The Diplomat in Spain

Base militar de Besmaya, al sur de Bagdad.

The Diplomat. Madrid

Poco a poco se van acoplando las piezas del que será el primer despliegue militar de España en Irak desde la retirada de las tropas en 2004 a cargo del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. La última novedad, según ha sabido The Diplomat de fuentes del Ministerio de Defensa, es que el grueso del contingente español de adiestramientos de las Fuerzas Armadas iraquíes estará destinado en la base de Besmaya, situada a 50 kilómetros al sur de Bagdad.

El ministro de Defensa, Pedro Morenés, ya advirtió en noviembre cuando solicitó el visto bueno del Congreso de los Diputados para este despliegue que 95 artificieros de explosivos irían a la base de Tallil, en la provincia de Nasiriyah y que otros 96 miembros de una unidad de operaciones especiales irían “a un lugar al sur sin determinar”. Este sitio será Besmaya.

Tanto en Besmaya como en Tallil habrá también un total de 80 efectivos en labores de mando, control, inteligencia y protección de la fuerza desplegada. Los 20 oficiales restantes para llegar a los tres centenares para los que se aprobó el despliegue estarán destinados en los cuarteles generales de la coalición internacional contra el Estado Islámico (EI), en la que actualmente hay más de una veintena de países, entre ellos algunos árabes como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Catar o Jordania.

El despliegue español contó con un abrumador respaldo parlamentario -314 diputados a favor, 11 en contra y 4 abstenciones-, tiene un coste de 35 millones de euros para una duración de seis meses y sigue estando previsto su inicio para finales de diciembre o principios de 2015, aunque han surgido problemas de seguridad jurídica que pueden conllevar un retraso en los plazos.

España, al igual que el resto de aliados, necesita el compromiso por escrito de Bagdad de que sus tropas tendrán inmunidad en el desarrollo de su trabajo en suelo iraquí. Ello implica la firma de un memorándum de entendimiento bilateral o, en caso contrario, que los militares españoles viajen con pasaporte diplomático, una fórmula muy poco corriente. La primera opción no es fácil en estos momentos de gran debilidad para el Gobierno iraquí y cuando aún se tiene muy reciente la mala experiencia de la inmunidad con la que trabajaron las agencias norteamericanas de mercenarios tras la ocupación de Irak en 2003.