The Diplomat in Spain

Yasmin Salem, en su salón de belleza./ Foto: A.R.

Alberto Rubio. Madrid

Multinacional, multicultural y multiprofesional. Pero exclusivamente para mujeres. Masturah, el local que regenta Yasmin Salem no es sólo una peluquería: es también una solución para diplomáticas musulmanas, y otras, recién llegadas a España que necesitan adaptarse a una sociedad distinta.

“Aquí se junta la belleza con lo social”, me explica en su negocio, donde los hombres tienen prohibido el acceso. “Hemos hecho una apuesta por la conexión de mujeres que llegan para estar cuatro años, no conocen a nadie y se sienten cómodas con nosotras porque buscan un entorno cultural y social afín en el que, además, pueden hablar en árabe”.

Masturah es, visto así, una puerta de acceso a España, alejada de miradas indiscretas –el escaparate está tapado-, donde ir superando barreras como el idioma y hacerse a las costumbres del país sin dejar las propias. Empezando por la regla del velo, “que está muy clara: una vez que decides llevarlo, sólo te puede ver sin él la familia cercana”.

Yasmin defiende que “la belleza en el islam es del ser, no de cómo vistes y el velo limpia muchas cosas que pueden confundir”. A pesar de todo, “si una mujer con burka va a una peluquería normal, la miran raro. Aquí se sienten más cómodas”, subraya.

No obstante, hay mujeres musulmanas que no se cubren. Parece contradictorio, ¿no? “En realidad las que llevan velo son las que necesitan este salón”, responde, “pero también a las que no lo llevan les gusta venir, aunque sea por su cultura o porque conocemos sus gustos”.

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Extremistas en nombre del islam: «Todos los derechos que el Profeta trajo a la mujer no existen para ellos»

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Salem se define emprendedora. De madre jordana y padre palestino, nació en Madrid y estudió turismo, pero el destino la llevó a abrir la peluquería, un negocio sin competencia porque no había nada parecido.

Yasmin es creyente y no le interesa especialmente la política, pero separa claramente a los extremistas del resto de los musulmanes. Lamenta que “de los que vivimos en paz, sin hacer nada a nadie, nadie hablará”. Y abomina de las interpretaciones radicales del Corán, por ejemplo, respecto a la mujer: “Todos los derechos que el Profeta trajo a la mujer no existen para ellos”.

“Hay asociaciones de mujeres que luchan para que se vea lo que somos, para mostrar nuestra forma de vida pacífica y para evitar la islamofobia», explica. Por su parte, en Masturah lo consiguen: «Hay vecinas españolas que entran y se sorprenden cuando ven que les gusta juntarse con musulmanas”. ¿Diplomacia pública de iniciativa privada?