistas a intercambiar información, compartir experiencias y acordar estrategias conjuntas para combatir la insidiosa epidemia. Esto es, para articular una respuesta coordinada más eficaz y solidaria entre los aliados”. En todo caso, prosigue el estudio, <strong>“si se pretende que Washington asuma finalmente la posición de liderazgo mundial que le correspondería, tal como hizo en la Gran Recesión de 2008 o en la epidemia del ébola de 2014, entonces quizás lo más idóneo y oportuno habría sido que el presidente Donald Trump hubiese actuado como el catalizador de los esfuerzos de la comunidad internacional para hacer frente al COVID-19 a través del G-7, o aún mejor del G-20, y hombro con hombro con la Unión Europea”</strong>. “No haberlo hecho ha significado, entre otras consecuencias, <strong>dejar abierto el terreno para que China –pese a ser el origen del coronavirus, y su modelo político un régimen autoritario y centralizado– aparezca a los ojos de la comunidad internacional como el referente eficaz y resolutivo en la gestión de esta crisis global</strong>, que cuando cese de ser sanitaria será económica, financiera, social y política. Y probablemente también civilizacional”, lamenta la FAES. “El activismo chino con las estrategias de desinformación dentro de esa 'batalla de narrativas' en la red –como la calificó el Alto Representante de la UE, Josep Borrell– puede tener un impacto real e indeseable”, concluye.