Rafael Tejeda
La última Encuesta de Población Activa (EPA), un indicador retrasado que corresponde al cuarto trimestre de 2015, así como los recientes datos del paro, vienen a confirmar que el ritmo de creación de empleo va en aumento. Este crecimiento, que alcanza a casi de 50.000 personas a finales de año -menor de lo que en un primer momento se esperaba- es sin duda importante, pero no puede cegarnos en el análisis del principal problema a debatir en la lucha contra el desempleo: la creación de puestos de trabajo y de oportunidades.
Aunque se haya visto algo ralentizado el crecimiento a final de año, es conveniente señalar que los datos no pueden analizarse hoy con la perspectiva adecuada. Debemos esperar todavía unos meses para saber el derrotero que va a tomar el asunto, en función de la inestabilidad política latente que puede tener especial relevancia en estos aspectos. El número de ocupados supera ya los 18 millones en España, aunque bien es cierto que la población activa ha ido descendiendo. Por tanto, aunque no olvidamos que la tasa de paro baja, esta sigue siendo muy alta -en torno al 21%- y que estamos aún muy lejos de alcanzar el objetivo del pleno empleo -una cifra en torno al 8% para el tejido laboral de nuestro país-. Para ello necesitamos un mayor esfuerzo en pro de la creación de puestos de trabajo, mediante las reformas necesarias para que la mejora en la actividad fructifique antes en el empleo.
Sin duda alguna, la última reforma laboral ha generado algunas situaciones positivas y, al contrario de lo que se dice, no ha desprotegido al trabajador, sino que se ha adaptado a la pésima situación de las empresas. Esta normativa, quizás un oasis en el desierto, no ha sido suficiente para eliminar todas las barreras que dificultan la contratación. Lo que sí ha quedado demostrado es que no se pueden adoptar recetas antiguas y fracasadas. Mientras los elevados costes a la hora de contratar persistan, las subvenciones o las bonificaciones no tienen el más mínimo valor. En el caso de estas últimas, y a pesar de su elevado coste, apenas logran reducir el paro y además excluyen a los trabajadores que no pueden beneficiarse de ellas.
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«Se deben aplicar recetas que acerquen a oferentes y demandantes en el mercado de trabajo»
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Algunas de las medidas propuestas y aplicadas en los últimos años, basadas en el aumento de impuestos, la creación de puestos públicos o en el crecimiento de la deuda, no han significado soluciones reales. De hecho, ha sido a pesar de ellas que el mercado de trabajo ha mejorado. Las únicas salidas posibles deben consistir en facilitar la actuación de los agentes implicados de la forma más libre posible.
Se deben aplicar recetas que acerquen a oferentes y demandantes en el mercado de trabajo. La reducción de las cargas en los seguros sociales, la búsqueda de sintonía entre las diferentes tipologías de contratos -con una mayor simplificación-, un despido algo más sencillo y basado en que el fin del contrato esté encaminado a nuevas oportunidades en el empleo, un sistema de indemnización por despido que no desincentive la contratación indefinida, el fin de los subsidios desmedidos y la formación mediante colaboración público-privada, serían los primeros pasos a tener en cuenta.
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