Ángel Ballesteros
Instituto de Estudios Ceutíes
Decía mi buen compañero de fatigas gibraltareñas Carrascal que Londres termina engañando a todos los ministros españoles de Asuntos Exteriores. Pero lo más relevante es focalizar con precisión el iter para salir del enredo de más de tres centurias y, por ello, crecientemente complicado.
Las recientes negociaciones sobre el Brexit, tan alambicadas como acostumbran los británicos, han salpicado a la diplomacia española, a su opinable acción-inacción sobre el Peñón, cuya tipificación es simple si se aplican criterios de política exterior, no partidistas. En este enrevesado tablero diplomático, España ha perdido posiciones respecto a lo obtenido en 2017 pero mantiene en grado suficiente su postura.
Si resulta necesario que España no ceje en esta negociación, ello no es el punto aunque forma parte de él. El punto radica en que Gibraltar es un tema colonial, un territorio no autónomo sujeto a descolonización, sin que a sus habitantes les corresponda la libre autodeterminación al no ser la población original, todo ello según Naciones Unidas desde 1946.
Desde entonces, el diferendo ha ido perdiendo buena parte de su bilateralidad. Las negociaciones con Londres, entre ellas la situación de Gibraltar ante la UE, se consume o no el Brexit, son importantes aspectos de su cotidianidad. Pero el fondo es la resolución del conflicto colonial.
Entre los inconvenientes externos destaca el argumento geoestratégico, la tesis alauita de que ninguna potencia permitirá que un mismo Estado controle las dos orillas del Estrecho. Pues bien, amén de que con España en la OTAN el aserto podría tener segunda lectura, no deja de ser una posición táctica.
Entre los documentos desclasificados por el Archivo Nacional británico al cumplirse el plazo de 30 años figuran unas notas confidenciales del embajador en Madrid, Parsons, al Foreign Office según las cuales Juan Carlos I habría dicho que España no buscaría una solución rápida al problema de la soberanía en Gibraltar, aunque daría algún paso al respecto con intención de mantener tranquila a la opinión pública española durante cierto tiempo.
El monarca habría dejado claro que no tenemos ningún interés en recuperar Gibraltar en un futuro cercano porque Hassan II reactivaría inmediatamente la reivindicación sobre Ceuta y Melilla.
Por aquellas fechas, avanzando 2013, el Gibraltar News recordaba unas declaraciones mías a El Faro de Ceuta, citando la tesis alauita, que facultaban al reputado analista David Eade a escribir que “se trata de un arreglo impuesto por la geopolítica y que sin duda rubricarían las potencias mañana mismo. A Marruecos se le permitiría tomar posesión de Ceuta y Melilla, y España sería compensada con Gibraltar. Las palabras de Ballesteros son escuchadas en España y son también del Partido Popular. Pero tal pacto geopolítico ya no es posible porque hoy el derecho a la autodeterminación gibraltareño es más fuerte que nunca y está reconocido y amparado por el gobierno y la corona británicos así como amparado en la familia británica”.
No, mis estimados amigos gibraltareños. La concesión del derecho de autodeterminación corresponde en exclusiva a Naciones Unidas y de él se excluye a los llanitos por no ser la población original, requisito sine qua non. Y respecto de la geopolítica, se insiste en que no es lo mismo con España dentro de la OTAN.
Sigamos procediendo, pues, sobre la situación colonial, lo que constituye el camino correcto, al tiempo naturalmente de ir cubriendo las flancos colaterales, como los tan mentados efectos del Brexit sobre el Peñón ante la UE.
02/01/2019. © Todos los derechos reservados