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El Estado Islámico a la defensiva: la batalla por Mosul

 

Félix Arteaga

Investigador principal de Seguridad y Defensa, Real Instituto Elcano

 

Cuando se cumple un año de la ofensiva del Daesh (el autodenominado Estado Islámico, EI, ISIS o ISIL) sobre Irak, su capacidad militar ha perdido el empuje inicial. A partir de su derrota en Kobane, ha seguido lanzando ataques sobre posiciones defendidas por las fuerzas gubernamentales iraquíes y las milicias chiíes o kurdas, pero han sido más esporádicos y menos eficaces que en el pasado.

 

Esta situación sobre el terreno ha llevado al Mando Central de los Estados Unidos a sopesar la posibilidad de pasar a la iniciativa y de recuperar alguna de las ciudades que cimentaron el prestigio militar del Daesh como Mosul. La decisión no está tomada y las autoridades militares iraquíes cuestionan su oportunidad, pero más allá de confirmar un cambio de actitud de las fuerzas que combaten al Daesh, recuperando la iniciativa militar que estaba en sus manos, la posible batalla por Mosul abre algunos interrogantes.

 

En primer lugar, hay que valorar la capacidad y determinación de los bandos para presentar batalla en Mosul. Las fuerzas gubernamentales iraquíes y las milicias chiíes y kurdas que les apoyan no están preparadas para un combate urbano tan exigente como puede ser necesario en una gran ciudad. Han demostrado capacidad para contener los ataques del Daesh pero no han conseguido desalojarles de poblaciones pequeñas cuando las milicias yihadistas y los combatientes suníes que les apoyan han ofrecido resistencia.

 

Sin el adiestramiento ni la preparación que precisa este tipo de combate en poblaciones, no servirá de mucha ayuda el apoyo aéreo que reciban y el asalto urbano podría prolongarse en el tiempo. Si se quiere una victoria rápida tendrán que intervenir de forma directa o encubierta tropas árabes u occidentales que apoyen sobre el terreno el avance de las fuerzas gubernamentales y de las milicias anti-Daesh.

 

Del lado yihadista, habrá que ver si se arriesgan a presentar batalla y exponerse a un sitio prolongado, con dificultades para mantener las líneas de suministro abiertas y, también, si las fuerzas insurgentes suníes que hicieron posible la ocupación militar están dispuestas a morir y ver destrozada su ciudad en un enfrentamiento total.

 

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El objetivo es hacer caer el mito de que el DAESH es invencible

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En segundo lugar, y por encima de las valoraciones tácticas u operativas de la conquista de Mosul, está la cuestión de fijar el objetivo estratégico del asalto. En las guerras modernas, el éxito estratégico de las batallas sobre el terreno no depende de su resultado militar, sino de si consiguen o no cambiar las percepciones de los contendientes y de quienes les apoyan.

 

Hemos tenido hace poco un ejemplo de lo anterior en la batalla por Kobane, una pequeña localidad siria sin ningún valor estratégico donde el Daesh y las milicias de autodefensa kurdas han combatido casa por casa durante varios meses. El Daesh se empeño en hacer de Kobane un icono de su capacidad militar pero acabó sufriendo una severa derrota táctica. La victoria podría haber sido estratégica si los vencedores hubieran utilizado bien la propaganda para quebrar el mito de la invencibilidad del Daesh, mostrando imágenes del descalabro militar frente a una resistencia local, mujeres incluidas, que les pusieron en fuga. Al no saber hacerlo, los yihadistas han conseguido salvar gran parte de su reputación y ahora buscan la manera de recuperarse.

 

El objetivo estratégico de reconquistar una ciudad al Daesh no puede ser el de ganarla antes o después, sino el de demostrar que el Daesh es ya un bando perdedor y que ha comenzado su cuenta atrás. Por eso, en la planificación militar, debe negarse al Daesh el éxito estratégico que supondría resistir heroicamente a una coalición internacional de infieles chiíes, cruzados occidentales, monarquías árabes y renegados kurdos. Sólo se debería plantear la batalla si se está en condiciones de generar esa percepción.

 

Al contrario que en las guerras clásicas, la planificación militar está ahora al servicio de la comunicación estratégica y el objetivo no es retomar esta o aquella ciudad, sino hacer caer el mito de que el Estado Islámico es invencible. El objetivo estratégico es sembrar la duda entre quienes se disponen a apoyar, financiar o combatir junto a una franquicia que hasta ahora veían como ganadora.

 

 

Luis Ayllon

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