José María Peredo Pombo
Catedrático de Comunicación y Política Internacional de la Universidad Europea de Madrid
En un sistema bipartidista como el norteamericano el centro político es difícil de establecer. En líneas generales se identifica con un espacio que se construye a partir de las ideas moderadas y los acuerdos entre los dos partidos en torno a los grandes temas de interés general. La política exterior suele ser habitualmente uno de esos grandes temas donde demócratas y republicanos establecen consensos tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes y construyen estrategias comunes en institutos y centros de investigación. La continuidad de la acción exterior es un valor para una potencia que no quiere perder credibilidad entre sus socios, aliados y rivales. El pragmatismo, una fórmula para desarrollar esta acción, adecuándola al momento preciso de su ejecución.
El centrismo también se asocia en Estados Unidos a una actitud moderada dentro de los propios partidos y en las cuestiones domésticas. George Bush padre y Bill Clinton fueron exponentes de esas posiciones conservadoras o social- liberales, abiertas a los cambios y focalizadas en la estabilidad institucional y el crecimiento, tras la guerra fría. La polarización entre ambos partidos, sin embargo, ha sido la protagonista de la política americana, durante los últimos años. Los republicanos se escoraron hacia los valores morales y el unilateralismo neoconservador; los demócratas rescataron las guerras culturales internas e impulsaron el multilateralismo con Obama; y Trump rompió el giro progresista con el populismo aislacionista. El centro fue un espacio estos años, donde MacCain y la propia Hillary Clinton hundieron sus proyectos políticos, en una sociedad digitalizada y con millones de nuevos votantes, que se han dejado influir por los nuevos social media, con una variante final, la manipulación, a la cual hemos llamado post verdad.
En los sistemas multipartidistas, el centro ha sido un espacio mejor definido. Para los liberales alemanes durante los años 80 y 90 era el lugar donde se establecía el feudo de un partido bisagra, más pequeño que los otros dos grandes partidos moderados a la derecha e izquierda. Desde ese espacio, los liberales pactaron con social – demócratas y con democristianos alternativamente para que la República Federal Alemana se consolidara como una potencia económica, impulsara la Unión Europea, e integrara a los alemanes del Este tras la caída del muro de Berlín. Más recientemente con la llegada de la crisis económica en Europa y la emergencia de distintas opciones populistas y reformistas, algunos partidos con vocación de reconstruir la política desde el centro han hecho su aparición. El ejemplo más evidente es el de Emmanuel Macron, a quien el sistema de doble vuelta en las Presidenciales de Francia ha permitido situarse a la cabeza de su país y de Europa con un proyecto europeísta, liberal y, agitado por los chalecos amarillos, más social.
En España, la dialéctica izquierda – derecha, heredera del imperfecto sistema bipartidista de las últimas décadas, impide de momento valorar el resultado de las elecciones en clave centrista. Pero la realidad es que las posiciones más centradas de socialistas, populares y de Ciudadanos, europeístas y moderadas, han obtenido 245 escaños a los que podría sumarse alguno más de las minorías periféricas. De cara a las próximas elecciones europeas el resultado de las elecciones generales en España es esperanzador y así parecen haberlo reconocido los mercados. Ahora dependerá de la gestión que hagan los líderes con ese espacio de centro.
Este artículo ha sido publicado originalmente en Atalayar