Enrique Miguel Sánchez Motos
Administrador Civil del Estado
La política española está corrupta. No sirve como herramienta para su fin primordial. Los partidos políticos, además de “concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular”, deben estar orientados a cumplir la misión que la Constitución establece en su preámbulo: hacer realidad “la voluntad de la Nación española de garantizar la convivencia democrática”. Sin ello su existencia pierde todo su valor y se terminan transformando en “castas” parásitas, que viven, ellas y sus entornos, del erario público, que aportan escaso valor a la sociedad y que llevarán a España al desastre.
El jueves 24 de mayo, el Congreso aprobó los Presupuestos Generales del Estado. La ceremonia fue un ejemplo muy poco edificante de compra, a un precio muy caro, de un puñado de votos para alcanzar la mayoría absoluta. El PSOE y el PP no supieron, cuando las mayorías absolutas de González se acabaron, consensuar un acuerdo que permitiera gobernar y aprobar los Presupuestos del partido más votado, inclusive exigiendo que tuviera un mínimo número de escaños.
En esta ocasión, la situación es esperpéntica. Justo al día siguiente de la aprobación de los Presupuestos, con el apoyo de Nueva Canarias, socio electoral del PSOE, Pedro Sánchez, el 25 de mayo, presentaba una moción de censura contra el presidente Rajoy.
La crisis económica y el separatismo son los dos grandes riesgos. Las motivaciones de los actores son la clave para entender en qué medida estos riesgos pueden agravarse más aún.
En el caso de Pedro Sánchez parece que la motivación de su decisión se basa en su ambición personal. Es obvio que el “No a Rajoy” no puede ser el eje de una política de Estado.
En el caso de Podemos su apoyo a Pedro Sánchez se fundamenta en su marxismo revolucionario, en su creencia en la lucha de clases y en su voluntaria ceguera ante el camino dictatorial y policial que ha seguido la Venezuela asesorada por ellos.
En el caso de los separatistas catalanes su motivación es obvia. Todo lo que debilite al gobierno de la nación, todo lo que suprima el 155, todo lo que les permita reabrir sus “embajadas” y seguir apoyando el “procés” estará bien.
En el caso del PNV y de los partidos vascos, su motivación principal es apoyar a un Gobierno central débil, lo que les facilitará obtener concesiones económicas y avanzar hacia una Euskadi confederada con España.
En el caso de Rivera, su motivación es lograr que se convoquen unas futuras elecciones. En ellas espera obtener una mayoría suficiente para poder gobernar, posiblemente con el apoyo del PP, o incluso del PSOE. Seguramente, estará arrepentido de no haber dicho no a los Presupuestos, lo que habría llevado a Rajoy a una convocatoria de elecciones. Rivera no va a aceptar que esa convocatoria, que hoy por hoy le favorece frente al PP y al PSOE, se aleje en el tiempo.
En el caso de Rajoy, su motivación principal era seguir gobernando, sin importarle la corrupción pues, como dijo, “la tienen todos”, ni el hundimiento de su partido. No ha sido capaz de reconocer y pedir disculpas por lo evidente y tampoco de dar un paso atrás.
Hasta aquí el gravísimo riesgo al que los políticos han llevado a España. Pero detrás de todo riesgo siempre hay alguna oportunidad.
05/06/2018. © Todos los derechos reservados