Gabriel Zanotti
Doctor en Filosofía en Buenos Aires
No los conozco. No sé quiénes son, ni siquiera si existen. Pero si existen, ellos son la clave.
Todas las religiones tienen la tentación del fanatismo cruel. El mundo no apareció de un día para el otro con un cristianismo cual paloma de la paz caminante y el islamismo como el único violento. El cristianismo tiene también su historia de violencia. Las guerras en nombre del cristianismo han sido lamentablemente muchas. El Sacro Imperio no era igual a Pablo VI, los papas de no mucho tiempo atrás eran jefes de sus ejércitos, que no eran precisamente los turísticos guardias suizos. Católicos y protestantes se masacraron inmisericordemente durante siglos, con la venia de sus más altos líderes, y la persecución violenta de cristianos a los judíos fue algo de lo cual el propio Juan Pablo II tuvo que pedir perdón, valientemente, en el Muro de las Lamentaciones.
Pero el Cristianismo, el judeo-cristianismo, ha tenido su propio proceso de secularización. Iglesia y Estado se han distinguido, la libertad religiosa, el diálogo con los no cristianos, y la justa autonomía de las realidades temporales, han sido todas proclamadas por el Vaticano II de la Iglesia Católica.
Algunos dirán que ello fue falso, que respondió a presiones externas; otros, con la ayuda de Ratzinger, decimos que no, que fue una evolución que respondió a las mismas premisas teológicas del cristianismo. Pero el asunto importante de la secularización, a nivel político, es que la tuvimos.
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«Sólo ustedes pueden desarmarse a sí mismos, mentalmente, y evitar la guerra»
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Los islámicos no parecen haberla tenido. Yo no soy quién para ponerme a juzgar si la lucha que afirma el Corán es simbólica o fáctica, pero el asunto es que las escrituras cristianas están llenas de expresiones que pueden ser leídas como muy violentas y, hoy forman parte de una tradición simbólica que nada tiene que ver con la guerra como hoy la concebimos. El Corán, ¿por qué no puede tener una interpretación similar? Algunos dirán: no se puede, es intrínsecamente violento. Y evidentemente, muchos anti-islámicos, frente a las aberraciones espantosas del EI, lo seguirán diciendo. Pero entonces, los únicos llamados y autorizados a demostrar que no es así, son los mismos pensadores islámicos. Son ellos los que están llamados a hacer su propio proceso de secularización. Y, sobre todo, los creyentes, esto es, islámicos que crean verdaderamente en Alá, en su último profeta, Mahoma, y en el Corán y, al mismo tiempo, en la libertad religiosa y la secularidad del Estado. ¿Es una clase vacía? ¿O existe al menos un X tal que X es…? Porque ello es la clave del futuro.
Digo esto precisamente porque los cristianos tenemos conciencia del pasado y de que podemos cambiar. Todos se olvidan hoy que entre el 19 y 20 de Septiembre de 1870 Pío IX ordenó resistir por las armas la entrada del ejército italiano a sus estados pontificios. Si todo en la Iglesia hubiera seguido tal cual, el papa actual estaría planeando todo tipo de ataques armados contra el estado italiano actual. Pero no, las cosas cambiaron, pero no por la mente de Pío IX, sino porque había otras mentes trabajando, que fructificaron en el Vaticano II y en la pacífica Iglesia Católica de hoy.
Hermanos islámicos, si ustedes mismos no hacen lo mismo, no hay esperanza para ustedes. Yo soy un típico liberal católico que seguirá defendiendo su libertad religiosa, seguiré defendiendo la declaración ‘Nostra aetate’ del Vaticano II, y mantendré siempre la distinción entre “el Islam en sí mismo” y el fanatismo cruel y bestial del EI. Pero el mundo es menos filosófico. La guerra que viene hará parecer a las Cruzadas como un juego de mesa. Sólo ustedes pueden desarmarse a sí mismos, mentalmente, y evitar la guerra.
Este artículo ha sido publicado originalmente en Atalayar