Miguel Ángel Vecino
De l’Ecole Pratique des Hautes Études (Sorbonne-Panthéon) / Miembro del Bureau de la Commission of History of International Relations / Miembro de la Association d’Etudes du Sud-Est européen.
Cuando el Sr. Pablo Iglesias enumeró los ministerios que exigía del PSOE para formar gobierno –lo cual, por cierto, nadie le había pedido- se me vino a la memoria, como historiador, la lista de ministros que, entre 1945 y 1948, exigieron los comunistas para formar gobiernos de coalición con los partidos burgueses, en la Europa del este ocupada por la Unión Soviética.
La estrategia que Stalin había previsto estaba basada en sus ejércitos de casi 30 millones de soldados; en la ocupación de Europa del este; y en los acuerdos alcanzados con Churchill. En esas circunstancias, los ministerios demandados por los comunistas eran el resultado de un enfoque lógico durante la guerra y en unos tiempos de subversión, en caso de que uno esté preparando un golpe de Estado.
Primero, Defensa para apoyar la ocupación de los ejércitos soviéticos y frenar cualquier intento de revuelta anti-comunista. El Ministerio del Interior para controlar y eliminar a los enemigos del pueblo. La cartera de Justicia era esencial para preparar el entramado legal para la toma del poder por los comunistas y llevar a bien el juicio de los miembros de los partidos de oposición. El último elemento era Asuntos Exteriores y con esto el control de todos los canales de comunicación y acuerdos con otros estados.
Las memorias de los primeros jefes de los servicios secretos comunistas en Europa del Este recuerdan con gran viveza esas estrategias de aproximación al poder. La única excepción a este esquema fue Checoslovaquia, en donde Jan Masaryk, pese a ser de un partido burgués, mantuvo su cartera de Exteriores, que ya tenía en el Gobierno checo en Londres, hasta su suicidio (o asesinato) en marzo de 1948.
Por esa razón, el Gobierno checo fue el único que aceptó la ayuda de Estados Unidos para la reconstrucción, decisión que después sería revocada por Moscú: los comunistas aprendieron de su error y nunca más toleraron que nadie, excepto un comunista, controlase Asuntos Exteriores.
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«Es difícil encontrar la estrategia y la razón de por qué Podemos ha reclamado esos ministerios»
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Los comunistas habían comprendido la importancia crucial de este ministerio, a diferencia del desdén expresado por los bolcheviques en 1917. Cuando Lenin nombró a Trotsky primer comisario del pueblo para Asuntos Exteriores, este no ocultó su decepción: “Poco trabajo tendré, lanzaré un par de proclamas al mundo, cerraré la puerta y me iré”. En realidad, lo primero que tuvo que conseguir fue un cerrajero bolchevique que le abriese las puertas del Ministerio porque los diplomáticos se negaron a abrírselas y a colaborar con él.
Es difícil encontrar la estrategia y la razón de por qué Podemos, un partido cuyo eje de campaña fuera invertir las medidas anti sociales adoptadas por el Partido Popular (PP), haya reclamado no solo esos ministerios sino cualquier ministerio.
Añádase a ello, que cuando el Sr. Iglesias expuso sus peticiones, las caras de los que le rodeaban mostraron tanta preocupación como sorpresa: evidentemente no tenían ni idea de lo que estaba pasando. Esto me llamó también la atención y me hizo recordar como Lenin y Stalin imponían sus decisiones al Comité Central del Partido Comunista, sin haber sido previamente discutidas con otros miembros del Comité. Eso llevó a Rosa Luxemburgo a criticar a Lenin y su “dictadura del proletariado”: “El Partido decide por el proletariado; el Comité Central por el Partido; y el Secretario General por el Comité Central”.
Los comunistas, como cualquier seguidor de Marx, querían el poder para imponer su sistema: el Estado debía ser conquistado para ponerlo al servicio de las masas explotadas y como instrumento de represión para acabar con la resistencia de otras clases. Podemos y el Sr. Iglesias transmitieron la idea opuesta: un partido anti-sistema, que unía un anarquismo de auto-gestión, de principios flexibles y contenido contradictorio, con un bien conocido discurso populista. De acuerdo con este enfoque, ni él ni nadie de su partido nunca mencionó antes lo que ahora exigen: ministerios.
Quisiéramos creer que al lado de esto, el Sr Iglesias tiene una estrategia que no es ni bolchevique ni soviética. Lo cual plantea la cuestión de por qué quiere ministerios cuyo fin no son en ningún caso sociales. Quizá hubiera sido menos incoherente pedir el Ministerio de Asuntos Sociales, por ejemplo. Pero ¿por qué el Ministerio de Defensa? ¿por qué el de Interior?
No obstante, esa casualidades son meramente accidentales, pues España no está a punto de convertirse en una democracia popular. Podemos no es un partido comunista de la post-guerra: carece de un centro extranjero donde se tomen las decisiones y de una rígida organización interna bien controlada; no tiene una ideología marxista, sino una mezcla de ideas que van del populismo al anarquismo con un punto común de rechazo (hasta ahora) del Estado; el círculo del Sr. Iglesias no es en absoluto del Comité Central de un partido comunista; y, sobre todo, el Sr. Pablo Iglesias está a años luz de ser Lenin o Stalin.
No tiene del primero ni las coherentes sólidas bases ideológicas (debería leer la obra de G. Luckacs “Lenin, la coherencia de un pensamiento”) ni su extraordinaria capacidad estratégica; ni tampoco la fría indiferencia hacia lo que el pueblo piensa de él del segundo. Por todo ello, el paralelismo de los ministerios es tan chocante.