Charles Grant
Director del Centre for European Reform
Reino Unido ha votado a favor de dejar el club europeo. ¿Y ahora qué? He aquí tres modelos como alternativa a la pertenencia a la UE.
Una de las cosas más llamativas de esta campaña ha sido la falta de discusión sobre las diversas alternativas a la pertenencia a la UE. En Bruselas y otras capitales de la Unión, los responsables políticos han elaborado planes de contingencia en caso de la salida británica.
Lo más probable es que los socios de Reino Unido le ofrezcan tres posibilidades: el modelo noruego del Espacio Económico Europeo (EEE); el modelo canadiense de un acuerdo de libre comercio (ALC), y las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La UE no quiere conceder a Gran Bretaña tratados bilaterales como los que tiene con Suiza, porque considera que el modelo suizo no funciona (en 2014, los suizos votaron en un referéndum contra la libre circulación de los trabajadores comunitarios, y es posible que, como consecuencia, pierda el acceso al libre mercado). Tampoco va a proponer el modelo turco, en el que el Reino Unido permanecería en la unión aduanera y tendría que adoptar los aranceles externos de la UE (los líderes de la Unión suponen que los británicos no querrían tener este modelo, que les quitaría la libertad de negociar sus propios acuerdos comerciales).
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La mayoría de los economistas opina que el modelo noruego sería el menos perjudicial
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La mayoría de los economistas opina que, de los tres modelos propuestos, el noruego sería el menos perjudicial. Mantendría a Gran Bretaña apartada de las políticas agrarias y pesqueras de la UE, así como de su unión aduanera, pero dentro del mercado único. Es decir, debería obedecer las leyes del mercado único (incluidas las normas del mercado de trabajo), sin tener voz ni voto sobre ellas, hacer aportaciones sustanciales al presupuesto de la UE y aceptar la libre circulación de trabajadores. La Cámara de los Comunes, de mayoría europeísta, seguramente preferiría el EEE, igual que la City, porque el derecho de pasaporte, que permite a los bancos regulados en Londres hacer negocios en toda la UE, continuaría.
Al parlamentario británico Owen Paterson, que ha apoyado el Brexit, el EEE le parece atractivo. Lo mismo opina el eurodiputado Daniel Hannan, aunque lo ve como un acuerdo provisional, para reducir al mínimo los trastornos mientras se negocia un ALC. Sin embargo, la obligación de aceptar la libre de circulación haría que a cualquier Gobierno británico post referéndum le fuera difícil seguir el ejemplo de Noruega.
La opción más probable es quizá el modelo de Canadá. El acuerdo de la UE con el país norteamericano -cuya negociación duró siete años y que aún no está ratificado- es el ALC más ambicioso que tiene. Cuando esté en vigor, eliminará muchos aranceles -no todos- sobre productos industriales y agrarios. Pero otorgará un acceso limitado al mercado único, y se mantendrán muchos obstáculos no arancelarios. Por ejemplo, los fabricantes de automóviles y productos químicos de Canadá necesitarán la aprobación regulatoria de las autoridades de la UE antes de poder exportar a Europa; las empresas canadienses en general tendrán acceso limitado a los contratos públicos europeos; y, dado que el acuerdo excluye la mayoría de los servicios financieros, los bancos canadienses necesitarán contar con una filial en la UE para poder hacer negocios aquí.
Boris Johnson, el partidario del Brexit más conocido, ha elogiado la opción canadiense. Otros defensores del ALC y él alegan que Gran Bretaña es tan importante que podría obtener un acuerdo en mejores condiciones que Canadá, sobre todo en el sector de los servicios. Es posible. No obstante, los socios de Reino Unido insisten categóricamente en que el precio del pleno acceso al mercado único serían las aportaciones al presupuesto comunitario y la libre circulación de trabajadores.
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