Jesús Gil Fuensanta
Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid
En el mismo año que moría Mustafá Kemal Ataturk en Turquía y era descubierto el «muchacho de Teshik Tash» por los investigadores soviéticos en 1938, nacía Islam Karimov en el corazón del fuerte invierno centroasiático, en una de las republicas socialistas soviéticas, Uzbekistán, en el distrito de Samarcanda. Mucho de los destinos del país desde mediados de los años ochenta del siglo XX hasta mediados de la segunda década del siglo XXI vendrían marcados por su figura. Treinta largos años que para la mayor parte de los ciudadanos de Uzbekistán han supuesto una estable y pacifica existencia.
El futuro del país en la próxima década, por lo menos, vendrá delimitado por su proyección de futuro de manos de sus colaboradores. Su política oficial de «paso a paso» seguirá en marcha ya que conduce al país hacia nuevos logros, lo que demostraron los deportistas uzbekos en los últimos Juegos Olímpicos, convirtiendo Uzbekistán en el país con la mejor posición del mundo musulmán después de haber obtenido 14 medallas y ocupado la segunda posición entre los países de la antigua URSS después de Rusia.
El 1 de Septiembre estaba prevista la celebración de los 25 años de independencia del país centroasiático, pero por ironías del destino ha tomado otro cariz de celebración multitudinaria.
De orígenes humildes y una infancia en orfanatos, Islam A. Karimov salto a la fama estatal cuando siendo un delegado provincial, en los años ochenta, descubrió y expuso un caso de corrupción estatal en la gestión del algodón del país, iniciado por Moscu, a manera de perestroika uzbeca, como espejo de la glasnost (apertura) de finales del régimen soviético instaurada por el entonces secretario general del PCUS, Mijail Gorbachov. Su popularidad en medios uzbecos le llevo a ganarse los favores de las autoridades aperturistas y reformistas en Moscú y acceder al cargo del secretario general del PC de la Republica Soviética de Uzbekistán. En la transición impuesta tras el colapso de la URSS, Karimov y su círculo de colaboradores educados en las prestigiosas universidades soviéticas conseguían convertir Uzbekistán en una republica presidencial el 1 de septiembre de 1991. En su primera década la republica tuvo que vivir muchos retos cuando en las vecinas republicas se fraguaba algunas guerras civiles, así como en el fronterizo Afganistán. El largo camino de reformas graduales (la nombrada política de «paso a paso») iniciado por el presidente lograron modernizar y estabilizar Uzbekistán, que actualmente es una estable y pacifica república con mayoría de población musulmana y con fisonomía laica post-soviética. Sin belicismos ni expansionismos.
Los funerales de Islam A. Karimov han sido multitudinarios, pero respetuosos y con una mesurada discreción. Nada de folklorismos innecesarios. Muchos de los uzbecos vistos en las imágenes filmadas eran vistos sollozando. Era una reacción sincera y espontanea, no lagrimas de cocodrilo. Recordemos en otro orden de cosas, que en Occidente causaron estupor e incluso escepticismo en algunos círculos las lagrimas por la muerte de Hafez el-Asad a principios de este siglo XXI. También las lágrimas entonces eran sinceras, pues interpretaban los sirios en aquel entonces que la muerte del hombre que había regido el país y los había mantenido estables era una tragedia vital para ellos. El tiempo y la Historia les darían la razón, pues recordemos los hechos acontecidos una década después. Y tanto Hafez como su sucesor Bachar eran dos presidentes autoritarios pero no expansionistas, a diferencia de algunos de los defensores de las autollamadas «Fuerzas Libres Sirias», que tienen una agenda expansionista universal y belicista, cuando no salafista.
Karimov fue acusado en el pasado de autoritario por periodistas extranjeros (que muchos curiosamente no habían puesto los pies en el país en el siglo XXI, pese a las invitaciones oficiales) o expatriados centroasiáticos, y paradójicamente la mayor parte con una «occidentalizante» agenda islamista.
Uno de los periodistas entrevistados por la BBC para cubrir el suceso del fallecimiento de I. A. Karimov no era otra que Galima Bujarbaeva, quien hablaba del supuesto «terrible legado» dejado por Karimov. De paso, el año pasado Bujarbaeva fue desenmascarada en su falso comportamiento con los patrocinadores occidentales. Resulta que tras su crítica hacia Tashkent se oculta un objetivo, el de comprar una gran villa con acceso al mar en Tailandia, como se deduce de su correspondencia con su hermana, que salió a la luz en internet. A continuación los patrocinadores de Bukharbaeva -gobiernos y organizaciones no gubernamentales de varios países de Europa occidental- se negaron a financiar su actividad periodistica.
Es llamativo que la misma Bujarbaeva diese la noticia desde un supuesto «paradero desconocido» (¿en el Reino Unido?), puesto que no parece encontrarse en Kirguizistán, el país que la acogió y progresivamente “islamizado” políticamente, abandonando la habitual política de la escuela del «realismo post-soviético» que lideres ya fallecidos como Karimov emplearon con resultados estables para sus regímenes (agradecemos a la politóloga Hong Wai Mun la sugerencia del empleo del termino aquí), últimamente con los acuerdos entre el “hermano mayo musulmán” Erdogan y el presidente kirguizo Atambayev.
Pero Islam Abdulganievich a diferencia de otros líderes proto-autoritarios (es decir, con algunas formas de líder autoritario fuerte, pero no siendo una dictadura de iure), permitió elecciones libres, progresivamente mejoradas, y otros partidos distintos del suyo, incluido uno islamista moderado. Eso si: los islamistas de corte salafista como los que cometieron atentados en el verano de 2016 han sido duramente perseguidos. Uzbekistán es un remanso de paz y un bastión de estabilidad laicista que, vistos los acontecimientos post 2001 y 2011, conviene mantener «oro en plata».
Islam Abdulganievich Karimov’a Allah rahmatiga olsin!! Joylari jannatda bulsin!! (que Dios le de paz. permanece dentro de la luz).