Foto: A.R.
Michael Swain / Embajador de Nueva Zelanda
Alberto Rubio. 22/02/2016
“Hay un gran interés del Gobierno neozelandés por España, pero sería prematuro ahora preparar una visita oficial”, asegura Michael Swain. Casado precisamente con una española “de Salamanca”, como matiza en un correcto castellano, el embajador de Nueva Zelanda destaca, no obstante, que las relaciones bilaterales son excelentes.
Dos países lejanos, ¿qué tal se entienden en el Consejo de Seguridad?
Siempre hemos tenido puntos de vista similares, como respecto al multilateralismo de Naciones Unidas o sobre derechos humanos. Hemos coincidido dos veces en el Consejo de Seguridad y hemos trabajado juntos para sacar el mayor partido de nuestra presencia en él y para dar voz a muchos países que apoyaron nuestras candidaturas.
Como en el conflicto en Siria.
Hemos tratado, también con Egipto y Jordania, de frenar esa tragedia y asegurar el acceso a la ayuda humanitaria. No obstante, somos conscientes de que es necesaria una solución política más amplia. Y sabemos que tenemos límites.
¿Tienen que conformarse con un papel secundario?
No lo definiría así. Podemos ser útiles como países sin interés directo en muchos conflictos. Podemos maximizar el espacio para la ayuda humanitaria o insistir para preservar la solución de “dos estados” en el conflicto palestino-israelí, por ejemplo.
También trabajamos para que los métodos del Consejo sean más transparentes y eficaces, sus deliberaciones más interactivas y asegurar así que los no-miembros, esenciales para las operaciones de paz, estén mejor informados.
Pero los cinco miembros permanentes tienen la última palabra.
Tenemos que trabajar con la realidad del veto. Nueva Zelanda se opone al veto como un principio fundamental de nuestra política exterior. Pero aunque hay buenas iniciativas, como la de Francia para restringir su utilización en casos de genocidio, somos realistas y no esperamos que los miembros permanentes renuncien al veto.
¿Puede la ONU hacer más para prevenir conflictos?
Somos firmes defensores del papel preventivo del Consejo, con información temprana sobre el terreno. Pero muchos conflictos son completamente impredecibles, como el de Ruanda en 1994.
El eje de la economía mundial está cada vez más cerca de Asia. ¿Eso beneficia a Nueva Zelanda?
Nosotros hemos tenido una aproximación muy activa al grupo de ASEAN y tenemos acuerdos de libre comercio con muchos de sus miembros. Sí, es positivo, obviamente.
Sin embargo, no ocurre lo mismo con la UE.
Con Europa compartimos valores y tenemos evidentes lazos históricos. Pero somos uno de los pocos miembros de la Organización Internacional del Trabajo -con Rusia, China, Taiwán y Australia- que no tiene acuerdo comercial con la UE. No obstante, en octubre el presidente Juncker y nuestro primer ministro anunciaron la apertura de negociaciones. Confiamos en alcanzar un acuerdo equilibrado que anime a los empresarios de ambos lados a aprovechar la oportunidad.
¿En cuánto tiempo puede estar listo ese acuerdo?
Puede que lleve algún tiempo porque la negociación debe ser aprobada por todos los miembros de la UE. Pero una vez que la Comisión tenga ese mandato, las conversaciones progresarán rápidamente.
¿España puede beneficiarse de ello?
Hay ya un significativo número de empresas neozelandesas en España y españolas en Nueva Zelanda. Soy optimista sobre el impulso que puede dar a las nuevas iniciativas ese acuerdo comercial con la UE.
Pero los intercambios comerciales son un tanto escasos, ¿no?
Sí, si miramos a las estadísticas. Por ejemplo, España es el segundo importador de kiwis de la empresa Zespri, pero según las estadísticas es el séptimo porque esas ventas se contabilizan como exportaciones a la UE. También es difícil medir la actividad de compañías como Aryon o Compac, que operan en España. Lo importante es que no abandonaron España durante la crisis.
SUS FAVORITOS
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[box style=»0″]UN LUGAR
«Tongarero Crossing, una ruta que ofrece en un día toda la variedad de parajes naturales de Nueva Zelanda».
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[box style=»0″]UN LIBRO
«“Las Luminarias”, de Eleanor Catton. Una gran historia sobre Nueva Zelanda en el siglo XIX y sus diferentes culturas».
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[box style=»0″]UN PLATO
«La «Pavlova», un tradicional postre neozelandés a base de merengue crujiente, nata montada y frutas».
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