El PP cree que los nuevos comicios reforzarán a Rajoy./ Foto: Pool Moncloa/Diego Crespo
Cristina de la Hoz. 10/05/2016
Ninguna formación política quiere oír hablar de nuevas elecciones si las de junio tampoco arrojan mayorías claras, pero para ello habrá que arrumbar las actuales líneas rojas.
La repetición de elecciones el 26-J en España lleva a una inquietante reflexión en el seno de los partidos: el riesgo, nada descabellado, de que, a grandes rasgos, se repita la endiablada aritmética que hizo imposible un acuerdo para la formación de gobierno. Sin embargo, a diferencia de lo que ha ocurrido estos meses, las formaciones políticas son conscientes de que los ciudadanos no consentirían la convocatoria de nuevas elecciones -“nos echarían del país”, coinciden en decir- lo que conllevaría, según una reflexión generalizada, al levantamiento de muchos de los vetos impuestos hasta ahora.
Bien es cierto, que cada partido confía en que sea el otro el que flexibilice sus posiciones de salida con un mínimo coste propio, aunque la cesión deberá ser bastante generalizada.
El Partido Popular cree que los nuevos comicios reforzarán la posición de Mariano Rajoy y, por ende, debilitarán el veto que le ha puesto Albert Rivera, pidiendo su cabeza para comenzar a hablar de pactos. “Si la suma de los dos partidos sale, o queda muy cerca de una mayoría suficiente, Rivera no tendrá argumentos para negarse a un pacto con Rajoy”, argumentan en Génova, donde se debaten entre elevar el tono contra Ciudadanos frente a otros dirigentes significativos a los que les cuesta criticar a Rivera.
En la misma línea, ven un escenario donde los socialistas tendrán que facilitar, mediante su voto o su abstención, un gobierno popular. No creen en el cuartel general del PP que el PSOE se aviniera a ese gobierno de concentración que defenderá Rajoy en campaña, pero, al menos, sí que deje gobernar al más votado mientras soluciona sus cuitas internas.
El gran obstáculo de Pedro Sánchez en estos comicios es el tándem Podemos-Izquierda Unida en la medida en que pueda hacerle el “sorpasso”. De quedarse la coalición aún lejos en número de escaños, la dirección socialista está convencida de que el acuerdo de izquierda que no fue posible se haría realidad a partir del 26-J. Para ello, Podemos-IU deberían aparcar, por ejemplo, el referéndum de autodeterminación en Cataluña e, incluso, avenirse a convertir en compañeros de viaje a Ciudadanos, formación que, a su vez, debería levantar su veto a Iglesias.
Pero una cosa es lo que piensa la dirección de Ferraz y otra sus barones territoriales. Para ello Sánchez necesita sacar, al menos, un escaño más de los que tiene ahora (90) si no quiere verse descabalgado del liderazgo del partido y sin margen alguno de maniobra para intentar acuerdos a su izquierda.
Podemos lo fía todo a su pacto con IU, la misma formación que Pablo Iglesias denigró en un intento por hacerla desaparecer. Devenida ahora en socia electoral, la intención es convertirse en hegemónicos en la izquierda y, por tanto, poner ellos las condiciones para un acuerdo que supondría una enmienda a la totalidad no sólo a la ejecutoria del PP sino incluso a la del PSOE de la época de José Luis Rodríguez Zapatero, como la derogación de la reforma laboral de 2010, sin contar con la tan traída y llevada consulta en Cataluña .
El dilema para el PSOE, según afirman en Podemos, sería encumbrar a Pablo Iglesias como presidente del Gobierno “o echarse en brazos del PP”, opción que califican de “catastrófica” para el futuro, ya tocado, de los socialistas. Además, Podemos e IU no hacen ascos al apoyo parlamentario de los independentistas.
¿Y qué pasa con Ciudadanos? La formación que parece sacar más réditos de su voluntad negociadora considera que el PP “no tendrá más remedio que prescindir de Rajoy si quiere gobernar con nosotros” y añaden: “Ciudadanos no puede pasar a ser la defensora de Rita Barberá”, en alusión a uno de los, todavía supuestos, casos de corrupción de los populares. La formación de Albert Rivera necesita cobrarse caro su posible respaldo al PP, sobre todo después de firmar un acuerdo con el PSOE en la legislatura más corta de la democracia.
Se trata, sin duda, de un panorama lleno de condicionantes que habrá que recorrer si España quiere tener, esta vez sí, un Gobierno.