La derrota de Sánchez despeja la posibilidad de abstención del PSOE./ Foto: ARR/La Razón
Carmen Remírez de Ganuza. 03/10/2016
La convulsa y sangrante derrota de Pedro Sánchez al frente del PSOE ha dejado un paisaje lleno de cadáveres en el campo de batalla socialista y dos ejércitos: uno victorioso, con Susana Díaz al frente; y otro descabezado, a la espera, nutrido por una militancia encolerizada. Pero sea cual sea el incierto futuro del partido que más años ha gobernado España, el paisaje de posguerra civil deja despejado el camino de una próxima investidura para Mariano Rajoy.
El actual presidente en funciones dijo desde la noche del 26J que cualquier alianza de Gobierno presidido por el PP pasaba necesariamente por el apoyo del PSOE. Y ciertamente, ésta es la variable que se ha abierto de la noche a la mañana, tras el aparatoso golpe de mano propiciado este pasado sábado por el sector crítico socialista.
En verano, la Ejecutiva de Sánchez había cosido los mimbres para un Gobierno alternativo a Rajoy, mediante un acercamiento al sector errejonista (Iñigo Errejón) de Podemos, así como a los nacionalistas catalanes (de ahí los últimos guiños del presidente de la Generalitat, Carlos Puigdemont), y la esperanza de una abstención gratuita de los independentistas (ERC), sin pactos de por medio. Esta estrategia, sumada a la debacle electoral de septiembre en las vascas y gallegas, había alertado sobremanera al sector crítico del PSOE (federación andaluza, Eduardo Madina, el grueso de los presidentes autonómicos…). Pero éste sector no habría actuado de una manera tan bélica de no ser porque Sánchez emprendió tras las gallegas y vascas una huída hacia adelante con la convocatoria de unas primarias y un congreso, directamente encaminados a blindarse como secretario general y como candidato a unas terceras elecciones generales.
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Fernánde es un líder de transición llamado a facilitar el arranque de un Gobierno del PP en minoría
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Para los críticos -ahora oficialistas al frente de una gestora- lo primordial es evitar unas urnas en diciembre, que amenazan no sólo con hacerles bajar de los 85 escaños, sino con el sorpasso definitivo del joven Pablo Iglesias (Podemos) sobre el centenario partido fundado por el socialista del mismo nombre.
En este nuevo escenario, la debilidad del PSOE es enorme. Primero, porque el mayoritario PP lleva el viento electoral de cola tras el reciente triunfo en Galicia y el general hartazgo de la ciudadanía. Para Rajoy, las terceras elecciones ya no son un mal horizonte. De hecho, ayer mismo se permitíó el lujo de advertir al PSOE de que no admitirá condicionantes a un posible acuerdo de legislatura. Y eso, pese a que cabe la posibilidad de que una subida del PP el 18-D no bastaría para compensar la previsible bajada de Ciudadanos, de cara a otro acuerdo de legislatura.
La debilidad socialista se mide también por su propia situación interna. Se da la circunstancia de que la nueva líder natural, Susana Díaz, no está dispuesta a asumir de momento un congreso y la secretaría general del partido. En sus planes está hacerlo sin renunciar a la Junta de Andalucía, y con tiempo -meses, un año…- para recomponer una nueva candidatura, la suya propia.
En cuanto al presidente de la gestora, el recién nombrado Javier Fernández, habrá de consumir todas sus energías, desde el lejano Principado de Asturias, en pacificar el partido y en sujetar las riendas de un grupo parlamentario dividido y pendiente de una nueva dirección. Fernández, uno de los hombres más respetados internamente por su doble perfil de izquierdas y moderado, es sólo un líder de transición, llamado a gestionar la manera menos dañina para el partido de facilitar el arranque de un Gobierno del PP en minoría.
En este contexto, el PSOE nacido tras la batalla del Congreso Federal de este fin de semana, todavía aspira a evitar una abstención en bloque. De hecho la nueva cúpula dirigente de Ferraz y algunos fortalecidos presidentes autonómicos acarician la idea de que la sorpresiva pérdida de un escaño en el País Vasco propicie el entendimiento entre PNV y PP (con 28 escaños en lugar de 29, ya no le bastan los nueve escaños socialistas); un acuerdo trasladable al Congreso y que sólo precise para la investidura de Rajoy (además del sí de Ciudadanos y Coalición Canaria), de la abstención de un diputado socialista.
Pero lo cierto es que ni Urkullu (PNV) ni Rajoy (PP) dan señales en este sentido. Así que la abstención se perfila ya para los socialistas como ‘el susto’ preferible a la ‘muerte’ de las terceras elecciones generales.