Antonio Alonso
Profesor Universidad CEU-San Pablo
En los primeros días de febrero se cumple un paradójico doble aniversario: el establecimiento de las relaciones diplomáticas con Kazajistán en 1992 y la concesión del status de refugiado a Alexander Pavlov en 2015, la única mancha en las relaciones entre ambos países.
Desde 1992, España y Kazajistán iniciaron una relación mutuamente beneficiosa. En 1999 se abrieron sus respectivas embajadas, lo que facilitó los intercambios comerciales y la firma de acuerdos de cooperación. El mayor impulso se dio, sin embargo, ya a comienzos del s. XXI, gracias a la excelente relación personal entre D. Juan Carlos y Nursultán Nazarbayev. En el ámbito político, las relaciones han ido siempre evolucionando a más y mejor, ya fuera con Aznar, con Zapatero o con Rajoy. En el orden de intercambios culturales y de educación hay aún un largo camino por recorrer, aunque ya se han dado tímidos intercambios de universitarios. En el ámbito económico y comercial, además de comprarles gas y petróleo, estos países han visto surgir empresas conjuntas que han favorecido el desarrollo industrial del país estepario, siendo las empresas españolas Talgo, Indra y Maxam las pioneras en este campo.
Todo iba como la seda hasta que apareció el “caso Pavlov”. Alexander Pavlov era el guardaespaldas de Mukhtar Ablyazov, un kazajo que fue escalando posiciones en su país hasta convertirse en Ministro de Energía (en un país petrolífero) y después Director del Banco principal del país, el BTA. En 2009, los tribunales ingleses dieron la voz de alarma de que su actuación era muy dudosa y le acusaron de desfalco, desvío de capitales, blanqueo de dinero,… y para hacer todo eso, obviamente, tuvo que contar con un grupo de personas, entre quienes se encontraba Alexander Pavlov. Así pues, la Interpol emitió una “alerta roja” para que estos sujetos fueran detenidos allá donde estuvieran y fueran llevados ante la justicia de los países que les reclamaban (entre ellos, Rusia, Ucrania y Kazajistán).
Así, en diciembre de 2012, Pavlov huyó de Francia, donde acababan de detener a su jefe, y llegó a la estación de Chamartín (Madrid) con casi 5.000 € en su bolsillo, además de dos iPhone y otros enseres. Sus abogados, de manera muy astuta, plantearon desde el principio la petición de asilo, lo que retrasó los trámites, aunque no lograron evitarle la prisión preventiva. Después de que la Audiencia Nacional ordenara su extradición y de que el Gobierno la ratificara, el Tribunal Supremo, el mismo día que iba a ser extraditado a su país de origen, le concedió el status de refugiado permitiéndole así evadirse de sus múltiples causas pendientes con la justicia.
Desde la concesión del status de refugiado, Pavlov vive una vida completamente discreta, apenas apareció en un par de foros,… en definitiva, nula participación en asuntos políticos, siendo así que algunos medios de comunicación españoles creyeron realmente que era un “refugiado político” o un “opositor al régimen”. En tres años, no ha protagonizado ni un solo titular periodístico. ¿Hizo bien el Gobierno español en no ser más ágil en tramitar su extradición a Kazajistán? ¿Las autoridades judiciales fueron engañadas para que le pusieron en libertad?
Esta es la única mancha que nubla el horizonte de las relaciones entre ambos países. Hay que decir que es solo una pequeña nube, un minúsculo borrón, un grano sin importancia. Pero ahí está. Algunos dicen que ya es agua pasada, pero un ladrón de guante blanco sigue en libertad.
02/02/2018. © Todos los derechos reservados