<h4 align="justify"><strong>Melitón Cardona</strong></h4> <h5 align="justify">Ex embajador en Dinamarca</h5> <h4 align="justify"></h4> <p class="p1"><span class="s1">No se me escapa que en la dictadura de lo políticamente correcto, esa nueva Inquisición de los guardianes de la ortodoxia izquierdista, las opiniones que me propongo exponer serán objeto de anatema por parte de la pléyade de modernos biempensantes (antes el término se aplicaba a las gentes de ideas tradicionales y conservadoras) cuya principal actividad vital consiste en pastar en el presupuesto que gestionan sus afines.</span></p> <p class="p1"><span class="s1">El caso es que el rescate de los restos mortales del niño que cayó en un pozo de 100 metros de profundidad (!) me parece uno de los episodios más hipócritas e irresponsables de los muchos que nuestro país padece a diario: hipócrita, porque el pretendido interés humanitario del rescate contrasta con la indiferencia con la que una gran mayoría de miembros de nuestra sociedad contempla la práctica cotidiana de decenas de abortos. Irresponsable, porque politicastros abyectos instrumentalizan un accidente por negligencia como pretexto para derrochar millones de euros en lo que hace ya muchos días sólo puede consistir en la hipotética recuperación de unos restos mortales que en otros casos pretenden exhumar a toda costa sin la menor consideración humanitaria. El despropósito es de tal calibre que sólo la plaga de la inane corrección política es susceptible de explicarlo.</span></p> <p class="p1"><span class="s1">Dicho lo anterior, me parece muy encomiable la actitud calurosa y solidaria de amplias capas de la sociedad española que reaccionan con gran empatía ante un acontecimiento que les toca fibras sensibles de humanidad y caridad. El problema no es ése, sino el de políticos y medios de comunicación carroñeros empeñados en arrimar el ascua a su sardina a favor de la opinión generalizada.</span></p> <p class="p1"><span class="s1">Un año después de finalizar la primera guerra mundial, Max Weber pronunció en la Universidad de Munich una conferencia titulada "La política como vocación" ("Politik als Beruf") que acabaría convirtiéndose en un clásico de la ciencia política. Una de las reflexiones más relevantes del gran pensador alemán fue la de contraponer la "Ética de la convicción" a la "Ética de la responsabilidad". Las decisiones de la primera son de carácter absoluto y de raíz cristiana ("yo me comporto en conciencia y luego Dios decidirá"); la segunda contempla las consecuencias de una decisión que puede ser tan correcta como contraproducente. Weber no se inclinó por ninguna pero indicó que el auténtico político sólo debe actuar mediante una apreciación equilibrada de las dos.</span></p> <p class="p1"><span class="s1">Volviendo al tema del rescate del menor, hace ya muchos días que se descarta encontrarlo con vida, de manera que el peligroso y complejísimo dispositivo del rescate va encaminado a desenterrar los restos mortales de un niño; y ahí es dónde viene a cuento la reflexión de Weber: está justificado desde el punto de vista de la ética de la convicción pero no desde la de la responsabilidad, siquiera porque se están destinando sumas ingentes y corriendo riesgos mortales para sacar a la superficie el cadáver de un niño. En contraste, leo en la prensa europea que se han suspendido las tareas de rescate de la avioneta que se perdió hace tres días en el Canal de la Mancha por la imposibilidad de que sus ocupantes, entre ellos un futbolista, puedan haber sobrevivido.</span></p> <p class="p1"><span class="s1">El término <em>triage</em> procede del francés e hizo su aparición en la medicina bélica del siglo XIX. Después de las grandes batallas, muchos médicos se enfrentaban al problema de cómo atender a los heridos en vista de lo peligroso y tortuoso de las vías de comunicación, la capacidad limitada de acogida de los hospitales militares y las posibilidades insuficientes de tratamiento. Finalmente se impuso, de forma más o menos expresa, la regla del triage, que implica una tripartición. Los heridos leves recibían únicamente tratamiento básico y tenían que arreglárselas por sí mismos hasta llegar a la retaguardia; los de extrema gravedad se abandonaban a su suerte. El tratamiento médico efectivo se reservaba, por un lado, únicamente para quienes era a todas luces necesario y, por otro, tuviera visos de ser efectivo. El dilema de médicos y ayudantes era evidente. Se veían obligados a vivir con el riesgo que conlleva toda decisión ética sobre la vida y la muerte.</span></p> <p class="p1"><span class="s1">Insisto en que mi anterior reflexión deja a salvo la indudable generosidad y buena fe de quienes están dando un ejemplo de abnegación que, en mi modesta opinión, resulta a todas luces desproporcionado.</span></p> <h6 class="p1"><span class="s1">26/01/2019. <strong>© Todos los derechos reservados</strong></span></h6>