La antigua Cárcel de la Corte según un cuadro del siglo XVII
Eduardo González. 15/08/2016
“En ninguna parte del mundo están los presos tan abandonados en sí mismos”. Así describía el vendedor de Biblias británico Georges Borrow la vida en la Cárcel de la Corte, ubicada en el Palacio de Santa Cruz, el edificio que actualmente alberga el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Jorgito el Inglés había sido encarcelado en 1838 por varios delitos, entre ellos el de “repartir un libro impreso en Gibraltar”. El libro prohibido era nada menos que la Biblia, tal como él mismo relató en su obra más notable, La Biblia en España, un divertidísimo relato de viajes que fue publicado en 1843, justo doscientos años después de que concluyera la construcción de la Cárcel de la Corte.
Lo que Borrow describió en su libro era bien conocido por sus forzosos inquilinos. En aquel edificio barroco del arrabal de Santa Cruz, una prisión con capacidad para más de 250 presos diseñada por Juan Gómez de Mora, las condiciones de vida no sólo eran deplorables, sino que los presos debían costearse sus propias necesidades y dependían para sobrevivir de las limosnas o de la corrupción de los funcionarios.
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En 1831, Luis Candelas ayudó a escapar a Salustiano Olózaga, encarcelado por conspirar contra Fernando VII
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La corrupción tenía sus ventajas, al menos para algunos. En 1831, el futuro presidente del Gobierno Salustiano de Olózaga fue detenido por su participación en una conspiración liberal contra Fernando VII. Cuando su ejecución parecía inevitable, recibió la inesperada ayuda de otro recluso.
Se trataba del muy popular bandido de Lavapiés Luis Candelas, quien se negó a acompañarle en su fuga, a pesar de los requerimientos del político, porque así lo había pactado con los carceleros a los que había sobornado. Candelas fue capturado de nuevo en 1837 y ejecutado en la Plaza de la Cebada, pese a que no había cometido ningún delito de sangre.
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Borrow, Olózaga y Candelas
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En 1846, después de 203 años como presidio y sólo tres después de la publicación del libro de Borrow, el gobierno cerró la Cárcel de la Corte. En los 170 años siguientes, el palacio de Santa Cruz albergó la Audiencia y, sucesivamente, los Ministerios de Ultramar, Estado y, desde 1950, Exteriores.
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