<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>El Instituto de Seguridad y Cultura presentó ayer en Madrid el libro <em>#Desinformación. Poder y manipulación en la era digital</em>, un documento que revela, entre otros temas, la implicación de la “gran maquinaria de desinformación rusa” en la crisis de Cataluña con el propósito de “legitimar la anexión de la península ucraniana de Crimea” y debilitar a la UE.</strong></h4> “La desinformación es tan vieja como la Humanidad, pero su amplificación a través de las nuevas tecnologías nos hace más vulnerables”, declaró <strong>el director del Departamento de Seguridad Nacional general Miguel Ángel Ballesteros</strong>, durante <a href="https://seguridadycultura.org/" target="_blank" rel="noopener noreferrer">la presentación del libro</a>, coordinado por <strong>Manuel R. Torres Soriano</strong>, profesor de Ciencia Política de la Universidad Pablo de Olavide, y editado por Comares y el Instituto de Seguridad y Cultura. El origen de las desinformación “no va más allá de 2013 o 2014”, ya que empezó a utilizarse en <strong>Crimea</strong> y continuó utilizándose en las campañas del <em>Brexit</em> y por la independencia de Escocia y en los dos referendos catalanes de 2015 y 2017 como parte de “la estrategia híbrida” de Rusia para “actuar en tiempo de paz y cuando el enemigo ni siquiera sabe que estás actuando”, prosiguió Ballesteros durante el acto, celebrado en la Asociación de la Prensa de Madrid. Al respecto, el informe indica, en su capítulo dedicado a Cataluña – firmado por David Alandete-, que desde que los medios estatales rusos Tass, Sputnik o RT empezaron a interesarse por este caso en 2014, <strong>“hay una cosa que la gran maquinaria de desinformación rusa buscaba en Cataluña: legitimar la anexión de la península ucraniana de Crimea y recordarle a la Unión Europea que el fenómeno del independentismo puede ser el principio de su fin”.</strong> Por todo ello, advirtió Ballesteros, “llevamos cuatro o cinco años de desventaja” para afrontar un problema que se basa, no en “la propaganda dirigida a consumidores pasivos, como la televisión”, sino en una <strong>“propaganda participativa" que “convierte al consumidor en el actor que difunde la propaganda”</strong>, para lo cual los promotores de la desinformación “evitan la disonancia y comparten sus mensajes con grupos afines”. Según Ballesteros, “lo peor no son las <em>fake news</em>, que son fáciles de desmontar salvo en casos de gran sofisticación”, sino la "subinformación", que “basándose en hechos reales, exagera unos aspectos y oculta otros para sesgar la información y crear un caldo de cultivo a la post-verdad”. Todo ello está contribuyendo a crear una <strong>“polarización política y económica” como estrategia para “debilitar a los Estados, crear problemas y evitar que haya un proyecto común que aglutine a la población”.</strong> Aparte, esta estrategia “no ayuda a las relaciones internacionales”, sobre todo “cuando un país se ve atacado desde el territorio de otro país, aunque no se pueda demostrar la implicación del Gobierno”. El caso más flagrante, recordó, son “las posibles interferencias rusas en las elecciones en Estados Unidos, no digo del Kremlin, pero sí desde territorio ruso”, que son “muy difíciles de atribuir”. Al respecto, Manuel Torres lamentó durante el acto que <strong>“la desinformación causa un coste muy bajo no sólo económico sino reputacional, ya que la capacidad de los Estados para negar la atribución es muy elevada porque es difícil encontrar pruebas, y los Estados siempre van a negar cualquier relación sin que les cree ningún problema”.</strong> Según Torres, <strong>Rusia mantiene esta estrategia “de manera sostenida desde hace décadas”</strong>, aunque, “desde hace unos años, sus operaciones de influencia son más agresivas y tiene una mayor tolerancia al riesgo". En cambio, <strong>China</strong>, “también produce desinformación”, pero la destina sobre todo a su ámbito regional. <h5><strong>Elecciones en España: impacto "mínimo" pese a la "desinformación sistémica" en Cataluña</strong></h5> En cuanto a su impacto en la vida política española más reciente, el general Ballesteros explicó que, de acuerdo con los datos del Departamento de Seguridad Nacional -que analiza todos los casos de noticias falsas que le remiten las distintas instancias del Gobierno-, <strong>en las tres convocatorias electorales de 2019 la desinformación ha sido "mínima". </strong> “No hay un incremento especial de desinformación, aunque sí casos concretos”, a pesar de la <strong>”campaña tremenda de desinformación sistémica” que se ha generado “en torno al Procès” </strong>y cuya “cola sí ha tocado algo” a las elecciones del pasado 10 de noviembre.