Víctor Arribas
Periodista
Sorprendente el eco tamizado que está teniendo en España y posiblemente en Europa lo ocurrido en el Estado Plurinacional de Bolivia, modelo de arquitectura territorial de dirigentes de nuestro país a punto de acceder al poder. La coincidencia con las elecciones generales y con el anuncio del acuerdo de gobierno coloca en plano secundario lo ocurrido en estos últimos días en el país del Altiplano, por grave e histórico que haya sido. El presidente del país, uno de los máximos activos y representantes del socialismo bolivariano del siglo XXI, ha huido por la mera indicación de la facción castrense del país, después de unas elecciones que no han supuesto el escándalo internacional que deberían haber provocado por la evidencia demostrada de irregularidades en el recuento, de paralización del mismo al antojo del líder cocalero, de manejo en interés propio de las instituciones democráticas del país. Lo dicho: resulta sorprendente comprobar cómo se produce con escasa repercusión el hundimiento de un régimen que durante muchos años ha sido considerado como un modelo y que todavía hoy (a falta de reacción actualizada) lo es para dirigentes políticos españoles en aquello del “Estado plurinacional”.
Las ciudades de Bolivia no están aisladas en el fenómeno que está sacudiendo América Latina este otoño de 2019. Perú, Chile, Ecuador, por supuesto Venezuela… Hay un descontento claro de la ciudadanía, una protesta transversal a las distintas ideologías, pero tapada por la evidente polarización que es un elemento común al mundo entero post-crisis económica. Desde Estados Unidos al Reino Unido, desde Italia a México, de España a la nueva Argentina de Fernández, los polos se extreman cada vez más y las sociedades parecen vivir momentos irreconciliables. No busquen polos opuestos en China o en Corea del Norte por motivos obvios. Pero en Latinoamérica la situación es doblemente preocupante, por el estado de las finanzas y la protección social de la sociedad en los países que la conforman, la mayoría de ellos arrasados por una interpretación del socialismo que una vez más se demuestra demoledor allá por donde consigue el poder por unos cuantos años. Dentro de todo este marco general, Bolivia ofrece particularidades dignas de estudio, máxime tras los acontecimientos vividos desde el pasado fin de semana.
Las evidencias del fraude electoral cometido por Evo Morales en los comicios del 20 de octubre movieron a salir a la calle hasta a sus correligionarios. Con el riesgo, es cierto, de que las protestas fueran capitalizadas por sectores conservadores que llevan años clamando contra las barbaridades económicas del amigo de Maduro. En todo el proceso, que fue interrumpido y reiniciado a conveniencia del inquilino Palacio Quemado, se detectaron graves irregularidades que llevaron a la Organización de Estados Americanos a emitir un extenso informe detallando esos fraudes innumerables. La democracia ha estado en juego con Morales y el Movimiento Al Socialismo al frente de Bolivia, mientras en Europa muchas corrientes ideológicas parecidas le han reído todas sus ocurrencias pagadas por el pueblo. Y en muchos casos, algo más que ocurrencias, auténticos abusos de poder: Evo acometió una cuarta reelección, iluminado por ese manto divino con el que se quisieron investir igualmente Chávez y su sucesor, u Ortega, o Correa, o los Castro, pese a la prohibición expresa de la Constitución Política del Estado, y desoyendo el mandato del pueblo en referéndum cuando en 2016 el 51,3 por ciento de los ciudadanos dijeron no a sus intenciones y rechazaron modificar la constitución, utilizando a los tribunales para conseguir sus intereses.
Ahora dice Evo Morales desde su exilio mexicano, proporcionado por un AMLO que ha corrido raudo a socorrerle, que en su país lo que ha ocurrido es un golpe de Estado, dando la vuelta una vez más a la realidad. La suya ha sido una huida de Estado, provocada por la sola sugerencia del ejército, que ha provocado la estampida del presidente, el abandono de sus funciones y el vacío de poder. El mando militar ha evitado males mayores, y ha defendido la democracia. ¿Qué aspectos sombríos de su administración ha tenido que esconder para iniciar una fuga tan rauda y veloz, sin que un solo fusil haya sido empuñado en rincón alguno del país?. Otro mito que cae en América Latina.
Este artículo ha sido publicado originalmente en español en Atalayar