Pedro González
Periodista
La libertad y la democracia no son gratis. Lo saben bien los hongkoneses, que llevan más de un año de encarnizada lucha para evitar la aprobación de leyes que acabarían por reducir a papel mojado el lema de “un país, dos sistemas”, aquello que Pekín prometió a Hong Kong y Macao cuando el Reino Unido y Portugal abandonaron aquellas colonias.
Ese mismo lema es el que el actual presidente de la República Popular China promete a Taiwán para reunificar el país, escindido en 1949, desde que los nacionalistas de Chiang kai-shek se refugiaran en la isla tras su derrota en la guerra civil que perdieron frente a las fuerzas del Partido Comunista de Mao Zedong. Las últimas elecciones presidenciales y legislativas celebradas el domingo en la antigua isla de Formosa han demostrado que los chinos de Taiwán temen que lo que está ocurriendo en Hong Kong sea lo que les espera si aceptaran la oferta de Pekín.
El contundente triunfo de la presidenta Tsai Ing-wen, del Partido Demócrata Progresista (57,1% de los votos) frente a su competidor, Han Kuo-yu, del conservador Kuomintang (38,6%), expresa el firme rechazo a las presiones de la China liderada por el presidente Xi Jinping, tanto más cuanto que las amenazas de éste se habían recrudecido en los últimos años. Pekín ha acentuado las presiones internacionales, arrebatando a Taipei siete de los veintidós países con quién aún mantenía relaciones diplomáticas. Pero, sobre todo, ha intensificado la presión militar sobre la isla, un territorio de extensión similar a la de Galicia, sobre el que se asientan veintitrés millones de personas. Xi Jinping ha desplegado al otro lado del Estrecho de Formosa un potente dispositivo de misiles, y ha acantonado un numeroso contingente de soldados, con los que subraya su firme disposición a reconquistar la isla, por la fuerza de las armas si fuere preciso.
Los resultados electorales –el DPP ha obtenido también la mayoría absoluta en el Parlamento unicameral de 113 escaños-, constituye también una llamada de Taipei a la comunidad internacional, especialmente a la parte con la que comparte valores, especialmente Estados Unidos y la Unión Europea. Esta última, por boca del nuevo jefe de la diplomacia comunitaria, ya ha hecho un llamamiento al diálogo, un mantra que no oculta la decreciente influencia europea en el cada vez más enrevesado tablero internacional. En cuanto a Estados Unidos, Taiwán sigue siendo su gran portaviones en el Mar de China, pero la isla también puede ser una moneda de cambio en la fuerte disputa por el liderazgo en Asia de Washington y Pekín. Consciente de ello, es por lo que la renovada presidenta Tsai Ing-wen ha iniciado una ofensiva político-diplomática para aunar voluntades con los países al sur del Mar de China, todos ellos prácticamente disputando contenciosos territoriales con Pekín.
En todo caso, Xi Jinping dispone del arma que mayor mella puede hacer en Taiwán: la económica. Las tensiones entre ambas Chinas (Taiwan se denomina oficialmente República de China), si bien han cortado de raíz el fuerte aumento del turismo chino hacia la isla, no han impedido el desarrollo de una intensa actividad comercial, que se traduce en que más del 40% de las exportaciones taiwanesas vayan a la China continental. De hecho, Taiwán es uno de los pocos países del mundo que tienen superávit en la balanza comercial con Pekín.
Por si fuera poco, las inversiones taiwanesas en China suman cerca de 200.000 millones de dólares. Emplean a más de un millón de trabajadores, dedicados preferentemente a la fabricación de aparatos electrónicos para las grandes multinacionales, desde Apple a Hewlett-Packard.
Todo ello se traduce en una gran dependencia económica de Taiwán con respecto a Pekín. La renovada presidenta lleva más de dos años intentando diversificar tanto su comercio como sus inversiones, especialmente con Australia, Nueva Zelanda y Singapur, pero es muy improbable que pudiera compensar con ellos un hipotético corte con China. En todo caso, reducir o incluso desprenderse de esa dependencia económica es lo que demanda la aplastante mayoría de taiwaneses que le han dado la victoria a Tsai Ing-wen y al DPP. Todos ellos saben que Pekín no cejará en sus pretensiones de anexionarse la isla, y que se multiplicarán los intentos para socavar sus libertades democráticas. No han tenido que ir muy lejos, les ha bastado mirarse en el espejo de Hong Kong.
Este artículo ha sido publicado originalmente en Atalayar