Los principales partidos tendrán que definir sus estrategias de cara a las elecciones generales.
Cristina de la Hoz. Madrid
La profunda crisis del PP, los movimientos en el PSOE y el protagonismo de Podemos y de Ciudadanos tras las elecciones locales y autonómicas del pasado 24 de mayo auguran un mapa político de gran inestabilidad que tiene su correlato en las elecciones generales a finales de año.
Estratégicamente ni a Podemos ni a Ciudadanos les interesa significarse, frente a un PP que ha perdido todas sus mayorías absolutas y, con ellas, muchos gobiernos, y un PSOE que, a pesar de haber sido también castigado por las urnas, tiene posibilidad de recuperar poder territorial.
PP: A la espera de los cambios
Como era de esperar, Génova se aferró la noche electoral al mantra de que era la fuerza política más votada del país. Es cierto, pero después de perder dos millones y medios de voto con respecto a 2011 y todas sus mayorías absolutas. En algunos casos, como en los ayuntamientos de Madrid y Valencia y en la Comunidad valenciana, ni siquiera puede mantener esos gobiernos mediante pactos. Ante la primera reacción de Mariano Rajoy, que atribuyó el desastre a un simple problema de comunicación, barones territoriales como Alberto Fabra, José Ramón Bauzá y Luisa Fernanda Rudi pusieron fecha a su renuncia mientras otros, como Juan Vicente Herrera, también se lo piensan.
Ante la desbandada, Rajoy se ha visto obligado a anunciar que hará cambios en el partido y en el Gobierno además de una modificación de mensajes y de actitud para afrontar las generales con cierta garantía de éxito tras perder sus graneros de voto. La propia figura de Rajoy está siendo fuertemente cuestionada, aunque volverá a ser el candidato. La corrupción ha supuesto un fortísimo castigo electoral al partido en el Gobierno.
PSOE: Menos es más
El PSOE ha cosechado malos resultados, dejando por el camino 700.000 votos con respecto a 2011, aunque tiene enormes posibilidades de sacarle jugo a un dato tan exiguo. Que el PP haya perdido todas sus mayorías absolutas le permitirá gobernar en las Comunidades de Castilla-La Mancha, Valencia, Aragón y Baleares, además de haber ganado en Extremadura y Asturias, aunque en muchos casos tendrá que echar mano de gobiernos tripartitos, cuatripartitos y hasta pentapartitos, lo que condiciona, a priori, la estabilidad de la legislatura.
Entre medias, se ha abierto una bronca interna con el cuestionamiento que Susana Díaz ha hecho del frente anti-PP. La dirigente andaluza alerta sobre las consecuencias indeseables de allanar el camino a Podemos, formación a la que apoyarán en los ayuntamientos de Madrid y Barcelona pero sin entrar en los ejecutivos municipales. En todo caso, la vuelta del PSOE al poder territorial, con el mantenimiento de la segunda plaza en el cómputo total de votos, hace que éste sea un momento dulce para Pedro Sánchez, que se perfila como único contendiente en las primarias del 26 de julio para elegir candidato a la presidencia del Gobierno.
Podemos: La “muleta” del PSOE
Pablo Iglesias ironizó el pasado jueves sobre el interés que su persona había despertado de repente en Pedro Sánchez, que le telefoneó para mantener un futuro encuentro. Podemos tiene en parte la llave para poder encumbrar al PSOE en muchos gobiernos municipales y autonómicos, aunque debe tener precaución para no ser acusado de apuntalar a un partido de la “casta”, por ello ha decidido, al igual que los socialistas, no compartir gobiernos de coalición que no presidan con salvedades como Aragón, donde puede haber tripartito.
Además, pesa el argumento, defendido por el crítico Juan Carlos Monedero, de que la prioridad es impedir gobiernos del PP. A cambio, contará con el apoyo del PSOE para que Manuela Carmena se haga con la alcaldía de Madrid, tras casi empatar con Esperanza Aguirre, y también de Cádiz. Además, Iglesias se ha apuntado como propio el éxito de Ada Colau en Barcelona, aunque su candidatura, como la de Carmena, está sustentada sobre una coalición de formaciones de la izquierda.
Ciudadanos: El más cortejado
Es, en estos momentos, la fuerza política más solicitada por PP y PSOE, cuyos líderes, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, respectivamente, le cortejan. De hecho, hasta se contempla que sea recibido en Moncloa. De la formación que lidera Albert Rivera depende que el PP pueda gobernar plazas tan importantes como la Comunidad de Madrid o que la socialista Susana Díaz sea investida presidenta de la Junta de Andalucía. Presente en la mayor parte de los parlamentos y capitales de provincia, la única línea roja de Rivera es no alcanzar acuerdos con los partidos separatistas.
Formación ideológicamente transversal que recibe buena parte de su voto del elector descontento del PP, necesita, como Podemos, no meter la pata de aquí a las generales ni significarse de manera especial con los partidos de la “vieja política”. La lucha contra la corrupción, la reducción de cargos y la celebración de primarias, son sus principales condiciones para prestar sus valiosos votos.