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El Consejo de Seguridad que le gusta a España

 

Luis Ayllón

Editor de The Diplomat in Spain

 

Durante 2015 y 2016 España se va a sentar a la mesa de un Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que muchos países consideran está necesitado, desde hace tiempo, de una profunda reforma que lo haga más eficaz y evite la adopción de decisiones urgentes y, en definitiva, la paralización de ese órgano. El mantenimiento de un esquema fijado hace casi setenta años nada más acabar la Segunda Guerra Mundial resulta poco operativo en un mundo que ha experimentado grandes cambios y en el que las amenazas a la paz y la seguridad mundiales son muy distintas a las que existían entonces.

 

Hay, como es lógico, distintas visiones sobre la dirección que deberían tomar esas reformas de las que se viene hablando hace años, sin que se termine de avanzar. España se alinea en el grupo de países que ha dado en denominarse “Unidos por el consenso”, que propugna una ampliación del número de miembros no permanentes para tener en cuenta la nueva realidad, en la que algunos continentes como África o Asia han aumentado su presencia política o económica a nivel global. Choca en esta pretensión con otros Estados que abogan por un aumento del número de miembros permanentes para reflejar mejor esos cambios que ha experimentado el mundo. Entre ellos está Brasil, que se ve como el candidato idóneo para representar a América Latina, hoy sin ningún país miembro permanente.

 

España no cree que intentar ampliar el número de miembros permanentes y con derecho a veto sea la solución, porque ello abriría un debate muy difícil de resolver, al haber muchos países que se considerarían con títulos suficientes para representar a sus zonas geográficas. Por eso, apuesta por un Consejo de Seguridad más amplio, pero con miembros que vayan rotando. Eso sí, permaneciendo más de los dos años actuales en el puesto para hacer más eficaz su funcionamiento.

 

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Propugna aumentar los miembros no permanentes y limitar el derecho de veto

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Al propio tiempo, es consciente de que suprimir el derecho de veto es algo que no van a aceptar los cinco Estados que ahora lo tienen, que son los vencedores de la Segunda Guerra Mundial -Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Rusia- más China. En consecuencia, ve más práctico intentar condicionar el ejercicio de ese veto, con algún tipo de medida limitadora. Por ejemplo, estableciendo que sean necesarios dos vetos para paralizar una situación o que el veto tenga carácter temporal.

 

En el Gobierno aseguran que se tiene una actitud flexible para buscar alguna fórmula de consenso que permita un solución satisfactoria para todos los países miembros de la ONU. De todos modos, la tarea no parece fácil.

 

 

Luis Ayllon

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