<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>Adolfo Suárez aceptó, hace justamente cuarenta años, una invitación de Fidel Castro para participar en la Sexta Conferencia Cumbre de los Países No Alineados. Formalmente, la participación respondía a la política de neutralidad defendida por el presidente del Gobierno entre 1978 y 1981, pero, en realidad, sirvió para abordar asuntos de claro interés nacional, como Canarias, Ceuta y Melilla y las conexiones internacionales de ETA.</strong></h4> El 12 de agosto de 1979, el entonces <strong>ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja</strong>, anunció que España asistiría a la cumbre, programada para los días 3 a 9 de septiembre en La Habana, en calidad de invitada. La participación española, aclaró el ministro, no supondría “ningún cambio radical” de la política exterior, “con sus dimensiones europea, africana y latinoamericana”, como tampoco estaba “en contra de la opción OTAN, que preconiza la Unión de Centro Democrático (UCD, la formación de Suárez)”. La decisión de enviar una delegación a La Habana contaba con el apoyo decidido de Oreja y de Suárez, pero molestó mucho entre los sectores más atlantistas de la UCD (Javier Rupérez o Ignacio Camuñas, ente otros) y fue criticada por Estados Unidos, lo que obligó al presidente del Gobierno a aclarar personalmente al entonces secretario de Estado norteamericano, <strong>Cyrus Vance</strong>, que la participación en la cumbre no condicionaría la política atlantista de la UCD. Lo cierto es que, aunque Suárez tenía muy claro que el ingreso en la entonces Comunidad Europea era una máxima prioridad, su postura era mucho más reticente (o, cuanto menos, ambigua) respecto a la OTAN. El propio Marcelino Oreja reconoció, el pasado mes de diciembre durante un acto en el Congreso de los Diputados sobre el 40 aniversario de la Constitución, que su <strong>“único punto de discrepancia con Suárez” estuvo relacionado con la OTAN </strong>y que aquello incluso facilitó su “salida del Gobierno, después de cuatro años magníficos con Suárez”. Adolfo Suárez -el único presidente de la democracia que tuvo a dos diplomáticos al frente de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja y José Pedro Pérez-Llorca- era partidario de <strong>preservar la neutralidad y el papel de España como "puente" entre Occidente y otros puntos del mundo</strong>, especialmente el Mediterráneo, Iberoamérica y África. Ese “giro neutralista”, que se pretendía compatibilizar con la plena incorporación a Europa y la relación preferente con Estados Unidos, se tradujo en una serie de gestos significativos, como la visita a Madrid del <strong>líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat</strong>, en septiembre de 1979 (la primera a un país occidental desde los atentados de Múnich en 1972) o la propia participación en la <strong>VI Conferencia Cumbre de los Países No Alineados</strong>, a la que asistieron más de 90 líderes mundiales (Tito de Yugoslavia, el Rey Hussein de Jordania, Sadam Hussein de Irak o Hafez el Assad de Siria, entre otros). La delegación española estuvo encabezada por <strong>el secretario de Estado de Exteriores, Carlos Robles Piquer.</strong> <h5><strong>España en los pasillos de la cumbre</strong></h5> En todo caso, y tal como reconocieron fuentes de Exteriores en la época, uno de los principales objetivos de España en La Habana fue evitar que se debatiera sobre ciertos temas espinosos, como <strong>el movimiento independentista en Canarias o la soberanía de Ceuta y Melilla</strong>. Como recuerda el periodista y doctor en Historia Contemporánea <strong>Juan Manuel Fernández Fernández-Cuesta</strong>, la delegación española desplegó en La Habana una “gran actividad en los pasillos del plenario” que contribuyó a que no se hablara sobre estos dos asuntos y a que las únicas alusiones a la autodeterminación del Sáhara Occidental no afectaran a los intereses de España. Aparte, el Gobierno de Suárez también aprovechó el encuentro para buscar apoyos en la lucha contra el terrorismo y para indagar sobre <strong>las relaciones entre ETA y algunos Estados, ciertos líderes (entre ellos Arafat) u otros grupos terroristas internacionales</strong> a partir de las informaciones que pudieran suministrar algunas delegaciones árabes, africanos o iberoamericanas. Según explicó años posteriormente el jefe del Gabinete presidencial, <strong>Alberto Aza</strong> (citado por Juan Manuel Fernández), “la acción diplomática se puso al servicio de la seguridad nacional y desplegó su acción en el frente cubano, etíope, palestino, argelino, libio, yemení, a la búsqueda de un diálogo que hiciera sensibles a estos países ante nuestro problema fundamental de seguridad nacional y de consolidación de la democracia”. La cumbre estuvo presidida, en su calidad de anfitrión, por Fidel Castro, quien en su discurso de inauguración agradeció expresamente la presencia de España, <strong>“en cuyo gesto de enviar una representación a esta conferencia vemos una esperanza de relaciones amistosas y útiles con todos los pueblos del mundo, sin dejarse arrastrar al bloque militar agresivo de la OTAN”. </strong>Sólo un año antes, Suárez se había convertido en el primer jefe de Gobierno occidental en efectuar una visita oficial a la Cuba de Castro.