Julio Levit Koldorf
Vicepresidente de Sefarad Aragón
Se puede más o menos cartografiar el comienzo de lo que Zygmunt Bauman llamó “La Crisis de los Grandes Relatos” allá a mediados de la década de 1970. Entre la crisis del petróleo, el mundo post Vietnam, el desplazamiento del “Patrón Oro” y el comienzo del corrimiento del modelo industrial por el financiero; los grandes relatos que habían comandado y disputado los destinos de la humanidad en los últimos cien años, Derecha e Izquierda, comenzaron a desgastarse en el sentido que ya no estaban pudiendo responder a las demandas sociales. Podemos decir que aquí se dio comienzo a la coyuntura que llamamos Post Modernidad.
La llegada de Reagan y Thatcher con sus políticas antipopulares, el meteórico acenso de Wall Street y los yuppies, junto con la digitalización de las transacciones, el VHS y Mtv, significaron el puntapié del proceso globalizador. Nunca el Posmodernismo pudo tener inicio más grandilocuente.
El zenit de la Post Modernidad comenzará en los años posteriores a la Perestroika, la caída del muro de Berlín, el fin de las dos superpotencias mundiales por una global y potencias regionales, la relevancia de los grandes tratados de Libre Comercio y las zonas económicas exclusivas, la aceleración sin parangón del modelo globalizador, junto con la gradual pérdida del estado benefactor, las crisis sociales y de representación en Latinoamérica, serán el componente determinante del Neo Liberalismo, este tan importante proceso incorporado en la categoría de Posmodernidad, para algunos aún vigente.
A partir del crack argentino de 2001 (preludio de lo que sería la crisis económica global), el efecto en cadena geopolítico devenido de los atentados en las Torres Gemelas, el crecimiento económico latinoamericano precedido por gobiernos de centro (y en varios casos pseudo) Izquierda, las guerras en Afganistán e Irak, la formación de los BRICS, el avance imparable de China, los vaivenes de los commodities, la recesión de 2008, la anexión de Crimea, la guerra civil siria, la amenaza terrorista global, la caída de gracia de los gobiernos y movimientos populares, la restauración conservadora latinoamericana, el Brexit y la plasticidad del reacomodamiento de los intereses mundiales fueron el pináculo de la Post Modernidad hasta ahora.
La aparición de Trump en el escenario político, un personaje que destruyó absolutamente todos los manuales de comunicación política, de encuestas, estadísticas y que dejó sin trabajo a muchos consultores y analistas, puede significar el fin del postmodernismo como lo conocemos y sentar las bases del comienzo de una cosa nueva (algunos la llaman Trans Modernidad). Como sea, el hecho de que las políticas de Trump hagan temblar y reacomodar los intereses económicos, haciendo trasladar factorías enteras de Méjico y activos en otras locaciones devuelta a EEUU, por ejemplo, yendo en contra de cómo el sistema había operado hasta hoy, bendiciendo democracias testimoniales y disciplinando a aquellas que intentaron modificar el status quo del poder económico; esto, de alguna manera, implica la desintegración del Neo Liberalismo y el resurgimiento de La Política en el escenario. Por primera vez en muchos años, y alejado de todo tipo de valoración, el poder político está subordinado.
Estamos hoy viviendo un período de transición entre el final de la Crisis de los Grandes Relatos y un nuevo paradigma. Una realidad posiblemente pre oscurantista donde Derecha e Izquierda, en sus más amplios espectros, trascendieron su etapa crítica para directamente no significar nada ya, abriendo la puerta a posturas o moderadas, o radicalizadas (a las que llamo “Ultra”), sin importar a qué línea teórico-política estén afiliadas. Una época que comienza caracterizada por la desvalorización de lo que Hannah Arendt llamó “Verdad Factual”, para ser reemplazada por el predominio del relato. Lo que la comunidad científica y académica ha establecido como realidad es completamente intrascendente frente a un relato, una interpretación que puede ser televisada, mediatizada, publicada y viralizada sin deber correspondencia histórica, ni moral, ni explicaciones a nadie.
Un presente peligroso en donde personas particulares, organizaciones políticas e incluso naciones enteras sustentan sus decisiones políticas en la fabricación de estos relatos. La abominable reciente resolución de la UNESCO que desvincula a Jerusalén y el Muro de Los Lamentos de su conexión intrínseca, sanguínea y espiritual con el pueblo judío debe ser una alerta roja para entender la ética detrás de lo que codificamos y hacia dónde vamos como humanidad en esta nueva etapa, este post neo liberalismo, Post (¿Trans?) Posmodernismo, o como sea que se llame.
03/04/2017. © Todos los derechos reservados