Enrique Miguel Sánchez Motos
Administrador Civil del Estado
El siglo XXI, ha aportado cambios tecnológicos impensables que abren la puerta a un futuro esperanzador: la transparencia de la información (véase Google o Wikipedia), las posibilidades de análisis y aprendizaje (qué no habría hecho Aristóteles hoy con acceso a las redes), la globalización, la aldea global, los cambios que la tecnología ha introducido en el funcionamiento de las antaño casi misteriosas instituciones internacionales que coadyuvan a la paz (ONU, UNESCO, OCDE, FAO, OEA,…) etc.
Todos esos factores positivos del siglo XXI permitían y permiten hacer realidad la primera parte de la conocida frase de Hegel “lo real es racional” ya que lo primero es conocer la realidad a través de la información de lo que hay y cómo funciona para a continuación poder racionalizar la realidad existente y entender sus porqués.
Ese conocimiento de lo real nos saca de la oscuridad y permite plantearse la búsqueda de respuesta a la segunda parte de la frase de Hegel “lo racional es real”. Es decir, qué es lo que anhelamos, lo que nos llevaría a intentar dar respuesta al eslogan “Otro mundo es posible” es decir a un ideal posible, a un mundo en el cual el espíritu fundador de las Naciones Unidas, nos lleve a un mundo en convivencia, centrado en normas generales que den continuidad y desarrollo a esa gran Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que constituye un paso sólido hacia una Humanidad diferente.
En suma, el siglo XXI abre la puerta a una nueva era que, a diferencia del dogmatismo, la intolerancia y las guerras de religión y de las pseudo-religiones (nazismo y comunismo) de los dos mil años anteriores, se base en la luz de la transparencia y del reconocimiento de los hechos, es decir de la verdad del pasado y presente, como punto de partida para el cambio futuro y para el diseño de un nuevo modelo mundial de libertad y convivencia.
Esa verdad tendrá muchas realidades oscuras y crueles y ante ellas habrá que plantearse si nos queremos centrar en la venganza y el castigo o en construir y mirar hacia el futuro. Ambas cosas, la justicia y el desarrollo futuro, no son incompatibles pero debemos decidir a cuál de ellas pretendemos otorgar más peso, más importancia. La inteligencia de la realidad nos muestra que muchas veces el desarrollo de los hechos más trágicos no tiene un solo culpable sino que es el resultado de un complejo número de circunstancias, intereses, omisiones y acciones.
Cada país tiene sus realidades y en la mayoría de países hay muchas zonas oscuras en la vida política. En la actualidad una de ellas, con mucha presencia mediática, es la corrupción, a la cual podríamos definir como toda acción u omisión humana que desvía o colabora a desviar fondos públicos hacia fines diferentes de los previstos, o que hace o permite, un uso del poder público orientado a obtener beneficios económicos o políticos, mediante decisiones que no se someten a la ley y al Derecho.
Ante ella cabe preguntarse si los partidos políticos buscan establecer normas claras para erradicar la corrupción en el inmediato futuro. Esas normas son complejas y requieren un importante trabajo jurídico y técnico para clarificar el actuar correcto sin a la vez establecer tal número de controles que impida la eficiencia de la gestión. Clarificar donde termina la discrecionalidad y donde empieza la arbitrariedad es muy complejo.
La realidad es que hay numerosos casos que afectan a todos o casi todos los partidos en todas las naciones y que dejan claro que el motor de la corrupción ha sido en la mayoría de casos la búsqueda, por vías ilegales, de financiación para los gastos de funcionamiento de los partidos y de las campañas electorales. Se puede poner en un brete a cualquiera de los dirigentes pasados y actuales de los partidos haciéndole preguntas como las siguientes: ¿Tenía Ud. información sobre el caso X que afecta a su partido? ¿Ha solicitado Ud. que le hagan un informe sobre el tema? ¿Estaría Ud. dispuesto a solicitar ese informe interno mañana?
Todo problema es una oportunidad y los partidos de hoy tienen la posibilidad de demostrar que son capaces de construir el futuro y eliminar la epidemia de la corrupción. Sin embargo, si sólo esperar sacar tajada política en las elecciones puede que se lleven un chasco. Posiblemente pesen mucho más en los ciudadanos las medidas que se tomen en temas realmente más graves, como el empleo, la justicia o la garantía de las pensiones. El siglo XXI requiere un nivel más alto de verdad en la actuación política. El sentido común de los ciudadanos dará su apoyo a quienes adopten una actitud de clara transparencia constructiva.
01/08/2017. © Todos los derechos reservados