Alejandro Salamanca Rodríguez
Historiador
La migración irregular es un lucrativo negocio, tanto para los que la facilitan como para los que dicen luchar contra ella. Cada año, miles de personas recurren a los servicios de redes criminales que se ofrecen a facilitarles la entrada a suelo europeo a cambio de considerables cantidades de dinero. Cada año, la Unión Europea amplía la partida presupuestaria destinada a combatir las entradas ilegales en su territorio, mejorando la vigilancia de las fronteras terrestres y marítimas mediante misiones de vigilancia e instrumental avanzado. Al mismo tiempo, la imagen que los medios de comunicación presentan de la inmigración ilegal está muy distorsionada, lo que a su vez influye en los debates públicos y en las políticas que se adoptan. Por ejemplo, a pesar de que la mayor parte de inmigrantes irregulares en Europa llegan de forma legal por avión y simplemente se quedan más tiempo del permitido por sus visados ―algo sobradamente demostrado por la literatura científica sobre migraciones―, la atención política y mediática se centra en los cruces de fronteras ilegales, muchos de ellos facilitados por ‘mafias’ que se aprovechan de la ausencia de canales oficiales para migrar y de la desesperación de los inmigrantes para cobrarles verdaderas fortunas y hacerles cruzar el mar en embarcaciones precarias.
En las últimas décadas se ha producido una interesante paradoja relacionada con el control de la migración ilegal y las mafias: a medida que las autoridades europeas han ido aumentando la vigilancia en las fronteras, calles y medios de transporte, cada vez más migrantes han recurrido a los servicios de las mafias que facilitan la entrada a Europa. Jørgen Carling, un conocido especialista noruego en migración irregular, hablaba en 2015 del surgimiento de un círculo vicioso: las muertes de inmigrantes en el Mediterráneo provocan que los medios y la sociedad civil europea demanden medidas más efectivas para luchar contra las mafias de la migración ilegal. Las medidas contra la migración irregular se traducen en un incremento del control y la seguridad en el Mediterráneo, lo que hace que los inmigrantes no tengan más remedio que acudir a las mafias, pues emprender el viaje de forma independiente es casi imposible debido a la intensa vigilancia. Esto, a su vez, se traduce en menores garantías para los inmigrantes, ya que las mafias tienen un mercado cautivo y cada vez menos competencia, pues solo las organizaciones criminales con mayores medios y contactos a ambas orillas del mar pueden burlar los controles fronterizos. Las mafias aprovechan para subir los precios del viaje y reducir los gastos; las embarcaciones son cada vez peores y esto hace que aumenten las muertes durante el trayecto, lo que de nuevo vuelve a causar alarma en la sociedad europea, que exige medidas contra las redes de migración irregular…
A pesar de lo anterior, las mafias de la migración ilegal no son, al menos no todavía, organizaciones criminales trasnacionales, sino redes de colaboración informales entre pescadores, contrabandistas y narcotraficantes que buscan sacarse un dinero extra. Aunque en Italia algunas asociaciones mafiosas se han hecho con el control de los centros de recepción de migrantes y asilo, por lo general las ‘agencias’ que facilitan la migración irregular son relativamente independientes de otras redes delictivas internacionales. Estas agencias ilegales funcionan a través de la confianza: en los países de origen, personas de confianza de la comunidad, algunos de ellos antiguos migrantes enriquecidos, se ofrecen a facilitar el tránsito a Europa a aquellos que estén dispuestos a pagar. Los servicios incluyen alojamiento y protección durante la ruta hacia la costa y el cruce del Mediterráneo. A medida que los inmigrantes se alejan de su país de origen, la calidad de los servicios ofrecidos disminuye y la incertidumbre aumenta. No obstante, dado que el éxito de estas redes se debe al boca a boca, por lo general los migrantes son protegidos hasta que llega el momento de cruzar el mar. Es importante tener en cuenta que, aunque en muchas ocasiones los inmigrantes son engañados y abusados por las mafias a las que pagan, la mayoría de migrantes que recurren a estos servicios lo hacen de forma voluntaria, invirtiendo sumas muy considerables para poder llegar a Europa. En la mayoría de los casos nadie les obliga a migrar y, si pudieran, es muy posible que estas personas prefiriesen gastarse el dinero en migrar de forma legal y legítima. Las mafias solo ofrecen un servicio para el que hay una amplia demanda.
La paradoja de la lucha contra las mafias migratorias tiene difícil solución, al menos si se siguen planteando las mismas respuestas que hasta ahora. El aumento del control fronterizo solo hará que las mafias empleen medios cada vez más sofisticados, posiblemente a expensas de la seguridad de los migrantes. Aunque entre los usuarios de estas redes se encuentran muchos refugiados, debemos tener presente que quienes recurren a estas agencias de migración irregular no son meras víctimas, sino personas que han decidido arriesgar sus vidas y el dinero de sus familias para llegar a la Unión Europea. Por mucho que aumentemos la vigilancia, estas llegadas se seguirán produciendo, tal y como los datos y los estudios se empeñan en demostrar. Quizá sea el momento de probar nuevos enfoques en la política migratoria europea. De lo contrario, quienes quieran migrar y no puedan por vías legales seguirán gastándose fortunas en llegar irregularmente, mientras que la Unión Europea continuará invirtiendo cuantiosas sumas en impedir su llegada. Millones de euros cuyos únicos beneficiarios son las dos caras de la industria de la migración ilegal.
© Este artículo ha sido publicado originalmente en Atalayar