<h6><strong>Luis Ayllón</strong></h6> <h4><strong>El ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, viajará el próximo miércoles a Serbia, en plena tensión entre ese país y Kosovo, tras el bloqueo de las negociaciones que mantienen Belgrado y Prístina para tratar de llegar a un acuerdo que normalice sus relaciones.</strong></h4> Borrell será recibido por el presidente de Serbia, Aleksandar Vucic; por la primera ministra, Ana Brnabic; y por el ministro de Asuntos Exteriores, Ivica Dacic. Con ellos, tendrá ocasión de comentar las expectativas sobre las conversaciones con el Gobierno kosovar, después de que Kosovo anunciara un aumento de un 100% en los aranceles a productos procedentes de Serbia. La medida fue acogida con malestar por las autoridades serbias, que también han considerado inaceptable el documento de doce puntos aprobado por el Parlamento kosovar, que incluye la prohibición de cualquier cambio de fronteras. El presidente Vucic y el presidente de Kosovo, Hashim Thaci, habían presentado tiempo atrás sus ideas de "corrección de las fronteras" o "delimitación", términos interpretados por los analistas como intercambios de territorio. Estados Unidos, que fue uno de los principales impulsores de la declaración de independencia de Kosovo en 2008, está urgiendo a ambas partes a que dejen de lado las provocaciones y retornen a la mesa de negociaciones, para tratar de llegar a un acuerdo que, en opinión, del presidente Donald Trump debe culminar en el reconocimiento mutuo. También la Unión Europea está haciendo llamamientos al diálogo, temerosa de que vuelva a desestabilizarse la situación en una zona tan delicada como los Balcanes. En cualquier caso, las negociaciones entre Belgrado y Pristina son seguidas atentamente por la diplomacia española, porque España -junto a Grecia, Chipre, Eslovaquia y Rumania- es uno de los pocos países de la Unión Europea que no ha reconocido a Kosovo, un posición en la que está alineado con Rusia, China, Irán, Israel O Siria. El pasado mes de diciembre, el Gobierno español lamentó la decisión de Kosovo de transformar las Fuerzas de Seguridad en un Ejército propio, por entender que ello no contribuye a crear un escenario de diálogo. España, que no ha reconocido a Kosovo por las repercusiones que ello podría tener en el contencioso de Cataluña, se vería en una situación delicada, si, finalmente, como resultado de las negociaciones, Serbia terminara por reconocer la independencia de su antigua provincia. Los serbios son conscientes de que la falta de entendimiento con Pristina frena cualquier posibilidad de incorporarse a la Unión Europea y tratan de encontrar una fórmula que les resulte aceptable. Los kosovares, por su parte, saben que sin un acuerdo con Belgrado, será imposible tanto cualquier acercamiento a la UE como la posibilidad de ser admitidos en la ONU. Las autoridades serbias siempre ha agradecido a España su posición y ahora tendrán ocasión de reiterarlo al ministro Borrell quien, a su vez, podrá sacar una idea más clara de hasta dónde está dispuesta a llegar Serbia en su relación con Kosovo.