Ángel Badillo
Investigador Principal de Lengua y Cultura. Real Instituto Elcano
En su último libro, el superventas ‘SPQR’, la premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2016 y profesora del Newnham College de la Universidad de Cambridge Mary Beard recuerda las palabras de Tácito al describir el modo en el que los britanos se incorporaron a los usos culturales de los romanos: «Humanitas vocabatur, cum pars servitutis esset». «En su ignorancia lo llamaron “civilización”, pero en realidad era parte de su esclavitud». La cultura se ha utilizado desde hace siglos como instrumento político. La primera gramática de la lengua española, escrita en Salamanca por Antonio de Nebrija en 1492, recuerda a la reina Isabel en su prólogo «que siempre la lengua fue compañera del imperio, y de tal manera lo siguió que juntamente comenzaron, crecieron y florecieron, y después junta fue la caída de entrambos».
En el mundo postwestfaliano, la cultura se convirtió progresivamente no tanto en un instrumento de dominación como en una herramienta orientada a producir interés, atracción y seducción. Si Luis XIV hizo grabar en sus cañones la advertencia «ultima ratio regium» (el último recurso de los reyes) la cultura podría verse hoy como la prima ratio regium. Todos los países del mundo han comprendido hoy la extraordinaria capacidad de la cultura para moldear las relaciones internacionales y «crear un mejor clima de comprensión y confianza internacional en el que las relaciones oficiales puedan operar», decía el Departamento de Estado de EEUU en 1959.
El profesor de la Harvard’s Kennedy School of Government, Joseph Nye, lo cristaliza en el concepto de «poder blando» (soft power) para reflejar la potencialidad de la proyección cultural en la influencia en la opinión pública de otros países como forma de condicionar así, desde adentro, la acción de los gobiernos extranjeros. La diversificación de las herramientas de influencia exterior blanda ha hecho que a la alta cultura la acompañen hoy la cultura popular, la educación, la ciencia o la comunicación exterior (medios transnacionales, redes sociales y otras formas de presencia en los entornos digitales) en una tarea identificable más adecuadamente con el término de «diplomacia pública» para incorporar la diversificación de ámbitos y actores, y la transformación horizontal de los modelos de una influencia exterior más dialógica, colaborativa e inclusiva.
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«Los desafíos son tan numerosos que parece imprescindible revisar el modelo de diplomacia pública»
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España incorporó muy tarde esta dimensión a su acción exterior. La reestructuración de los instrumentos de influencia desarrollados fragmentariamente durante el siglo XX se produjo los años noventa con la creación del Instituto Cervantes (1991) y diversas sociedades de gestión de conmemoraciones y eventos internacionales (reunidas hoy en Acción Cultural Española, AC/E), acompañados de la AECID que mantiene sus competencias culturales en los países de habla hispana.
La falta de una reflexión en profundidad sobre el modelo y sus instrumentos —que hace poco hicieron, por ejemplo, Francia o el Reino Unido—, la tensión permanente entre los ministerios de Exteriores y Educación/Cultura, la fragmentación de competencias entre agentes y la dificultad para que las instituciones de diplomacia cultural asuman funciones más extensas en el campo de la diplomacia pública han marcado las dos últimas décadas de actividad de España en este ámbito.
Hoy, los desafíos son tan numerosos que parece imprescindible que la revisión del modelo de diplomacia pública se aborde sin más demora para coordinar las políticas culturales interior y exterior en un sistema convergente de diplomacia pública con financiación suficiente y estable y competencias delimitadas que garantice la máxima eficiencia, en particular para impulsar el enfoque panhispánico en la defensa y promoción del español en todo el mundo (más aún hoy en los Estados Unidos), y que permita a España desarrollar toda la potencialidad de sus creadores e industrias culturales y asumir un rol de liderazgo en la inminente diplomacia cultural de la Unión Europea, anunciada por Federica Mogherini en julio de 2016.
06/12/2016. ©Todos los derechos reservados