Antonio Alonso Marcos
Profesor de la Universidad San Pablo CEU
Desde hace siglos, los estados han acudido a solicitar préstamos para poder afrontar las empresas que los dirigentes políticos del momento se marcaban, ya fuera una guerra, una expedición científica o una misión de cualquier otro tipo. Sin acceder a ese tipo de financiación los gobiernos no podrían haber llevado sus proyectos a cabo. En la actualidad, los mecanismos para extraer recursos financieros con los que poder desarrollar un país no han variado mucho: o impuestos o salir a los mercados financieros (a través de la emisión de deuda).
¿Un mecanismo peligroso?
Por supuesto, este mecanismo de la deuda tiene sus riesgos y sus problemas, siendo el principal de ellos que en el fondo consiste en cambiar dinero por promesas. La gran diferencia la marca, en este sentido, la perspectiva de estabilidad, es decir, la confianza que le merece un país al mercado financiero internacional. Si un país es suficientemente estable, si se comporta de manera razonablemente ordenada, si suele ser cumplidor con sus compromisos internacionales, no suele tener problemas para afrontar las deudas contraídas. De hecho, las agencias de calificación (Standard and Poors, Moody’s, Fitch, entre otros), elaboran cada cierto tiempo ratings que sirven como orientación para ver si hay perspectivas de que un país es fiable y se puede invertir sin mayores problemas en él o no.
El gran problema sería si el país no pudiera hacer frente a los pagos comprometidos en el tiempo establecido, pero si es un país rico en recursos naturales y en pleno desarrollo económico (que está expandiendo, además el sector servicios) como es el caso de Uzbekistán (donde el turismo está experimentando un despegue sin precedentes). De hecho, la calificación que le otorgaron por primera vez en 2018 S&P y Fitch la situaba entre Sudáfrica y Turquía, junto a países como Vietnam, Brasil o Georgia.
El caso de Uzbekistán
Como se ha dicho antes, el dinero recaudado por esta vía es “más caro” que el que se recauda vía impuestos, por lo que el gasto de este capital está más vigilado. De esta manera, lo más habitual entre los países desarrollados es que este dinero se gaste en invertir en infraestructuras o en otro tipo de necesidades que ayuden a impulsar el crecimiento económico del país. en resumen, se trata de un ingreso extra que se invierte de manera extraordinaria para generar ingresos mayores de lo habitual. No es dinero mágico, pero los estudios más serios señalan el fuerte potencial que tiene para generar riqueza y nuevos puestos de trabajo.
Un propósito en el que se suele invertir este dinero es la falta de inversión privada o de capital extranjero en las infraestructuras necesarias para el país. por decirlo con otras palabras, ese dinero recabado en el mercado financiero internacional no va destinado al pago de pensiones o gasto social ordinario del estado sino para proyectos que pueden generar más riqueza.
Para realizar los proyectos que el presidente Mirziyoyev puso en marcha desde 2016 necesita, obviamente, acudir a este tipo de mecanismos de financiación extraordinaria, que por otro lado es bastante habitual en los países más avanzados. Esto se hace para dinamizar la economía y ofrecer resultados positivos y tangibles a los ciudadanos, no sólo lindas promesas de bienestar.
De acuerdo con los estándares internacionales, los países se dividen en tres categorías: los países con capacidad baja, mediana y alta de servicio de la deuda. Hay que tener en cuenta que la deuda externa total de Uzbekistán (27.700 millones de dólares americanos) se compone de la deuda del estado (13.100 millones de dólares americanos) y la deuda del sector privado (7.500 millones de dólares americanos). Las deudas del sector privado se forman con los bancos comerciales y las empresas manufactureras, y no con el estado.
La deuda del estado (13.100 millones de dólares americanos) se compone de: a) obligaciones directas del estado (9.200 millones de dólares) dirigidas para financiar proyectos de energía, transporte, agricultura, construcción de viviendas, y también el programa del sector social (sanidad, educación etc.); y b) garantías del estado (3.900 millones de dólares) para obtener préstamos extranjeros destinados a financiar grandes proyectos con intereses bastantes bajos.
La deuda externa de Uzbekistán según los criterios internacionales tiene un nivel moderado (23,5% del PIB), especialmente si la comparamos con otros países de la antigua Unión Soviética: en Azerbaiyán es del 27%, en Bielorrusia el 33%, en Georgia el 38,7%, en Tayikistán el 38%, y en Armenia el 43,2%. Por otro lado, en el primer semestre de 2019 la deuda pública externa aumentó en 3.200 millones de dólares americanos debido a la emisión de los primeros bonos internacionales soberanos por un total de 1.000 millones de dólares americanos, de los cuales casi 900 fueron colocados en depósitos de bancos comerciales a través de una subasta, es decir basados en mecanismos de mercado, lo que no condujo a un aumento en los gastos del presupuesto estatal. Se puede decir que el estado atrajo (a través de bancos comerciales) recursos financieros a largo plazo (durante 5 y 10 años) a tasas de interés relativamente bajas que los bancos mismos no podían conseguir.
Esto permitió apoyar una alta actividad de inversión en todos los sectores de la economía relacionados con la construcción, expansión y modernización de las capacidades de producción, el desarrollo de nuevos productos, así como la expansión de los volúmenes de exportación.
Por último, hay que hablar de la fuerte presencia de China como tenedor de deuda soberana de muchos países, entre ellos EE.UU. o España. En el caos uzbeko, la proporción de China en la deuda estatal de Uzbekistán es de aproximadamente el 20% (unos 2.700 millones de dólares americanos) que no son créditos directos, sino garantías gubernamentales para la implementación de proyectos altamente rentables orientados a la exportación y a la sustitución de importaciones. Ese 20% es bastante más bajo que la presencia china en la deuda soberana de Kazajistán (11.000 millones de dólares americanos hasta abril de 2019), de Tayikistán (algo más del 40%) o de Kirguistán (en torno al 45% de la deuda externa con “Exim Bank of China”).
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