Foto y texto: Antonio Colmenar.
Entre España y Portugal, a los píes del río Tajo, se yergue uno de los puentes romanos más relevantes de los que quedan actualmente en todo el mundo y una de las obras de ingeniería más importantes de la Hispania romana.
El puente romano de Alcántara fue construido a principios del siglo II dC por el arquitecto romano Cayo Iulio Lacer para salvar el cauce del río y el nombre que tiene en la actualidad tiene su origen en el nombre que le dieron los árabes: al-Qantarat, que precisamente significaba ‘el Puente’, dando idea de la admiración que expresaron ante la obra levantada muchos siglos atrás.
El puente se levantó con el objetivo de facilitar la comunicación entre Norba (la actual Cáceres) y Conimbriga (la localidad portuguesa de Condeixa-a-Velha). Tiene una longitud de 214 metros sobre el Tajo, está apoyado sobre cinco pilares de diferentes alturas que se adaptan al terreno y los dos arcos centrales tienen una anchura de casi 30 metros y la altura también impresionante de 48 metros en sus arcos centrales.
A primera vista parece un puente desproporcionado para el caudal normal, pero su diseño no es ningún capricho. Tiene las dimensiones necesarias para permitir el paso de un gran caudal de agua durante las crecidas del Tajo. En el centro del puente, sobre el pilar central, se eleva un Arco de Triunfo de 13 metros de altura. Aunque ha sido modificado en varias ocasiones a lo largo de la historia, conserva algunas inscripciones, como la fecha de construcción y una dedicatoria al emperador Trajano.
La altura total del puente es de 57 metros, sin contar el arco superior. La calzada tiene una anchura de unos 8 metros y en la actualidad el puente sigue abierto al tráfico. El primer y segundo arco (los más próximos a la ciudad de Alcántara) han sido destruidos en varias ocasiones como recurso defensivo para evitar el paso de las tropas atacantes: a principios del siglo XIII, durante la época de la Reconquista, a mediados del siglo XVII en la Guerra de Restauración entre Portugal y España, y a principios del siglo XIX durante la Guerra de la Independencia.
La última reconstrucción importante se llevó a cabo a mediados del siglo XIX, durante el reinado de Isabel II. Y posteriormente, en 1969, cuando las obras del embalse de Alcántara dejaron temporalmente seco el cauce del Tajo a la altura del puente, se procedió a la consolidación de los cimientos de los pilares centrales. En uno de los extremos del puente se sitúa un templete romano en cuyo dintel se puede leer una inscripción con el nombre del arquitecto, Cayo Julio Lacer, y la leyenda «que durará tanto cuanto el mundo durare».