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Joaquín Ortega, la esencia de un gran embajador

 

Miguel Ángel Moratinos

Ex ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación

 

Conocí al embajador Ortega al comienzo de mi carrera diplomática, cuando iniciaba mi primera misión en el exterior, en la antigua Yugoslavia. En aquel entonces Joaquín Ortega era el subsecretario de Asuntos Exteriores, el jefe de la carrera, como así se denominaba a la Subsecretaría en aquellos tiempos. Riguroso, trabajador, pero siempre comprometido con la defensa de la internacionalización de España en la nueva etapa democrática que nuestro país empezaba a desarrollar.

 

Pero sin duda, fue su llegada a Rabat, como embajador en Marruecos, lo que inició una larga relación de admiración y amistad que ha perdurado hasta su fallecimiento. Sí, Marruecos, como ha sido el caso de muchos de los más prestigiosos diplomáticos españoles, es el lugar donde se ponen a prueba la habilidad, capacidad y visión de un diplomático con “D Mayúscula”.

 

Joaquín Ortega llegó para sustituir a otro gran embajador, Raimundo Bassols, quien dejó por su parte una huella imborrable en las relaciones hispano-marroquíes. Como en toda sustitución, parecía difícil hacer olvidar la enorme tarea realizada por su antecesor, pero su diferente estilo y personalidad no le impidieron entender desde su comienzo cuales iban a ser los retos y los desafíos de su misión en Marruecos.

 

Puedo decir sin equivocarme, pues he sido testigo directo de las relaciones hispano-marroquíes, que el embajador Ortega fue junto a los embajadores de la Serna y Bassols los que construyeron la excelente relación de España con nuestro país vecino, que hoy afortunadamente disfrutamos.

 

Fueron años difíciles e inciertos y durante ellos, el embajador Ortega supo desplegar toda su experiencia y saber hacer diplomático. Su capacidad de representar a la nueva España democrática con otro estilo más abierto, más crítico, más transparente, para que nuestros amigos marroquíes fueran comprendiendo los cambios que se habían producido en su vecino del norte que, al mismo tiempo que, guardaba su historia antigua y común con Marruecos se presentaba como un país moderno en su nueva proyección europea y mediterránea.

 

Fueron años decisivos pues la información y prevención del embajador Ortega fueron esenciales para evitar más de una crisis anunciada. La profundidad del embajador Ortega en sus análisis políticos y estratégicos fueron esenciales a la hora de diseñar la nueva política española. Recuerdo nuestros largos debates y acaloradas discusiones sobre el Sahara Occidental, donde se fraguó la nueva visión española de toda esta zona del norte de África, para lograr la mejor defensa de nuestros intereses. En aquel entonces yo ya había abandonado la Embajada de Marruecos, pero desde Madrid como subdirector general de África del Norte, bajo la supervisión de Jorge Dezcallar, quién posteriormente también desempeñaría una excelente misión en Rabat como embajador, tuve la responsabilidad de garantizar la relación entre la Embajada de España en Rabat y los servicios centrales de Madrid.

 

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Fueron años difíciles e inciertos y durante ellos, el embajador Ortega supo desplegar toda su experiencia y saber hacer diplomático

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Pero si el embajador Ortega supo declinar las esenciales funciones diplomáticas de representación y de información, como elementos claves de su responsabilidad como jefe de misión, tampoco se olvidó de hacer uso de su capacidad de negociación en múltiples asuntos. Durante su mandato negociamos y firmamos el acuerdo histórico entre los dos países, el Tratado de amistad, buena vecindad y cooperación, que sigue presidiendo nuestras relaciones y que inauguro una nueva arquitectura de relación para todos los países del norte de África.

 

Hoy los diplomáticos españoles y marroquíes deberían recordar su figura y testimoniarle su admiración y gratitud por haber sabido trasmitir y ejercer la verdadera esencia de todo buen Embajador: representar a su país y a sus ciudadanos, informar y prevenir de crisis y conflictos y negociar acertadamente un nuevo marco de relación.

 

27/10/2016. Todos los derechos reservados

 

 

 

 

Antonio Rodríguez

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