La cuestión catalana sigue sobre la mesa del debate político./ Foto: Ferrán Legaz/Flickr
Cristina dela Hoz. 23/05/2016
La crisis de las esteladas, tras la prohibición de exhibir la bandera independentista en la final de la Copa del Rey y el posterior recurso ganado en los juzgados, recuerda que la cuestión catalana sigue sobre la mesa del debate político. La gran diferencia con respecto a meses atrás, en que parecía estar bajo sordina, es la percepción de que con Carles Puigdemont el conflicto ha adoptado otro sesgo, en buena parte obligado por su coalición de gobierno con ERC y la presión que ejercen los antisistema de las CUP, de los que es rehén.
Cataluña es una de las prioridades de la legislatura que echará a andar a partir del 26-J, una vez consumido el comodín de la repetición de elecciones. Si entre 2011 y 2015 todas las energías del gobierno se centraron en la lucha contra la agónica situación económica, Moncloa asume que esta vez la cuestión no se podrá soslayar. Es la misma visión que comparten el resto de las fuerzas políticas que coinciden también en otro aspecto muy significativo: Los convergentes están dispuestos a abandonar el calendario independentista a cambio de que se les dé una salida honrosa.
Hasta Podemos, defensora de la consulta de autodeterminación, ha detectado que Puigdemont y los suyos quieren “una pista de aterrizaje”, dicen literalmente, con la que librarse del laberinto en que Artur Mas metió a Cataluña. Todo ello con una CDC cada vez más menguante que busca su refundación y, por tanto, más dependiente de sus socios de gobierno y de los que les apuntalan en el Parlament.
Eso explica algunos gestos de las últimas fechas como la reunión que mantuvieron Rajoy y Puigdemont el pasado 20 de abril o la que posteriormente celebraron la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, con el “número dos” del Gobierno catalán, Oriol Junqueras. Éste también se vio con el titular de Hacienda, Cristóbal Montoro, para intentar paliar la quiebra económica de la comunidad catalana , al nivel del bono basura.
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Puigdemont busca una salida para huir del laberinto independentista en el que es rehén de ERC y las CUP
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En efecto, Moncloa cree que “es posible encontrar una salida” a Cataluña si van de la mano PP y PSOE. No concretan más. Pero desde el PSOE y Podemos se atreven a hablar de política fiscal y de autonomía educativa y lingüística, con la lengua como fuerte componente identitario. Los podemitas van más allá al meter en la ecuación el reconocimiento en la Carta Magna de Cataluña como Nación, tras una reforma que deberían votar todos los españoles, aspecto éste que no contempla el plan de Pedro Sánchez para un modelo federal de España.
Ciudadanos pone también el acento en el modelo de financiación autonómica y en el capítulo de las infraestructuras, que ha sido una reivindicación recurrente de los gobiernos catalanes. Albert Rivera le pidió al propio Puigdemont, en una cita que celebraron el pasado mes de abril, “que no se quede al margen” de los cambios que se incorporen en una hipotética reforma constitucional. Sin embargo, quizá Ciudadanos sea la que menos rebaje su discurso en relación a la ruptura de España para seguir marcando perfil propio en una Comunidad donde es la segunda fuerza política.
En todo caso, la polémica sobre el uso de las banderas independentistas en la final de la Copa del Rey, –que jugó el Barcelona contra el Sevilla este domingo–, parece haber dado impulso a los secesionistas y ampliado la brecha con el resto del país. No cabe duda de que el tema se ha explotado políticamente y declaraciones como las de Puigdemont afirmando que “esa es la España de las que queremos escapar” no ayudan a un acercamiento. Aún así, la percepción generalizada es que la parte del independentismo que representan los antiguos convergentes necesitan un argumento para echar freno al “procés”.