EL DESTINO PARA TODOS. ASÍ SE DEFINE ALBARRACÍN. UN LUGAR PERFECTO PARA CUALQUIER TIPO DE TURISTA, INDEPENDIENTEMENTE DE SU EDAD, SU FORMA FÍSICA O DE SI BUSCA UNA RUTA TREPIDANTE DE ESCALADA O UN TRANQUILO TRAYECTO DE SENDERISMO.
El viaje puede comenzar en la propia localidad de Albarracín, uno de los pueblos más bonitos de España. Desde sus 1.182 metros de altitud, el visitante se adentra en un viaje en el tiempo que comienza con el ascenso a sus murallas y continua por el casco antiguo, declarado Conjunto Histórico-Artístico. Es recomendable llevar un calzado cómodo para visitar este pueblo anclado en el tiempo donde se puede elegir entre una visita guiada o recorrer, por uno mismo, los intrincados lugares que ofrece.
Apostamos por salir desde sus murallas de construcción cristiana. La historia de esta localidad es casi tan antigua como la de la Península. Convertida en un importante eje militar durante la invasión árabe, del siglo X datan el Torreón del Andador y la Torre del Agua. También es digno de visita el Alcázar de origen andalusí, que después pasó a manos de los Señores de Albarracín.
La tradición está viva en las calles de la localidad donde la peculiar arquitectura popular transporta al viajero. Casas modestas de yeso rojizo, que dan un tono singular al conjunto y entre las que destacan, por su conservación, colorido e inclinación, la Casa de la Julianeta, la Casa del Chorro y la Casa de la Calle Azagra. Entre las modestas edificaciones se intercalan pequeños palacetes.
Merecen especial mención el Episcopal, el de los Monterde y Antillón, el de los Dolz del Espejo, el Navarro de Arzuriaga y la Casa de la Comunidad. La visita puede finalizar en la Catedral y es casi imprescindible pasar por el Museo del Juguete.
SIERRA DE ALBARRACÍN
Nadie que llegue a Albarracín puede dejar de visitar la sierra que da cobijo al nacimiento de los ríos Tajo y Júcar, formando una de las más extensas redes hidrológicas de España. El lugar es único en sí mismo por la cantidad de características propias y por sus espacios naturales increíbles, tranquilos y sin contaminación. Cualidades que lo convierten en destino ideal para el astroturismo.
El sureste de la sierra esconde uno de los conjuntos paisajísticos y culturales más sorprendentes: el Rodeno de Albarracín. Este paraje único, formado por pinares sobre piedras rodenas rojas fue ocupado por el hombre prehistórico, conservándose importantes muestras del arte rupestre levantino.
Otra de las características geológicas más destacables de la Sierra de Albarracín son los macizos rocosos llamados “muelas”, que sobresalen con sus paredes verticales y perfiles aplanados en la zona superior. Los parajes más abruptos se encuentran en las sierras de Jabaloyas y del Tremedal, donde, se encuentra la impresionante Muela de San Juan. La belleza salpica cada rincón en Albarracín. Desde la agreste y sorprendente geología del lugar a la delicada hermosura que ofrecen las orquídeas silvestres. Hay documentadas cerca de 50 especies diferentes.
Destaca la riqueza micológica de sus bosques. Es fácil encontrar diferentes tipos de setas en primavera y otoño, muy presentes en la gastronomía local. Bosques, humedales y lagunas que sirven de hábitat al águila real, ratoneros, garzas imperiales, aguiluchos laguneros, carriceros, gavilanes han convertido este enclave en su hogar y son fácilmente avistables en cualquier paseo. Las posibilidades son tan amplias que la oferta de visitas es generosa con gustos y edades.
Los más pequeños pueden elegir entre paseos a caballo, circuitos de aventura con tirolinas, geocaching, talleres en la naturaleza o visitar el Mar Nummus del Territorio Dinópolis. Los más aventureros pueden atreverse con escalada o el turismo deportivo. Mientras rutas de senderismo espectaculares aguardan para los más tranquilos.
PARADOR DE TERUEL
Situado a las afueras de la histórica ciudad, el Parador de Teruel expresa la mezcla de culturas y estilos que esconden algunos de sus edificios más representativos. El parador es un palacete inspirado en el mudéjar, decorado con mármoles, azulejería, arcos ojivales y detalles arábigos que conforman la esencia de unas estancias alegres y diáfanas, decoradas en tonos pastel.
Completan la oferta amplios jardines, piscina, pista de tenis y salones apropiados para la celebración de convenciones, reuniones de trabajo y actos sociales. Las habitaciones son confortables y amplias y el restaurante sirve suculentas especialidades locales, como Migas a la pastora, Caldereta de cordero guisado, Sopa en perolico o Suspiros de amantes.