Foto: Casa de S.M. el Rey/Borja Fotógrafos
The Diplomat. Madrid
El libro ‘Juan Carlos I. El hombre que pudo reinar’, del periodista Fernando Ónega, incluye varios sucesos desconocidos hasta ahora de la última parte del reinado del anterior jefe del Estado gracias a varias conversaciones que tuvo con el propio Rey antes y después de su inesperada abdicación en junio del año pasado, así como con personas que estuvieron trabajando con el monarca en los últimos años.
Uno de estos sucesos afecta directamente al ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, ya que no le deja en buen lugar. Ónega afirma en la página 31 del libro que la relación de don Juan Carlos con el Gobierno de Mariano Rajoy «no era muy fluida» en los últimos tiempos. «Se limitaba a lo obligado por la función institucional y la costumbre», subraya el autor sobre la comunicación entre el Rey y el Ejecutivo, «pero hubo casos de nombramientos de embajadores que no le fueron comunicados a Su Majestad».
Normalmente, el jefe de la Diplomacia tiene la deferencia de consultar con el jefe del Estado el destino de los embajadores que van a puestos sensibles antes de que los nombramientos sean aprobados por el Consejo de Ministros. Según Ónega, Margallo prescindió de este gesto de cortesía en alguno de sus despachos con don Juan Carlos, «cosa que no había hecho ningún Gobierno anterior».
El anterior Rey «no quiso hacer uso de su autoridad para reclamar esa información» sobre los nuevos embajadores, sino que «se tragó los silencios para no provocar conflictos, pero vio incrementado su aislamiento», apunta el autor del libro. Fruto de ello, y unido a otras cuestiones como la sensación de soledad en el seno de su familia o su mermada condición física, hizo en don Juan Carlos que la idea de abdicar pasase a convertirse «en una hipótesis razonable».
El ministro prescindió de esta cortesía con el Rey, «cosa que no había hecho ningún Gobierno anterior»
Otra novedad del libro (pag.299), ya resaltada en varios medios de comunicación, es que don Juan Carlos envió en 2011 a su anterior jefe de la Casa del Rey, el diplomático Fernando Almansa, a Denver (EEUU) con tres mensajes «directos» para los duques de Palma: que el caso Nóos era «gravísimo», que la institución «dañada» era la Corona y no la infanta, y que era conveniente que doña Cristina tuviese «algún gesto (…) para aliviar las consecuencias». En La Zarzuela no se pensó en un divorcio de ella e Iñaki Urdangarin, «pero sí al menos en la renuncia a sus derechos» dinásticos. Sin embargo, la hija de don Juan Carlos se limitó a tomar nota y todo sigue igual hasta ahora.
La Casa del Rey, a diferencia de otros libros polémicos que se publicaron en los últimos años como el de Pilar Urbano (‘El precio del trono’), no ha censurado ni objetado en esta ocasión el contenido del libro de Fernando Ónega. Precisamente, porque tiene el visto bueno de don Juan Carlos.