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Cambios políticos y populismo en América Latina

 

Carlos Malamud

Investigador principal de América Latina, Real Instituto Elcano

 

Los resultados de la elección presidencial en Argentina y de las parlamentarias en Venezuela han fomentado diversas interpretaciones acerca de un nuevo ciclo político en América Latina, que entre otras implicaciones podría provocar el comienzo del fin del populismo en la región. Sin embargo, habría que afirmar que aún es muy pronto para observar un cambio de tendencia, y que si bien la crisis económica podría tener, de hecho ya las tiene, consecuencias políticas, éstas se manifestarían de forma diversa en los distintos países.

 

Las previsiones del FMI hablan de crecimientos negativos en 2016 en Venezuela (-6%), Brasil (-1%) y Argentina (-0,7%), mientras en Ecuador, después de la caída de 2015 se pasaría a una subida muy modesta, de sólo un 0,1%. Por su parte Bolivia y Nicaragua, dos integrantes del ALBA (Alianza bolivariana de los pueblos de nuestra América), tendrían crecimientos muy por encima de la media regional y superiores al 3,5%. Esto significa que no todos los países soportarán las mismas turbulencias ni que en todos ellos la merma de recursos públicos para financiar programas sociales será idéntica.

 

Por otro lado conviene recordar que el populismo bolivariano fue precedido por una primera oleada de «populismo clásico», en las décadas de 1930 y 1940, con el peronismo como uno de sus modelos más acabados, y por una segunda de populismo «neoliberal», con sus toques menemistas y fujimoristas. Por eso, tampoco habría que excluir en el hipotético caso de un giro radical de ciclo político en América Latina, lo que algunos llamarían aventuradamente un «giro a la derecha», el resurgimiento de una nueva variante populista con aderezos más conservadores o liberales.

 

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No en todos los países se vivirán los cambios, si los hay, de la misma manera

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El fin de la experiencia populista en Argentina y la llegada de una nueva Asamblea Nacional (parlamento) en Venezuela plantean grandes desafíos a la estabilidad institucional de estos dos países. En el ADN del populismo bolivariano está la idea de permanencia indefinida en el poder, dado que ellos son la encarnación de unos pueblos inmutables y la expresión de la voluntad popular. De ahí que la idea misma de alternancia es vista como algo contrarrevolucionario, que implicaría la entrega del poder a los más rancios intereses de una derecha reaccionaria y aliada del imperialismo.

 

Los líderes populistas que gobernaron sus países en los últimos 15 años han asumido una concepción patrimonialista del poder, lo que los ha llevado a apropiarse del aparato del Estado y a colonizar las instituciones como si les pertenecieran. De ahí que las profundas dificultades de las que debe partir un nuevo gobierno en estas condiciones, que implique el forzoso desplazamiento de los anteriores gobernantes.

 

Quizá un ejemplo clarificador en este sentido sea lo que está ocurriendo con y en el parlamento venezolano. Por un lado, tenemos el intento de reemplazarlo por una Asamblea Comunal, no prevista en la Constitución, que tendría como principal objetivo vaciar de contenido un Congreso dominado por diputados opositores con una mayoría súpercualificada. Por el otro, se pretende forzar la elección por los parlamentarios salientes (terminan oficialmente su mandato el próximo 4 de enero) de 12 jueces que integrarían el Tribunal Supremo, responsable de determinar la constitucionalidad de las leyes o la legalidad de las actuaciones emanadas del Poder Ejecutivo.

 

Indudablemente América Latina se sitúa frente a una coyuntura extremadamente complicada, con dificultades económicas y políticas crecientes. Pero una vez más hay que insistir en la diversidad regional y que no en todos los países se vivirán los cambios, si los hay, de la misma manera. Es indudable que los acontecimientos ocurridos en Argentina y Venezuela repercutirán en otras partes, pero no sabemos cómo. De momento sólo queda ser expectantes y seguir con atención lo que ocurre en la región. Ahora bien, el hecho de que Nicolás Maduro no haya acudido a la Cumbre de Mercosur en Paraguay para no enfrentarse con Mauricio Macri es un símbolo de los tiempos interesantes que se avecinan.

 

 

Luis Ayllon

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