Mario Esteban
Investigador principal del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid
El 19 Congreso Nacional del Partido Comunista de China nos ha brindado tres grandes titulares: la elevación de la figura de Xi Jinping a la altura de Mao Zedong y Deng Xiaoping, el paso de un modelo de desarrollo centrado en el crecimiento económico a otro que prioriza la calidad de dicho crecimiento, y la confirmación de que China ambiciona tener un papel protagónico dentro de la comunidad internacional.
Xi Jinping podrá gobernar de manera más personalista y autocrática que sus dos inmediatos predecesores, Jiang Zemi y Hu Jintao, y seguirá siendo el hombre más poderoso de China una vez termine su actual mandato al frente del PCC en 2022. Primero fue la inclusión de su nombre en los estatutos del Partido Comunista de China, honor que antes estaba reservado a Mao y a Deng. A continuación, la elección de un nuevo Comité Permanente del Politburó, órgano colegiado de mayor poder dentro del partido, que pasa a estar compuesto mayoritariamente por cargos afines a Xi y en el que no aparece ningún posible sucesor. De los cinco nuevos miembros de este comité, cuatro son de la facción elitista (Li Zhanshu, Zhao Leji, Wang Huning y Han Zheng), los dos primeros son además protegidos de Xi, y sólo uno (Wang Yang) es de la facción populista y afín al primer ministro Li Keqiang. Es más, ninguno de ellos cumple con los requisitos de edad para mantenerse en este órgano más allá de 2022. De esta manera, Xi Jinping se asegura ser el hombre fuerte del país más allá del próximo lustro al no haber ningún candidato claro para su sucesión.
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«Xi Jinping implementará una política exterior orientada a incrementar la influencia de China»
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El 19 Congreso del Partido también nos ha deparado cambios muy notables tanto en el ámbito socioeconómico como en política exterior. En la primera área se ha modificado la que el partido entiende es la principal contradicción de la sociedad China. En 1981 se identificó la necesidad de acelerar el ritmo de crecimiento económico y ahora se sustituye por centrase en la calidad de dicho crecimiento. Por tanto, se invertirá más en innovación y desarrollo para fomentar actividades económicas de un alto valor añadido y en bienestar social (educación, sanidad, pensiones…). Las grandes empresas estatales tendrán un papel fundamental en ese desarrollo tecnológico, aunque se evitarán los monopolios y se relajaran las restricciones a las inversiones extranjeras. Está por ver en qué sectores y regiones se concretan estas promesas de mayor acceso al mercado chino para los inversores extranjeros.
En la arena internacional, Xi Jinping implementará durante el próximo lustro una política exterior más asertiva y orientada a incrementar la influencia de China en la gobernanza global y en su región, aprovechando para ello las oportunidades que le brinda el gobierno de Donald Trump en Estados Unidos. No en balde, desde que China comenzase a sufrir la presión de las potencias coloniales a mediados del siglo XIX, ningún líder chino ha estado tan confiado como Xi en el papel que puede desempeñar Pekín dentro de la comunidad internacional. De hecho, Xi explicitó en la inauguración del 19 Congreso del PCC que China podía ser un modelo para otros países, incluso en el ámbito político, presentó a su país como un aliado fiable para garantizar los bienes públicos globales, y criticó el aislacionismo estadounidense.
Además, se ofrece una hoja de ruta que llevará a China a convertirse en una sociedad medianamente acomodada en 2020, en un país desarrollado en 2035, y en un país con un poder nacional puntero y un ejército de clase mundial en 2050. Esta asertividad viene combinada con una clara vocación cooperativa, como evidencian la fundación del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras, y la Iniciativa de la Franja y la Ruta, pero cada vez más en los términos marcados desde Pekín.
31/10/2017. © Todos los derechos reservados