Antonio Hualde
Abogado e investigador de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón
Se sabe que Venezuela es uno de los principales exportadores de petróleo a nivel mundial. Se sabe igualmente que este negocio es controlado desde el chavismo en beneficio propio y perjuicio ajeno, usando el crudo de todos los venezolanos -cada día más empobrecidos- para sufragar regímenes afines como los de Cuba, Ecuador o Bolivia. De ahí que fuera tan importante que Nicolás Maduro heredase el poder una vez muerto Chávez, y que ahora ponga todo tipo de trabas a los intentos de la oposición de llevar a cabo el referéndum revocatorio.
Hay, sin embargo, un negocio casi igual de lucrativo, aunque bastante más escabroso, y que pocos conocen: el tráfico de drogas. Y en él está implicada una buena parte de la cúpula militar chavista. En Venezuela, los rangos militares se distinguen por soles en lugar de estrellas, razón que ha llevado a la DEA a denominarlo como el Cártel de los Soles. Llevan operando impunemente desde los años 90 a pleno rendimiento. Chávez lo sabía y lo amparaba, al igual que ahora Maduro.
En 2009, Hugo Chávez se implicó personalmente en el autogolpe de estado que el ex presidente hondureño Manuel Zelaya intentó dar para perpetuarse en el poder. El motivo de dicha implicación era tan sencillo como trascendente: la línea del narcotráfico tiene dos puntos y una escala intermedia. El principio, Venezuela: el final, Estados Unidos; y la escala, Honduras. La idea, pues, era contar con un aliado al frente del país centroamericano y así facilitar la operativa del cártel. Por suerte, el pueblo hondureño no dejó que sus derechos fueran vulnerados y restituyó la legalidad vigente deponiendo a Zelaya.
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«Una buena parte de la cúpula militar chavista está implicada en el tráfico de drogas»
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Aún así, fue un contratiempo sin importancia. El negocio sigue, en estrecha connivencia con quien hoy es el principal actor del tráfico de cocaína en Colombia: las FARC. Pasaron ya los tiempos de Pablo Escobar. Sigue habiendo narcos “al uso”, pero en la actualidad es la narcoguerrilla quien domina el negocio de la coca; y más ahora, que tras el alto el fuego pueden dedicar mayor tiempo y recursos. Y los militares venezolanos están mano a mano con ellos. Ello explica porqué Chávez consideraba “hermanos” a los terroristas de las FARC, convirtiendo el área fronteriza con Colombia en un auténtico santuario desde donde la narcoguerrilla podía operar contra el ejército colombiano y, de paso, seguir con “sus negocios”.
Hace años era difícil prever que Venezuela pudiera estar en peores manos que las de Chávez. Maduro, sin embargo, ha rebasado cualquier expectativa a la baja, sumiendo a sus conciudadanos en una crisis como no se recuerda otra igual. La ausencia de libertades es sólo comparable a la de bienes de primera necesidad, habiéndose llegado al extremo de que en los hospitales la gente muere por falta de medicinas. En esta coyuntura florece el mercado negro, único circuito donde quien tenga dinero se puede permitir comprar leche, harina o carne, cuando hay. Y también ahí llegan los tentáculos del ejército, que controla tanto el citado mercado negro de alimentos y medicinas como el tráfico de drogas. Así las cosas, es muy difícil que los militares permitan que la oposición llegue al poder. Mientras Nicolás Maduro siga en la presidencia, nada de esto variará un ápice.
13/02/2017. © Todos los derechos reservados