<h6><strong>Eduardo González</strong></h6> <h4><strong>La sede de Casa de América en Madrid alberga desde ayer y hasta el 28 de julio la exposición <em>Diplomáticos y exilio</em>, organizada conjuntamente con el Ministerio de Asuntos Exteriores para conmemorar el 80 aniversario del exilio español y para recordar a los embajadores que representaron a la República durante la Guerra Civil y desde el exilio.</strong></h4> “La Guerra Civil se jugó en buena medida en el exterior y los diplomáticos tuvieron que pelear mucho fuera de las fronteras” para contrarrestar tanto la política de no intervención impuesta por Reino Unido y Francia como el apoyo prestado por la Alemania nazi al bando sublevado, afirmó durante la inauguración la <strong>subsecretaria del Ministerio de Asuntos Exteriores, Ángeles Moreno Bau.</strong> El Gobierno de la República, recordó, se encontró en 1931 con que “la Carrera Diplomática, al igual que la carrera militar o la magistratura, estaba integrada por nobleza y alta burguesía, poco proclives a defender los preceptos democráticos de la República”, por lo que decidió “democratizar el cuerpo” convocando en 1933 “<strong>las primeras oposiciones a la Carrera Diplomática, en las que aprobaron 26 hombres y una mujer, la primera y la última hasta 1964, Margarita Salaverría”. </strong> Pese a ello, explicó Moreno, la mayoría de los 275 diplomáticos antiguos y nuevos registrados tras el inicio de la contienda -160 de los cuales estaban destinados en el exterior en 1938- se decantaron a favor de Franco, frente a <strong>“sólo medio centenar que permanecieron leales a la República”,</strong> que se vio obligada, por ello, a cubrir las Embajadas y las representaciones exteriores con intelectuales no diplomáticos. Según <strong>Ángel Viñas</strong>, historiador, diplomático y comisario de la exposición, <strong>“el destino de la República y de España se dirimía no sólo en los campos de batalla, sino en las cancillerías de la mayor parte de los países europeos y americanos”</strong>, por lo que los embajadores no diplomáticos de la República se vieron obligados a “combatir en los frentes silenciosos de la Guerra Civil” para intentar enderezar una contienda que finalmente se perdió porque “era absolutamente imposible vencer a las fuerzas unidas de Hitler, Franco y Mussolini ante la indiferencia, cuando no la hostilidad, de las potencias políticas occidentales”. Por su parte, la historiadora <strong>Matilde Eiroa</strong> recordó el caso de <strong>Luis Jiménez de Asúa</strong>, quien como encargado de negocios en Praga se dedicó, fundamentalmente, a intentar “contrarrestar la política de no intervención", a buscar la forma de hacer llegar armamento a la República y a crear “una red de espionaje en pleno corazón de Europa”. Tras exiliarse en Argentina, “fue presidente de la República en el Exilio desde 1962 hasta su muerte en Buenos Aires en 1970”. Otro historiador, <strong>Ricardo Miralles</strong>, hizo una semblanza de los embajadores que defendieron la causa de la República en Francia, como <strong>Álvaro Albornoz, Luis Araquistáin, Ángel Ossorio y Gallardo o Marcelino Pascua</strong>, mientras que <strong>Enrique Moradiellos</strong> recordó a la figura de <strong>Pablo de Azcárate</strong>, embajador en Londres y a quien el Gobierno encargó la “misión imposible” de convencer al Reino Unido para que abandonase su "política de apaciguamiento" destinada a "evitar el conflicto con Italia y Alemania”.